Un pequeño niño caminaba por los pasillos del colegio, con su mochila colgando ligeramente de uno de sus hombros, mientras se dirigía hacia su salón. Sus pasos eran cuidadosos, y aunque parecía concentrado en su camino, había una leve expresión de tristeza en su rostro.
—¿Megumi, cierto? —una voz masculina interrumpió su avance, y al levantar la vista, el niño vio a un hombre alto y rubio que le sonreía con una mezcla de arrogancia y falsa amabilidad.
Megumi frunció el ceño, su instinto le decía que debía mantenerse alejado de él. —Aléjese, no me agrada —respondió con frialdad, intentando rodearlo para continuar su camino, pero el hombre fue más rápido, colocándose una vez más en su camino.
—Espera, necesito que me ayudes con una información —dijo Naoya, y sin previo aviso, levantó a Megumi en brazos, tratando de inmovilizarlo para que no pudiera escapar. Sin embargo, el niño comenzó a moverse con incomodidad, su pequeña figura se retorcía intentando liberarse del agarre.
—¡Suélteme! —exclamó Megumi, sintiendo una mezcla de desesperación y enojo— ¡Necesito ver a la señorita Marin! Ayer no pude despedirme de ella —sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, un reflejo de la frustración y la ansiedad que sentía. Ante esa reacción, Naoya se detuvo por un momento, sin soltarlo, pero observando la vulnerabilidad en la expresión del niño.
—¿Ayer? —rio nerviosamente, fingiendo confusión— Recuerda que ayer no hubo clases.
—Ella estuvo en mi casa —presumió Megumi, su tono mostrando un leve orgullo— Pero me quedé dormido y no sé si papá la llevó a casa.
Al escuchar esas palabras, la expresión de Naoya cambió drásticamente. Su sonrisa se torció en una mueca de molestia disfrazada de interés. —Oh, entonces ustedes ayer jugaron a ser la casita, ¿verdad? —preguntó con un tono irónico, esperando una reacción del niño.
Megumi asintió inocentemente, sin percatarse del tono del mayor. Naoya sonrió, pero sus ojos mostraban un destello de malicia. —Y dime, ¿Marin sabe acerca del trabajo de tu padre? —preguntó, con la intención de sembrar una duda en la mente del pequeño.
—¿Qué tendría que saber? —replicó Megumi, su confusión evidente. Al parecer, el niño no estaba al tanto de la vida nocturna de su padre.
—Oh, nada, nada —respondió Naoya rápidamente, sintiendo que quizás había ido demasiado lejos. Llegaron finalmente a la puerta del salón de Megumi, y Naoya se detuvo frente a ella— Llegamos.
Sin decir una palabra más, Megumi no se despidió y entró corriendo a su salón, dejando a Naoya parado allí con una mezcla de desdén y satisfacción en su rostro.
Justo en ese momento, Marin salió de su salón, asomándose para ver cuántos niños faltaban por llegar. Su mirada se encontró de inmediato con Naoya, quien, con una sonrisa egocéntrica, se colocó frente a ella.
—Marin, buenos días —saludó Naoya con una voz cargada de intenciones ocultas— Espero hayas visto mi mensaje, porque en verdad necesito hablar contigo.
Ella suspiró, manteniendo una expresión serena aunque interiormente sentía una creciente incomodidad. —Lo lamento, ayer estuve un poco ocupada.
Naoya levantó una ceja, su sonrisa se ensanchó de manera casi cruel. —¿Divirtiéndote jugando a ser la mami en casa de los Fushiguro?
Marin se sorprendió por su comentario, pero su rostro no lo mostró. Mantuvo la compostura y respondió con tranquilidad— Sí, quizás.
El silencio que siguió fue incómodo, cargado de tensión. Naoya intentaba leer su reacción, buscando alguna señal de vulnerabilidad en ella. Sin embargo, Marin no le dio el gusto.

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Hurt-Toji Fushiguro
FanfictionPrimer paso: Ser maestra de preescolar Segundo paso: enamorar a uno de los padres de familia Mejor no pasemos al tercer paso ¿O si?