Al día siguiente, desperté con una sensación de determinación que nunca antes había experimentado. Me miré en el espejo sonriendo, reconociendo a la mujer que veía reflejada: fuerte, decidida y lista para enfrentar sus miedos.
Ese día, acepte la invitación de mi hermano para acompañarlo a sus prácticas de baloncesto. Era el momento perfecto para salir de mi zona de confort y demostrarme a mí misma que podía disfrutar de la vida sin dejarme arrastrar por el pasado. Me hice un maquillaje sencillo para cubrir mis ojeras y busqué qué ponerme. Tome nota de salir a comprar ropa nueva; todo lo que tenía eran camisetas anchas y jeans desgastados.
Cuando llegamos a la cancha, por un segundo temí encontrarme con Anderson, pero no estaba allí. A medida que avanzaba la práctica, algunos jugadores comenzaron a notar mi presencia. Al principio, los comentarios eran amistosos y juguetones, pero pronto algunos chicos comenzaron a lanzar insinuaciones morbosas. En lugar de dejarme intimidar o avergonzar como antes, decidí responder con sarcasmo y agudeza. Cuando uno de los jugadores hizo un comentario inapropiado sobre mi apariencia, levanté una ceja y respondí:
—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? Tal vez deberías concentrarte en mejorar tu juego en lugar de intentar impresionar a alguien con tus palabras vacías.
El grupo quedó en silencio por un momento, sorprendido por mi respuesta. Pero luego estallaron en risas; no estaban acostumbrados a que alguien les respondiera así. Pude ver cómo mi hermano me miró con orgullo y sentí una oleada de satisfacción recorrerme. Había encontrado mi voz.
A medida que continuaban la práctica, cada ataque verbal se convertía en una oportunidad para demostrar mi valentía. Mi lengua se volvió afilada y sarcástica ante los comentarios morbosos; no iba a permitir que nadie me hiciera sentir menospreciada o vulnerable nuevamente.
Los chicos comenzaron a mirarme con respeto; algunos incluso me lanzaron cumplidos genuinos sobre mi actitud audaz. Allí me di cuenta de que había cambiado no solo por dentro sino también por fuera; ya no bajaba la mirada ante nadie ni permitía que mis inseguridades dictaran cómo debía comportarme.
Al final del entrenamiento, mi hermano se acercó a mí con una sonrisa orgullosa.
—No puedo creer lo valiente que fuiste hoy —dijo—. Te vi enfrentarte a ellos sin miedo.
—Gracias por invitarme —respondí—. Creo que necesitaba esto más de lo que imaginaba.
Mientras caminabamos juntos de regreso, sentí una ligereza en mi corazón. Había dado un paso importante hacia adelante; había reclamado mi poder y comencé a construir una nueva identidad basada en la confianza y el respeto propio.
Ese día en la tarde teníamos la invitación de nuevo a la casa de Anderson pero le dije a mi madre que no podía ir. Quería reunirme con mis antiguas amigas. Así que quede con ellas en encontrarnos en un parque.
Al llegar, me acerqué a Sofía y Valeria, quienes estaban sentadas debajo de un gran árbol. Con un suspiro profundo, me armo de valor.
—Chicas, quiero disculparme por cómo he estado últimamente —comencé, sintiendo que las palabras salían más pesadas de lo que había anticipado—. No quise preocuparlas ni alejarlas. Solo… Me sentí un poco perdida.
Sofía amablemente y me tomó la mano.
—Paula, no te preocupes, todas hemos tenido esos bajones. Lo importante es que estás aquí ahora —dijo con calidez.
Valeria asintió, añadiendo
-Sí, siempre estaremos a tu lado. ¿Qué te parece si hacemos algo divertido para animarte?
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LIENZOS DEL SILENCIO
RomansLienzos del silencio es una historia desgarradora sobre la lucha de Paula por encontrar la voz propia en medio del caos y el dolor. A través del arte y las conexiones humanas, Paula deberá enfrentarse a sus demonios y decidir si puede perdonar a aqu...