23: La Verdad de Leo III/III

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Pierre.

Leo ya no me sirve.

Al principio, aproveché el miedo de Julietta por Leo para ser su pilar, su apoyo inquebrantable en medio de la tormenta. Cada vez que sus temores amenazaban con consumirla, yo estaba ahí, listo para envolverla en un abrazo reconfortante y susurrarle palabras de aliento. Era mi oportunidad de aferrarme a ella aún más, de ser el héroe en su historia de oscuridad y miedo.

Pero con el tiempo, comencé a darme cuenta de que Leo ya no me servía. Julietta estaba empezando a superar sus miedos poco a poco, a encontrar su propia fuerza interior para enfrentarse al mundo sin necesitar mi constante protección. Y eso me llenaba de una furia sombría que no podía ignorar.

Mientras observaba cómo ella se volvía más independiente, más valiente, mi obsesión se convirtió en una obsesión aún más oscura. Ya no era suficiente ser su apoyo, su roca en la que podía confiar. Necesitaba ser su único salvador, el único que podía controlar su destino. Además, no podía permitir que Julietta superara sus miedos, tenía que seguir siendo una muñeca dócil y estúpida para mi plan, ya me encargaría de aquello. 

No vas a joder mis planes Julietta. 

Así que comencé a planear cómo deshacerme de Leo, cómo eliminarlo de la ecuación para siempre. Cada pensamiento, cada acción estaba impregnada de un tono sombrío, una determinación fría y calculadora. Ya no había lugar para la compasión o la misericordia en mi corazón. Solo quedaba espacio para la oscuridad que amenazaba con consumirme si no conseguía lo que deseaba.

Mi mente se convirtió en un campo de batalla, donde la razón luchaba contra la locura, donde el deseo de poseer a Julietta a cualquier costo eclipsaba cualquier pensamiento de humanidad. Y mientras trazaba mis planes para deshacerme de Leo, sabía que había cruzado una línea oscura de la que no había vuelta atrás. Comencé a seguirle la pista a Leo con la determinación de un cazador acechando a su presa. Cada movimiento suyo, cada encuentro casual, era registrado en mi mente como un rastro que me acercaba un paso más a la verdad.

Y fue entonces, en las sombras de la noche, cuando descubrí su verdadera intención. Escuché sus palabras cargadas de odio y venganza, como un veneno que amenazaba con contaminar todo a su paso. Leo no solo quería hacerle daño a Julietta, quería destruirla por completo. Quería verla enterrada bajo tierra y ser él mismo el responsable de su desaparición.

Una furia sombría se apoderó de mí en ese momento, un torbellino de emociones oscilando entre el miedo y la rabia. ¿Cómo alguien podía desear tanto mal a la persona más pura del mundo? ¿Cómo podía Leo ser tan despiadado, tan cruel?

Pero fue en ese instante de oscuridad cuando supe que los días de Leo estaban contados. No podía permitir que alguien siquiera pensara en dañar a Julietta, mi posesión más preciada, mi trofeo más preciado. Ella era mía, y nadie, absolutamente nadie, tenía el derecho de hacerle daño.

La determinación se apoderó de mí como una llama devoradora, consumiendo cualquier rastro de duda o vacilación. No iba a permitir que Leo cumpliera su deseo enfermizo. No iba a permitir que su sombra se cerniera sobre la luz de los ojos de Julietta. Ella era mi propiedad, mi obsesión, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para protegerla.

Y así, con una determinación fría y calculadora, urdí mi plan para asegurarme de que Leo pagara por sus acciones con su vida. Sabía que tenía que ser meticuloso, que cualquier error podría arruinar todo, pero estaba dispuesto a correr ese riesgo.

Así que esperé en las sombras hasta que Leo subió a su auto, siguiéndolo con cautela por las solitarias carreteras. Mis manos temblaban de anticipación mientras manipulaba los frenos de su vehículo, asegurándome de que su destino quedara sellado en hierro y metal retorcido.

Emociones Silenciadas - Carlos Sainz JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora