Jueves
Se encontraba en el supermercado, paseando por los pasillos con aire despreocupado. En su carrito, una caja con el disfraz de vaquero que Megumi le había pedido para el día siguiente. Las luces brillantes del lugar acentuaban la realidad cotidiana, una que a veces parecía extraña para alguien como él, acostumbrado a un mundo de las luces neon
—Qué bueno que me ha ido bien en el trabajo —murmuró, mientras su mano recogía la tarjeta de crédito de la caja registradora. Pagaba sin más, pero había algo en su tono que revelaba un ligero cansancio, como si el peso de mantener la normalidad para su hijo estuviera comenzando a hacer mella.
La cajera, una mujer de sonrisa amplia y ojos llenos de una confianza que rozaba la insolencia, se inclinó hacia el pequeño Megumi al entregarle la bolsa con el disfraz.
—Ten, pequeño, disfrútalo mucho —le dijo con una dulzura ensayada— Y dile a tu papi que puede venir las veces que quiera, yo lo atenderé personalmente.
Megumi, con sus ojos oscuros y expresión seria, la fulminó con la mirada. La incomodidad era palpable, como si el niño ya estuviera cansado de este tipo de atenciones no solicitadas.
—No diga ridiculeces, señorita —cortó Toji con frialdad mientras tomaba la bolsa de las manos de Megumi y recogía su tarjeta de crédito. Había en su tono una clara advertencia, aunque expresada con una calma peligrosa que no invitaba a más conversación. Salió del supermercado con paso firme, su mano entrelazada con la pequeña de su hijo.
Una vez fuera, el aire fresco de la tarde les envolvió. Las luces del atardecer pintaban el cielo con tonos anaranjados, y el mundo se sentía más grande y menos opresivo que dentro de los confines del supermercado. Caminaban en silencio, hasta que Megumi, con la curiosidad propia de un niño, alzó la vista hacia su padre.
—Papá —lo llamó con suavidad, como si estuviera dudando en hablar— Me gustaría tener una mami, pero no a esa señora. Busca a alguien más agradable.
Toji sintió una punzada en su pecho, una mezcla de sorpresa y tristeza. Había aprendido a vivir con el dolor de la pérdida, pero las palabras de su hijo traían consigo recuerdos que nunca se habían desvanecido del todo.
—Calla, mocoso —respondió con un tono severo, pero al mismo tiempo cálido, revolviéndole el cabello con una mano— Ya estoy trabajando en ello.
Megumi, con ojos llenos de ilusión, sonrió y abrazó la pierna derecha de su padre. Había en él una inocencia que Toji deseaba proteger a toda costa.
—Quiero que sea muy agradable —continuó Megumi, apretando un poco más el abrazo— Así como la maestra Marin, pero no ella, ella me gusta a mí.
Toji soltó una carcajada, un sonido raro y casi desconocido para él, y levantó a su hijo, colocándolo en sus hombros. Megumi rió con él, disfrutando de la altura y de la conexión con su padre.
Aunque Megumi no recordaba a su madre, Toji sabía que la mujer que había dado su vida por él tenía un lugar especial en el corazón de su hijo, gracias a las historias que él y Tsumiki le habían contado. Esas historias eran como un hilo que conectaba a Megumi con un pasado que nunca conoció, pero que de alguna manera sentía como propio.
Sin embargo, había noches en las que Toji no podía dormir, atrapado en los recuerdos de aquella mujer tan fuerte y decidida que había sido el amor de su vida. En esos momentos, cerraba los ojos y podía verla claramente, como si estuviera de pie frente a él. La recordaba en sueños, una mujer llamada Aoi, con preciosos ojos azules que brillaban con una luz que él nunca había visto en nadie más.
El día en que la conoció estaba grabado en su memoria con una claridad dolorosa. Ella había entrado en su vida como un torbellino, y antes de que se diera cuenta, ya estaba completamente cautivado. A los 18 años, con la arrogancia y la certeza de la juventud, le había propuesto matrimonio, convencido de que quería pasar toda su vida con ella. No había espacio para las dudas, y por un tiempo, todo fue perfecto.
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Hurt-Toji Fushiguro
أدب الهواةPrimer paso: Ser maestra de preescolar Segundo paso: enamorar a uno de los padres de familia Mejor no pasemos al tercer paso ¿O si?