Capítulo 61

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CAPÍTULO 61

>N A R R A D O R A<

En la oscuridad de la cama del gran Double R, yacía su amante descansando, mas cuando una pequeña luz proveniente de la lamparita del escritorio de Richard le iluminó el rostro, se despertó y miró en aquella dirección.

—¿Amor? —Preguntó Martha León en un susurro ronco que alertó a Richard— ¿Qué haces despierto a esta hora?

Él, que estaba decidido a terminar la última carta para la más pequeña de sus hijos, apartó la mirada de la hoja ya escrita y observó a su amante. Habían aprovechado que los chicos saldrían fuera hasta el día siguiente, para dormir juntos otra vez.

—Martha, cariño, vuelve a dormir. —Murmuró Richard en tono meloso y ella sonrió.

—¿Y tú? —Cuestionó la mujer estirando sus extremidades, aún en la cama.

—Enseguida vuelvo contigo a la cama. —Aseguró el hombre, volviendo la mirada a la carta inconclusa.

—No tardes.

Mientras Martha volvía a dormirse, aunque esta vez estaba atenta a la llegada de Richard a la cama, él suspiraba resignado mientras plasmaba cada palabra que salía de su corazón en aquella hoja.

«Perdóname, cariño» En su mente repetía una y otra vez, sintiéndose culpable por no haber remediado los errores del pasado, sobretodo los que incluían a su pequeña asesina.

Hacía una semana que venía soñando su muerte con extrañas criaturas que nunca imaginó que existieran y nombres que no salían de su cabeza. Al principio le pareció algo normal pues no le había tomado tanta importancia, pero con el pasar de los siguientes dos días con el mismo sueño, empezó a preocuparse. A Richard no le asustaba la muerte, había vivido de la mano con ella desde que nació literalmente, sin embargo, antes de dejar este mundo, tenía pendientes que terminar. Ayer decidió escribir cuatro cartas, una para cada uno de sus hijos, con la resignación de que su vida terminaría muy pronto y no alcanzaría a ver los logros y triunfos de sus hijos en el futuro.

Minutos más tarde, echó el bolígrafo junto a los otros dentro de un estuche y la carta que recién guardaba en el sobre con su sello, la depositó dentro de la gaveta con las otras tres cartas y volvió a la cama.

—Ya estoy aquí. —Besó dulcemente su hombro, mientras la abrazaba.

Un ruido proveniente de la sala, como si hubieran entrado muy normal a la fortaleza Rodríguez por la puerta principal, escucharon los amantes sobre la cama.

—¿Oíste eso? —Cuchicheó Martha, un tanto sorprendida y nerviosa— ¿Los chicos ya regresaron?

—Shhh —Richard la hizo callar en un susurro y la obligó a levantarse con él de la cama—. No son ellos.

La puerta de la habitación de Richard se abrió de golpe y la luz se encendió de igual manera. Frente a los amantes estaban Aiken Austen y Rosalía de Morzat.

—Vaya, vaya, cuando los gatos no están en casa los ratones hacen fiesta. —Suelta con malicia Aiken, mirando a Richard.

Como disfrutaba verlo intimidado, pero claro, aún no lo estaba, se veía la resignación y comprensión en su cuerpo, pero en su mirada sólo se reflejaba la molestia que le provocaba su presencia allí. Eso hizo sonreír a Aiken, había funcionado meterse sin permiso en la mente de Richard y hacerlo soñar con su muerte.... como planeaba hacerlo ahora, no obstante, tenía algo planeado de último minuto.

Pacto de Sangre (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora