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—¿Qué? — Marin lo miraba, claramente confundida. El ambiente alrededor de ellos se sentía extrañamente silencioso; el lugar estaba completamente vacío, dejando solo a ellos dos en pie.

—Es Toji Zenin — repitió Naoya con un tono de satisfacción, como si disfrutara el impacto que sus palabras habían tenido en ella.

—Es Zenigata — Marin replicó, su mente recordaba la conversación que había tenido con Toji en el auto. Había sido claro, o eso había pensado.

—Al parecer, alguien no ha sido muy honesto contigo — el de las mechas rubias esbozó una sonrisa que reflejaba un placer malicioso. Dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente para que Marin sintiera su proximidad de una manera incómoda. — Tenías planes para verlo este viernes, ¿no es así? — insinuó, su tono de voz estaba impregnado de una mezcla de burla y desafío. — ¿Qué te parece si, por fin, aceptas esa cita que te he estado proponiendo desde hace tiempo? Podemos ir a ese club, y tú podrías verlo con tus propios ojos marrones — sugirió, sus palabras enredándose con una insinuación palpable.

—Este viernes tenemos campamento — Marin intentó excusarse, buscando una salida a la situación.

—¿Seguirás rechazándome? — Naoya insistió, sin disimular su frustración.

Marin suspiró, sintiendo una mezcla de emociones que la atravesaban. No le interesaba profundizar en las insinuaciones de Naoya, pero al mismo tiempo, la duda comenzaba a crecer dentro de ella. Si la información que Naoya compartía era cierta, ¿por qué Toji habría mentido sobre algo tan fundamental?

Finalmente, su resolución se fortaleció. —Mañana haré el anuncio de que cambiaremos la actividad del viernes... — dijo, mirándolo con determinación. — Iremos a ese club.

Naoya sonrió, complacido con su victoria parcial. Alzó una mano para acomodarle un mechón de cabello detrás de la oreja y luego, con suavidad, tomó su barbilla entre sus dedos. —Será divertido — prometió, su voz goteando seguridad y autocomplacencia.

Con la decisión tomada, Marin se retiró hacia la oficina de su amiga, manteniendo un silencio rígido consigo misma. No quería compartir una palabra de lo que había sucedido hasta que llegara el viernes; no deseaba avivar ilusiones ni sospechas innecesarias.

El camino hacia la oficina de Mei se le hizo interminable, pero finalmente llegó a la puerta. Tocó tres veces y entró.

—Marin — la sonrisa de Mei la recibió calurosamente — ¿Qué te trae por aquí?

—Venía a firmar mi cheque — respondió, devolviendo la sonrisa, aunque con un dejo de nerviosismo que Mei percibió de inmediato.

—Ah, sí, dinero, dinero — Mei bromeó mientras abría algunos cajones de su escritorio en busca de una pluma. Luego, con un tono más casual, añadió — Corren los rumores de que te estás llevando muy bien con el señor Fushiguro.

El sonrojo fue instantáneo en el rostro de la castaña. — Oh, eso... — soltó una risa nerviosa, sintiendo que la charla se desviaba hacia terrenos más personales. — Bueno, eres mi mejor amiga, y creo que deberías saberlo.

—Oh — Mei levantó una ceja, interesada en lo que vendría a continuación. Su delicada mano izquierda se apoyó en su rostro, adoptando una pose expectante. — Cuéntame.

Marin se acercó con una sonrisa que no podía ocultar. Se sentó en el borde del escritorio de Mei y la miró fijamente antes de comenzar. Comenzó relatando la salida a la tienda de donas, describiéndola como una experiencia bastante normal, pero mencionó que sintió una especie de conexión especial mientras conversaban un poco más de lo habitual. Luego, pasó a describir cómo terminó yendo a la casa de los Fushiguro el día anterior.

Hurt-Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora