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Un corazón roto.

¿Duele, no es así? Te hace querer sacar lo peor de ti. Te consume, te retuerce por dentro hasta que ya no eres la misma persona. Pero la verdadera pregunta era: ¿qué estaba realmente roto? ¿Su corazón... o su ego?

Naoya  se quedó mirando fijamente el mensaje en su teléfono, su visión borrosa por la ira y el alcohol. Tenía un récord impecable: nunca había sido rechazado. Y ahora, ahí estaba, destrozado por un simple mensaje de texto. Un mensaje que no dejaba espacio a dudas ni interpretaciones.

"Naoya, solo somos compañeros de trabajo, por lo que te pido dejes de escribirme si no es para temas de la escuela y no, no podemos vernos fuera de ella. Espero puedas entender."

Las palabras rebotaban en su mente como un eco cruel, cada repetición una nueva punzada en su orgullo. Una risa amarga brotó de sus labios, un sonido vacío que resonó en la soledad de su apartamento.

—¿No quiere llegar a un acuerdo? —murmuró con una mezcla de sarcasmo y dolor— Bien, que se joda.

El vaso de cristal que sostenía en su mano temblaba ligeramente. Lo observó por un momento, viendo el reflejo distorsionado de su rostro en el líquido ámbar. Un rostro que ahora mostraba más odio que pena. Dio el último trago a su bebida, sintiendo el ardor descender por su garganta, y tomó una decisión.

Si Marin, o Hina, como prefería llamarla ahora, no quería estar con él, entonces no tendría una vida feliz junto a ese patético Toji Fushiguro. No cuando él tenía el poder para destrozarla, para arrebatarle todo lo que había construido con tanto esfuerzo.

Con dedos rápidos y decididos, Naoya redactó un mensaje. Con cada palabra que escribía, sentía una oscura satisfacción, como si el acto de destruirla pudiera reparar el daño hecho a su orgullo.

Una vez que terminó, revisó el mensaje una última vez, asegurándose de que fuera lo suficientemente devastador. Satisfecho, añadió los destinatarios: los padres de los estudiantes bajo su cuidado, y la directora de la escuela. Un simple toque en la pantalla y el mensaje estaba enviado.

Naoya se recostó en su silla, observando el teléfono mientras se enviaba el correo. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios al imaginar el caos que seguiría. Marin pensaba que podía rechazarlo, humillarlo, y seguir con su vida como si nada. Pero se había equivocado. Nadie lo rechazaba impunemente.

—A la mierda Marin... o Hina, o como quiera llamarse —susurró con un tono venenoso— Si no está conmigo, entonces no tendrá una vida feliz al lado de ese imbécil de Toji Fushiguro.

Naoya lanzó el vaso vacío al otro lado de la habitación, observando con satisfacción mientras se rompía en mil pedazos contra la pared. El sonido del cristal estrellándose resonó en el silencio, un eco perfecto de su interior destrozado.

Ahora, sólo quedaba esperar. Esperar para ver cómo el mundo de Marin se desmoronaba, tal como ella había destruido su orgullo.

...

El sonido del timbre retumbó por toda la casa, resonando con una mezcla de anticipación y nerviosismo. Toji, quien ya sabía quién estaba del otro lado, caminó con tranquilidad hacia la puerta. Cuando la abrió, una sonrisa cálida apareció en su rostro.

—Hola, es bueno verte de nuevo —dijo, dejándola pasar mientras sus ojos se suavizaban al verla.

Marin suspiró, intentando calmar las mariposas en su estómago. No era la primera vez que se encontraba en esa casa, pero la situación ahora era diferente. Esta vez, no era solo la profesora amable. Ahora, era la novia de Toji Fushiguro, y eso lo cambiaba todo.

Hurt-Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora