—Por favor, mujer, todo el día te la pasas haciendo esas pequeñas decoraciones para esos mocosos.
El sonido de los autos pasando por la acera húmeda por la lluvia se hacía presente, un recordatorio del mundo exterior en medio de la tensa conversación.
—Sí, es mi trabajo.
—Vamos, pequeña zorra, sé que no vine hasta acá solo para verte hacer cosas infantiles —fumó de su cigarro, exhalando el humo con desdén— Sé que las maestras de preescolar son todas unas bestias detrás de esa imagen de estúpidas.
—Basta, Oreki —la chica lo miró con firmeza— No es mi problema que tu estereotipo enfermo te arruine la mente acerca de lo que soy.
El hombre que la acompañaba bufó, lanzándole una última mirada mientras terminaba su sake. Se levantó del sofá con una mezcla de arrogancia y desprecio.
Se acercó a ella, y en cuanto ella lo miró, él le tomó el mentón con fuerza.
—No eres más que una mujer que atenderá mis necesidades.
La chica se levantó a su altura y, con una sonrisa desafiante, lo miró.
—Lárgate de mi casa. No soportaré tus estupideces.
—¿Ah no? Y dime, ¿qué harás después de haberme corrido? Serás la misma jodida persona más aburrida que he conocido. Todo el puto día solo pensando en esos niñatos que, en cuanto crezcan, se olvidarán de ti. Mientras tú solo te harás vieja y terminarás sola.
Aquel hombre le escupió en la cara antes de tomar sus cosas e irse. Ella intentó limpiarse la espesa saliva de sus ojos junto a las lágrimas que comenzaron a salir.
Ese imbécil... Buen intento de haber parecido un novio acaramelado el primer mes de relación.
...
—¿Te terminó? —su compañera de trabajo la miró con preocupación.
—Eso creo... pero no tengo tiempo para eso, Mei Mei —la castaña le sonrió, intentando restarle importancia.
—Era una mierda.
—Shhhh —Marin intentó callarla debido a que aún estaban con los niños, y la de cabellos blancos rio antes de taparse la boca.
—Lo siento, pero tenía que decirlo —la miró de nuevo— Conseguirás algo mejor, eres muy atractiva.
—Desde que llegué a esta ciudad, todos los hombres no han hecho otra cosa más que pensar que soy una tonta pueblerina que no sabe cómo funciona el mundo.
—Maeta, Yuuji tiró el jugo —una pequeña se acercó a la castaña para llamarle la atención, tirando de su mandil.
—Voy para allá, Nobara —le dio una última mirada a Mei Mei, quien se despidió y partió en dirección a la oficina.
Marin Uzui era profesora de preescolar. Le encantaba cuidar de los niños y la sola idea de ser el primer eslabón que los preparaba para la vida real la motivaba a seguir adelante. Proveniente de una pequeña provincia, la historia de cómo y por qué decidió ir a Tokio era todo un misterio, pues no era algo que compartiera con facilidad.
—Perdona, maeta, no fue mi intención —el pequeño niño de cabellos rosados estaba a punto de llorar, pero ella negó con una sonrisa.
—Sé que no fue tu intención, mi vida —le tocó la nariz— A veces solo pasan accidentes. ¿Qué te parece si limpiamos esto juntos?
Le limpió las lágrimas que amenazaban con salir, y el niño asintió, aún con la nariz roja pero ahora con una sonrisa. Después de limpiar el desastre, tomó al pequeño en sus brazos y lo llevó a sentarse en sus piernas, lista para contarles un cuento antes de que se marcharan.

ESTÁS LEYENDO
Hurt-Toji Fushiguro
FanfictionPrimer paso: Ser maestra de preescolar Segundo paso: enamorar a uno de los padres de familia Mejor no pasemos al tercer paso ¿O si?