Se conocieron hace muchos años en un bar de mala muerte, un lugar que parecía haber detenido el tiempo en la década de los 30. La madera de las mesas estaba desgastada por años de uso y el aire estaba impregnado con el aroma de humo y alcohol. Las luces, tenues y parpadeantes, apenas iluminaban las caras cansadas de los clientes. El escritor, un joven desaliñado con la mirada perdida, había encontrado en ese refugio sombrío un escape temporal a sus problemas. Su vida se había desmoronado tras la muerte de su madre, y la situación en su hogar se volvió insostenible cuando su padre, envuelto en la locura, descargó su furia en él. El joven, sin la edad suficiente para trabajar legalmente, había encontrado maneras desesperadas de ganar dinero para seguir bebiendo y olvidar el dolor y el frío que calaban sus huesos.
Una noche, el silencio del bar se rompió con el chirrido de la puerta al abrirse. Un hombre vestido con un elegante traje oscuro y un sombrero fedora entró, su presencia contrastando con la mugre y el desorden del lugar. Su acento británico, claro y educado, resonó con un eco de formalidad en el ambiente polvoriento.
"¿Buscas algo en particular?" preguntó el cantinero, un hombre de mediana edad con una mirada cansada, que se secaba las manos en un paño.
"Sí, estoy buscando alojamiento. ¿Qué me puede ofrecer?" respondió el detective, sus ojos oscuros explorando el bar con un interés que no pasaba desapercibido.
El joven escritor levantó la vista de su vaso, observando al recién llegado con un aire de desconfianza. La combinación de la elegancia del hombre y el entorno deteriorado del bar creaba una imagen casi surrealista.
"Demasiado pequeño para estar bebiendo a estas horas de la noche, ¿no?" preguntó el hombre, acercándose al escritor. Su mirada, calculadora, se deslizó desde la cabeza hasta los pies del joven, evaluándolo como si fuera un caso a resolver.
"Demasiado viejo para meterse en asuntos ajenos, ¿no?" replicó el joven, alzando la mirada con un desafío palpable. Sus ojos amatista, llenos de una tristeza amarga, fijaron su atención en el detective. "Debo advertirte que si eres algún tipo de viejo verde que intenta llevarme a la cama amenazándome con las autoridades, te mataré."
"¿Viejo?" El detective levantó una ceja con una mezcla de sorpresa y diversión. "Apenas soy un par de años mayor que tú."
"Te ves como de 40," el joven observó con desdén, tomando un trago largo de su bebida.
"¡Tengo 21!" El detective sonrió con una mezcla de desdén y curiosidad, sus ojos se movían con una agilidad que reflejaba su experiencia.
"¿Y bien?" preguntó el joven, tratando de ocultar la intriga detrás de su desdén. "¿Qué quieres?"
"Ya lo sabes. ¿Qué hace un chiquillo de 18 años bebiendo en un bar de mala muerte a altas horas de la noche?"
"Eres un detective. Dime qué hago aquí."
"Soy detective, no adivino."
"Entonces no eres tan bueno como crees." El joven lo miró con una sonrisa irónica, revelando que, a pesar de su apariencia dura, estaba intrigado.
"No se puede sacar conclusiones solo con mirarte en la oscuridad," replicó el detective, su tono impersonal escondiendo un interés genuino.
"¿No?" El joven rió con burla, su tono mordaz escondía una herida abierta. "Déjame ver, Arthur Conan Doyle, detective de 21 años que vino desde el Reino Unido, específicamente desde Londres, en busca de un compañero para resolver crímenes. Conoció a alguien por internet, le robó y ahora está perdido y sin dinero en uno de los barrios bajos de Estados Unidos," dijo, tomando un sorbo de su bebida, su mirada fija en el detective con una mezcla de admiración y cinismo.
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Misión: Recuperar su amor
FanfictionPoe decide seguir con su vida y superar el rechazo de Ranpo. Ranpo descubre que esta profundamente enamorado de Poe y solo tendrá una misión en mente. Misión: Recuperar su amor. Los personajes no son mios, la historia sí.