Un mes había pasado desde que Anderson y yo formalizamos nuestra relación ante nuestras familias y amigos. La vida parecía haber tomado un giro perfecto; todo fluía con una armonía que ambos habíamos anhelado. Ya había comenzado mis prácticas en una empresa donde trabajo mi hermano. Cada mañana, me despertaba con una mezcla de emoción y nerviosismo, lista para enfrentar nuevos desafíos.
El primer día en la oficina fue un torbellino de impresiones. Conocí a mis compañeros, excepto un par que estaban de permiso y volverían pronto. Me familiaricé con el ambiente laboral y me sumergí en proyectos que me hacían sentir viva. Aunque el trabajo era exigente, disfrutaba cada momento. Sin embargo, eso significaba que mi horario de estudios debía cambiar drásticamente. Ahora trabajaba durante el día y asistía a clases por la noche.
Al principio, la transición fue difícil. Las largas horas en la oficina me dejaban poco tiempo para descansar antes de dirigirme al tecnológico. Pero a pesar del cansancio, me sentía realizada. Había encontrado un equilibrio entre mis responsabilidades laborales y académicas y cada pequeño logro en mi trabajo me daba fuerzas para seguir adelante.
Aprovechaba cualquier momento libre para estar con Anderson. Ya fuera durante un almuerzo rápido o una breve pausa entre clases, siempre encontrábamos la manera de conectarnos. Aprovechábamos al máximo los fines de semana, aunque fuera solo en casa, mirandome mientras yo pintaba un lienzo. Nuestros encuentros, por breves que a veces fueran, eran intensos; compartíamos risas, sueños y planes para el futuro.
Una tarde, mientras revisaba unos documentos en mi escritorio después de un largo día de trabajo, recibí un mensaje de Anderson:
"¿Te gustaría cenar esta noche? Tengo algo especial preparado".
Mi corazón dio un salto al leerlo. A pesar de lo agotada que estaba, no podía resistirse a la idea de pasar tiempo con él. Además tenía la última hora de clases libre; quería aprovecharla al máximo con él.
"¡Claro! ¿Me pasas buscando?"
"Te recojo a las 7."
Esa noche, cuando Anderson llegó al tecnológico, sentí como si estuviera en una burbuja de felicidad. Él me miró con ternura mientras yo salía rápidamente de mi última clase.
—¿Lista para una aventura? —preguntó él con una sonrisa traviesa.
—Siempre —respondí, sintiendo cómo mi energía se renovaba al verlo.
Anderson me llevó a un pequeño restaurante italiano que había descubierto recientemente. El lugar era acogedor y tenía un ambiente romántico; las luces tenues y las velas encendidas creaban una atmósfera perfecta para disfrutar de una buena cena juntos.
Mientras compartíamos platos de pasta y risas sobre anécdotas del trabajo y los estudios, sentí cómo todas las tensiones del día desaparecían.
—Me alegra tanto verte feliz con tu nuevo trabajo —dijo Anderson mientras tomaba un sorbo de vino—. Te lo mereces.
- Gracias por apoyarme siempre. Ha sido un cambio grande, pero me siento realizada… Aunque a veces me gustaría tener más tiempo libre.
—Lo sé, pero estoy aquí para ayudarte en lo que necesites. - Me dice comprensivo. - Siempre podemos encontrar momentos para nosotros.
Después de cenar, decidimos dar un paseo por un parque cercano. La brisa fresca acariciaba nuestros rostros mientras caminabamos tomados de la mano bajo las brillantes estrellas.
—¿Sabes? A veces me pregunto cómo sería nuestra vida dentro de unos años —confieso mientras miro hacia el cielo estrellado.
Anderson detuvo su paso y giró hacia mí, tomando mis manos entre las suyas.
—Yo también lo he pensado mucho últimamente. Quiero ser parte de cada uno de tus sueños y apoyarte en todo lo que haga falta.
Mi corazón latió más rápido ante esas palabras sinceras. La noche continuó llena de conversaciones profundas y risas despreocupadas hasta que finalmente regresamos a casa. Mientras nos despedíamos en la puerta, una oleada de gratitud me llenó por tener a alguien tan especial como Anderson a mi lado.
—Gracias por esta noche —dijo ella suavemente—. Necesitaba esto más de lo que creía.
Anderson asintió cálidamente antes de inclinarse para darme un suave beso en los labios: —Siempre estaré aquí para ti, Paula.
Y así fue cómo esa noche marcó otro capítulo hermoso en nuestra historia juntos; uno lleno de amor, apoyo mutuo y sueños compartidos que apenas comenzaban a florecer…
Al día siguiente, al llegar a la oficina, la rutina se había convertido en un refugio para mí; el sonido de las teclas, las conversaciones animadas de sus compañeros y el aroma del café recién hecho me hacían sentir en casa.
A la hora del almuerzo, me dirigí al comedor de la empresa. El bullicio de las conversaciones y el tintinear de los cubiertos creaban un ambiente acogedor. Me serví una ensalada fresca y algo de proteína y me senté en una mesa cerca de la ventana, disfrutando de la rica comida.
Mientras masticaba lentamente, pensaba en lo afortunada que era por tener un trabajo que me gustaba y por contar con el apoyo incondicional de Anderson. Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por una voz familiar que resonó en el aire.
—¿Paulita?
Levanté la vista y mi corazón se detuvo por un instante. Allí estaba Diego, la última persona que quería volver a ver en este mundo. Su sonrisa deslumbrante y su actitud despreocupada contrastaban con la incomodidad que yo sentí al verlo.
Y allí estaba yo, tratando de mantener la compostura mientras mi mente corría a mil por hora. Él se acercó a mi mesa con confianza, como si no hubiera pasado nada entre nosotros.
—No esperaba encontrarte aquí. ¿Cómo has estado?
No supe cómo reaccionar, solo me quedé allí petrificada mientras él tomaba asiento frente a mí sin esperar invitación. Cada movimiento suyo era un recordatorio del pasado que preferiría olvidar. En ese instante, decidí que no podía con esta situación. Me levanté rápidamente y salí de allí a toda velocidad. Al llegar a la oficina estaba temblando; comencé a sudar frío y mi vista comenzó a fallar.
—Es un ataque de pánico —me recuerdo a mí misma intentando respirar—. ¡Controlate! ¡Controlate!
En ese momento escucho la puerta de la oficina abrirse. No puedo ver quien es; veo todo negro.
- Paula? ¿Estás bien? —es una compañera de la oficina. Gracias a Dios, no es él.
- ¡Vamos a la enfermería! ¿Puedes caminar?
No sé cómo llegue a la enfermería. Pero aquí me acostaron en una camilla mientras se me pasaba.
—¿Qué ocurrió? —me preguntó la enfermera cuando me sentí mejor. - ¿Tienes mucha presión en el trabajo?
- No, el trabajo está perfecto. No lo sé; creo que la comida me cayó mal. - Le miento porque no quiero poner en riesgo mi trabajo y no se me ocurre nada más.
—¡Mmmm! —dice la enfermera mientras me mira por encima de sus lentes. - ¿Necesitas el resto de la tarde libre?
—¿Puede hacer eso? ¡¡Se lo agradecería!! —le digo al borde de las lágrimas.
- Bien. Recoge tus cosas y vete a descansar.
Salgo de la oficina casi corriendo y me largo de allí. No pude levantar la mirada del suelo hasta que no estuve segura en la calle. No quería volver a encontrármelo. Al salir tomé un taxi que me llevó directo a casa. Las lágrimas que estuve conteniendo entonces comenzaron a salir sin parar.
—¿Está bien? —me pregunta el taxista amablemente. Solo pude asentir mientras seguía llorando.
🗣️ Se imaginaron qué Paula volvería a encontrarse a este ser, después de todo? 😒
Cómo creen que la afectará este encuentro? 🤔
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LIENZOS DEL SILENCIO
RomanceLienzos del silencio es una historia desgarradora sobre la lucha de Paula por encontrar la voz propia en medio del caos y el dolor. A través del arte y las conexiones humanas, Paula deberá enfrentarse a sus demonios y decidir si puede perdonar a aqu...