Capítulo 4

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Siento que el sol brilla más intensamente este sábado por la mañana, y debo confesar que me sentí un poco más relajada hoy al salir de casa. Mi hermano, Tomás, me ha invitado a acompañarlo a sus prácticas de baloncesto, algo que nunca había hecho antes. La idea de salir y distraerme un poco me pareció atractiva. Además, no estaría sola, y esa es la mejor parte. 

Me vestí con un short y una franela ancha, para sentirme más cómoda. Llevo conmigo mi block de dibujo en mi mochila, dispuesta a intentar dibujar algo mientras mi hermano hace sus prácticas… Al caminar hacia la cancha, el aire fresco le daba un respiro a mi mente agobiada. Tomas iba hablando sobre el equipo y las jugadas que estaban practicando, pero yo apenas podía concentrarme en sus palabras. De repente, él se detuvo y miró hacia mí con una expresión seria.

Paula, —comenzó— encontré la nota que dejaste para mamá. 

Mi corazón dio un vuelco. Me sentí expuesta y vulnerable; no quería que mi hermano supiera lo que realmente estaba pasando. 

- Quiero que sepas que puedes contarme cualquier cosa. Estoy aquí para ti. —continuó él. 

Las palabras resonaron en mi mente como un eco distante. A pesar de su buena intención, la idea de abrirme a él me resultaba incómoda. No quería cargarlo con mis problemas ni hacerle sentir que debía protegerme. 

- Gracias por sacarme de casa. No me gusta salir sola. — Respondí tímidamente. 

Él asintió, aparentemente satisfecho con mi respuesta. 

- Entiendo que sea incómodo hablar conmigo de tus cosas personales —me dice con empatía un momento después—, pero, si sacarte de casa te ayuda, entonces vendrás a todas mis prácticas de ahora en adelante. 

Yo le sonreí a modo de agradecimiento.

—Por cierto, tengo algo para ti —me dice buscando algo en su mochila y sacando una caja envuelta en papel de regalo. — Ábrelo cuando lleguemos allá. 

—¡Wow… ¡Gracias! —le digo recibiendo la caja. 

Continuamos caminando en silencio durante unos minutos hasta que llegamos a la cancha de baloncesto. El sonido del balón rebotando y las risas de los chicos llenaban el aire, creando una atmósfera vibrante.

Mientras Tomas buscaba y se unía a sus compañeros, subí hasta la última de las gradas y me senté a abrir el regalo. Dentro había dos cajas más pequeñas. Me quedé sin palabras ante lo que vi. Un celular y unos auriculares. 

No me había molestado en pedirle un celular a mamá. Ya que ella siempre estaba al límite con los gastos, no era que nos sobrara el dinero. 

—Debió gastar un montón de dinero en esto, —pienso y lo busco con la mirada en la cancha. Él está viéndome con una sonrisa y me muestra los pulgares hacia arriba. 

—¡Gracias! —módulo con mi boca, sonrío y le hago un corazón con las manos. 

Él me sonrió de vuelta y corrió hacia sus amigos. Mi atención se desvió de él cuando vi a un grupo de chicos al fondo, a donde mi hermano se dirigía. Uno de ellos era familiar; era uno de esos chicos que hace unos años aún estudiaba en el colegio, que siempre estaba en el grupo que me decía cosas desagradables. Él no me decía nada; pero tampoco me defendía, así que era parte de ellos para mí.

Una oleada de incomodidad recorrió mi cuerpo al reconocerlo. Era como si una sombra oscura hubiera caído sobre mi hermoso día soleado. La sonrisa despreocupada que había tenido momentos antes se desvaneció instantáneamente.

Él me miraba con el ceño fruncido. No sé si él me recordaba, pero hizo que mi estómago se retorciera. Decidí ignorarlo y me puse a revisar el celular para aprender a manejarlo y así se me fue el tiempo. Estaba tan concentrada que no me di cuenta que él llegó a mi lado. 

- Qué tal? ¿Viniste a hacerle barra a tu hermano? —me pregunta con actitud arrogante. 

Literalmente, pegue un salto del susto, soltando el celular en el proceso. Mi alma salió de mi cuerpo al ver el celular en el aire, pero él fue más rápido y lo atrapó antes de que tocara el suelo. 

—¡Te cuidado con eso! —me dice devolviéndolo. 

Lo miré de forma asesina y se lo arranqué de las manos, mientras sentía mis mejillas arder de la rabia. 

—¿No tienes nada mejor que hacer? —le digo de forma despectiva. Me sorprendí a mí misma por ese arrebato; nunca había sido tan valiente para responderle así a nadie. 

Él me miró sonriendo, lentamente inclinando su rostro hacia un lado.

—La verdad, no —me dice como si nada, mientras se sienta de nuevo a mi lado. - Me enviaron a la banca. ¿Te importa si te acompaño un rato?

- Sí. Prefiero estar sola —le digo alejándome un poco de él, y me coloco los auriculares.

Él se ríe. —¡Qué idiota! —pienso, mientras finjo escuchar música; realmente no tengo música en el teléfono, pero espero que sirva para que se sienta ignorado y se vaya. No funciona.

—¿Qué clase de música te gusta? —me dice después de un rato. No le respondo.

—¡Oyé!— me dice apartando el auricular de mi oído. - ¡Es de mala educación eso que haces! 

—¿Escuchar música es de mala educación? —le preguntó atonita.

—Claro que no, —me dice como si fuera obvio—. Me refiero a no responder cuando te preguntan algo.

—Me gusta la clase de música que puedo escuchar en paz. —le digo sarcásticamente.

- Porque estas a la defensiva? - pregunta. 

En serio no soporto a este tipo. Sera qué es? ¿O se hace el idiota?

—¡Eh! ¡Anderson! —le grita alguien desde la cancha. - Entras ahora!

¡Voy! —le grita él de regreso.

—¡Nos vemos luego! —dice mientras se inclina levemente y se va corriendo.

¡Qué estúpido! —murmuró cuando ya estaba lejos.

Me olvido de él y sigo revisando mi celular. 

LIENZOS DEL SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora