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Capítulo largo y con contenido delicado

...

A veces, prefería no soñar. 

Soñar la llevaba de vuelta a la crueldad del lugar de donde provenía, un rincón del mundo donde las sombras de las tradiciones pesaban más que la libertad.

Había algo en los pueblos que despertaba la curiosidad de mucha gente. Tal vez era la estética rústica, la promesa de una vida más sencilla, o la historia y culturas que parecían inmóviles frente a la modernidad. Pero para ella, esos mismos elementos eran cadenas que la aprisionaban.

"No entiendo cómo alguien podría encontrar encanto en ese lugar..." murmuraba para sí misma cuando la nostalgia intentaba invadirla. Prefería deshacerse de esas costumbres que la habían marcado desde niña, quería empaparse del nuevo mundo que Tokio le ofrecía, uno lleno de posibilidades y anonimato.

Se vio a sí misma, con tan solo diez años, creciendo en su comunidad. Había sido una niña feliz, incluso cuando tenía prohibido mirar televisión o salir de su pequeño universo perdido. Sus padres siempre decían que "afuera" era peligroso, que la pureza del alma se mantenía intacta solo en la seguridad del pueblo.

A los doce años, las cosas empezaron a cambiar. "Eres una mujer ahora Hina" le decían las mujeres del pueblo, mientras la instruían en las tareas del hogar. La presión para ser una esposa ideal, una sumisa sin voz ni voto, comenzó a caer sobre sus hombros como un yugo invisible. "Tu único deber es dar hijos, obedecer y mantener el hogar en paz," le repetían, sus palabras frías como el invierno.

Pero lo que más le dolía recordar eran sus catorce años. Esa edad marcó el punto de no retorno. Se veía frente a sus padres, con las manos temblando, mientras le anunciaban su compromiso. Un hombre de cuarenta años, amigo de la familia, con tierras y propiedades. "Es un buen partido, Hina. Te tratará bien, mejor que cualquier otro," le aseguraban. Pero ella no escuchaba; en su mente solo había un pensamiento: escapar.

Una noche, en la víspera de su boda, todo explotó en su interior, aun recordaba las sucias manos recorriendo su pequeño cuerpo que pasaba a ser de niña a adolescente, el dolor que sintio ante aquel hombre que querpia asegurarse de que fuese "virgen" 

 No quería esa vida. 

Odiaba la idea de estar encadenada a un hombre al que apenas conocía y quien le llevaba tantos años, detestaba la idea de vivir para alguien más, y sobre todo, detestaba a sus padres por entregarla sin dudar. Esa madrugada, cuando el pueblo dormía y su "esposo" tomaba un baño, hizo lo impensable. Corrió, sin mirar atrás, con el corazón latiendo como un tambor en su pecho.

Al llegar al pueblo vecino, apenas pudo mantenerse en pie. Una amable señora la encontró en las calles, perdida y sin aliento. "¿Qué haces aquí, niña? ¿Estás bien?" le preguntó la mujer, con una mezcla de preocupación y curiosidad.

"Por favor... necesito ir a la ciudad," fue lo único que pudo responder, su voz quebrada por el miedo y la desesperación.

La señora, sin hacer más preguntas, accedió a llevarla. Al final, Tokio era el lugar perfecto para desaparecer, un lugar donde nadie conocía a nadie, y donde  podría reconstruir su vida desde cero.

Al inicio, todo fue difícil. La inmensidad de Tokio, la soledad, y el miedo a ser descubierta parecían insuperables. Pero aquella mujer que la había llevado a la ciudad, que al principio parecía solo un acto de bondad pasajera, terminó arropándola como una madre. Había algo en Hina, esa niña casi en los huesos y con un rostro perdido, que despertó una ternura profunda en la señora Tanaka, la mujer que la acogió. Había perdido a su propia hija años atrás, y en Hina encontró una segunda oportunidad, una herida que podía sanar al dar lo que había perdido.

Hurt-Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora