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Sabes que es amor incondicional cuando esa persona te apoya en el momento más bajo de tu vida.

Quizás este no era el peor momento, pero las miradas de juicio y los susurros críticos le quitaban la felicidad que tanto anhelaba obtener. Aquella mañana, Marin se encontró atrapada en un torbellino de ansiedad. Los rumores que había intentado dejar atrás, el pasado que tanto se había esforzado en enterrar, estaban resurgiendo con una fuerza devastadora.

Antes de dirigirse a la reunión, le pidió al profesor Suguru Geto que se encargara de su clase. Tenía que presentarse inmediatamente en la sala de juntas, donde la directora y los padres de familia del grupo la esperaban.

Cada paso hacia esa sala sentía como un peso insoportable en su pecho. Temía lo peor: que los padres exigieran su despido, y que todo su esfuerzo por construir una nueva vida se desmoronara frente a sus ojos. Pero en todo ese caos interno, había un faro de esperanza. Toji. Él había estado a su lado, brindándole el apoyo que tanto necesitaba. Aunque no se mostraban abiertamente como la pareja feliz que eran, las miradas de confianza y la fuerza que él le transmitía eran suficientes para levantarle el ánimo.

Al entrar a la sala de juntas, Marin sintió las miradas inquisitivas clavarse en ella. Mei Mei, la directora, la esperaba junto a los padres de familia, con una expresión de confusión que no pasó desapercibida para Marin.

—Todos sabemos por qué estamos reunidos aquí, así que no hacen falta más explicaciones, —comenzó Mei, tomando el mando de la situación— Este fin de semana, surgieron supuestos rumores sobre la señorita Marin que han alterado su tranquilidad mental. Como directora, estoy obligada a tomar en cuenta las opiniones de ustedes y tomar decisiones que garanticen la tranquilidad de sus hijos. Sin embargo, antes de proceder, quiero cederle la palabra a la señorita Marin para que nos brinde una explicación y calme sus pensamientos. — Mei le dirigió una mirada a Marin, dándole el permiso para hablar.

Marin asintió con nerviosismo, respiró hondo y dio un paso al frente. —Mi nombre es Marin. Me conocen como la profesora de sus hijos, la persona que se esfuerza día a día para asegurar que tengan un crecimiento digno y una infancia feliz. — Hizo una pausa, intentando controlar el temblor en su voz— Este sábado por la noche, surgió un rumor que me involucra en acusaciones sobre un pasado que ya no tiene relación conmigo. Quiero asegurarles que todo lo que se diga sobre esa mujer llamada Hina, que partió de su pueblo para tener mejores oportunidades, no tiene nada que ver conmigo. Yo soy Marin, la mujer que ven todos los días entregándoles a sus hijos con la esperanza de poder seguir haciéndolo.

A medida que las palabras de Marin resonaban en la sala, comenzaron a surgir susurros entre los padres. Era difícil, como mujer, evitar ser el blanco de críticas y prejuicios, y Marin lo sabía.

—¿Qué nos garantiza que esta mujer no está influyendo de mala manera en mi hija? —preguntó con molestia una de las madres.

—¿Cómo sabemos que no es una traficante? No sabemos nada de su lugar de origen —agregó otra mujer, sumándose a las críticas.

Marin sentía cómo la situación se le escapaba de las manos. Sabía que, si estos padres pedían su renuncia, tendría que aceptarlo, aunque eso significara renunciar a los niños que tanto había llegado a querer.

Antes de que pudiera responder, la grave voz de Toji Fushiguro rompió el aire tenso. —¿Ustedes tienen pruebas de que ella es todo eso? —preguntó, su tono firme y desafiante— Es decir, no tienen ninguna prueba que demuestre esas acusaciones.

Una mujer de cabello azabache alzó la voz, interrumpiendo. —Él hará todo lo posible por defenderla, escuché que son pareja. El apoyo que venga de él no nos sirve de nada.

Hurt-Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora