36: Madera y Especias.

212 23 3
                                    



Julietta.

Madera ahumada. Especias y algo de menta.

Mareada.

Desperté segura, en unos brazos fuertes...Carlos

¿durmió conmigo, por qué?

No, no es el...lo estoy imaginando

¿Por qué fantaseo con él?

Me odia ...y yo a él...¿qué me pasa, por que lo quiero... besar?

Me siento tan segura con el...¿por qué?

Ese accidente me dejó estupida, Carlos jamás se fijaría en mí...tenemos un contrato y ya está. ¿Pero, Carlos me gusta? Estoy imaginando todo...si, es eso...

–Julietta. –

–Julietta, cariño...–

–Bonita, despierta, despierta si. – voz grave, pero sedosa al mismo tiempo, Carlos. –Estabas soñando bonita ¿estas bien?. –pregunto sosteniendo mi rostro con delicadeza, sacándome de la maraña mental en la que al parecer, me había hundido.

No dormimos juntos, estaba soñando ¿si fue un sueño, verdad?

–Yo eh..¿dije algo?. – conteste un poco abrumada. – Me siento, no me siento bien...yo...–

–No. Nada. No dijiste nada, tranquila. – solto despreocupado y podría jurar que vi una sonrisa burlona formarse en sus labios, idiota. – Es la medicación, preciosa – me miró como...no sé y mi corazón dio una voltereta. –Es fuerte y pesada, el doctor dijo que era normal que los días siguientes te sintieras mareada y confundida, pero no tardará en mejorar. Ven aquí. Julietta. – ordenó y yo...accedí.

–Hora de quitar esas mariposillas de tu frente y limpiar esa herida. – dijo mientras me acercaba lentamente hacia el y no estoy segura si era la medicación lo que hacía que me temblaran las piernas. Cuando estuve frente a el, me tomo por las caderas y me subio con delicadeza al buro, quedando a su misma altura y de alguna manera, ese breve contacto, había disparado mis latidos a mil kilometros por hora. –¿Esto te duele, Julietta?. – casi susurro mientras pasaba con delicadeza sus dedos sobre mi herida....y yo...yo...–¿Por qué estas tan tensa, bonita?. –susurro burlon.

–Yo...es...es que me duele la cabeza. – conteste entrecortada y suspire. Mentí. No me dolía pero estaba exhausta y el...el me estaba poniendo nerviosa.

–Mientes fatal. – y una cínica carcajada abando sus labios, idiota. –Me da que...que te pongo nerviosa. Normal. Te diría que lo superaras, pero mentiría. – susurro a centímetros de mi cara.

–Eres un idiota. – bufe. – Lamento que tengas el ego tan grande y pienses que el mundo gira a tu alrededor. Para tu conocimiento, las curaciones me ponen nerviosa. Y ya está. – suspire pesadamente al ver que seguía presa entre sus brazos y su encantadora y muy estúpida sonrisa. –Bájame. – dije molesta.

Carlos me tomó una vez más por las caderas y me ayudo a bajar del buró aún con esa cínica mirada de burla suya. Idiota. Total y monumental. –El buró no mide cinco pies de altura bonita. – soltó burlon. –¿qué?. – pregunté confundida. Carlos bajo un par de centimetros, quito un mechon de pelo de mi rostro, lo pasó detrás de mi oreja y susurró: –Podrías perfectamente haber bajado sola, bonita. – bajo su mano por mis hombros y finalmente bajo a mi cintura para acercarme aún más a el y sentí como el rubor subía a mis mejillas. –¿Paro, bonita?. –susurro contra mis labios y su olor todo el....yo....

–¡Apartate de mi!. No sé a que juegas Carlos pero no es divertido. – Estaba cabreadisima y ese maldito accidente de verdad parecía haberse llevado todas mis estupidas neuronas, porque si en ese mismo instante lo hubiese apartado, yo misma habría terminado por besarlo. Solo son las hormonas. Relajate. Los días anteriores Carlos había sido sumamente tierno y cuidadoso conmigo y ahora el...solo estaba siendo el idiota que solía ser.

Emociones Silenciadas - Carlos Sainz JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora