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-Tengo que hablar contigo.
—Naoya.

La castaña bufó. Despertar con aquel mensaje fue en verdad desmotivador. ¿No se cansaría? Es decir, Naoya era muy insistente, pero... sabía que tenía dobles intenciones detrás. Estaba decidida a darle una oportunidad, pero algo en ella no quería; prefería hacerle caso a esa pequeña parte de sí misma y solo ignorarlo.

Estaba demasiado ocupada haciendo limpieza en su departamento para que el hecho de dejarlo en visto la atormentara. El sonido de la escoba barriendo el suelo y el agua jabonosa en el cubo le daban una sensación de control que necesitaba para empezar el día.

Planificaba su día: probablemente después de limpiar iría a abastecer la despensa, o tal vez lo haría al día siguiente. A la par, también necesitaba ver más detalles con Toji Fushiguro sobre la visita a su hogar, pues honestamente no sabía qué clase de cosas podrían incomodar a los pequeños.

-Hola, buenas tardes. Emmm, no estoy muy segura de qué pueda llevarles. ¿Algo en especial que les guste a los niños?

-No se preocupe por eso, a los niños les gusta cualquier porquería dulce.
—Fushiguro.

Rió al imaginarlo escribir eso. Toji tenía un estilo tan desenfadado y directo que le resultaba divertido.

-¿Y hay algo que considere que sería molesto para ellos si voy a su hogar?

-Para nada, usted solo venga y verá, ya no se atormente por eso, aliviánese.
—Fushiguro.

Volvió a reír. No le importaba qué decía; de todas formas, les llevaría algunos presentes. Quería que su visita fuera especial y que los niños se sintieran apreciados. Mientras guardaba su teléfono, pensó en los chocolates y dulces que podría comprarles, algo que les dibujara una sonrisa en el rostro.

Con una sonrisa en su rostro y una determinación renovada, continuó con sus tareas. Sabía que, a pesar de las insistencias de Naoya, tenía algo mejor que hacer y algo más importante en lo que enfocarse: hacer feliz a los niños y pasar un buen tiempo con ellos y con Toji.

...

—Cuando diga 3, empieza la carrera —el pelinegro miró a sus hijos.

Estaban de cuclillas con un trapo en sus manos, listos para limpiar el piso. Toji hacía ver la tarea divertida, organizando una competencia.

—Voy a ganarles —Megumi se concentraba en escuchar la cuenta.

—3 —Toji gritó y comenzó a correr, dejando confundidos a los otros dos niños, pues jamás dijo 1 ni 2.

Obviamente ganó el mayor y rió al ver las caras de sus dos pequeños.

—Nunca dije que contaría, tontos —se burló, claro hasta que el pequeño Megumi comenzó a llorar— Era un juego, era un juego, a ver, comencemos de nuevo —puso los ojos en blanco— Prometo no hacer trampa.

—Papá solo quería ver si estabas atento —Tsumiki intentó ayudar— Vamos, ahora gánale, si vuelve a hacer trampa, le meto el pie, ¿sí?

—Chi —se limpió los ojos con la manga de su playera y volvió a ponerse en posición.

Toji bufó molesto.

—A la 1 —hizo una pausa— A las 2 —los tres tomaron la pose— y a las 3 —comenzaron a correr para limpiar el piso y al final dejaron que Megumi ganara.

El menor comenzó a gritar de emoción.

—Sí, sí, como sea —el mayor respondió como todo un niño berrinchudo— ¿Qué más nos falta por limpiar?

Hurt-Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora