☆Capítulo 40☆

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Después de haber pasado una noche algo ajetreada, la mañana finalmente llegó con la cálida bienvenida del sol. Ambos se bañaron, cada uno por separado, claramente, y cuando Nikolai estaba colocándose la ropa... Sintió que debía avergonzarse por algo, aunque no sabía específicamente de qué o por qué, pero no le dio más vueltas al asunto y terminó de alistarse.

La mente de Nikolai pensaba diez mil cosas a la vez, algunas positivas, algunas ridículamente innecesarias y algunos fragmentos de su pasado que seguían regresando a él sin motivo alguno. Debido a esto tenía dolor de cabeza tan temprano por la mañana. Más distraído de lo normal, ni siquiera notó lo rápido que habían llegado ambos a la prisión religiosa que se hacía llamar internado.

El chico que los recibió en la puerta era aquel mismo chico que les había dado los celulares a cambio de dulces y dinero, Ranpo Edogawa. Cuando los vió pasar las puertas, le guiñó el ojo a Nikolai mientras masticaba un dulce.
Nikolai en realidad no tenía tantas ganas de payasear, así que sólo le devolvió el "saludo" con una pequeña sonrisa y una leve reverencia de cabeza.

Fyodor notó sus comportamientos algo inusuales, pero entendió que se debía al pequeño problema en la noche, y se puso en sus zapatos. Nadie tendría los ánimos para divertirse después de recordar algo tan impactante después de tantos años.

En algún punto del camino Fyodor se despidió palmeando cariñosamente la cabeza de Nikolai argumentando que tendría que avisar su llegada y hablar con alguien. El albino no indagó más al respecto y se despidió de él con un "Nos vemos luego, dos-kun"

Ahora solo, Nikolai se permitió un poco de vulnerabilidad, y caminó cincos pasos sujetándose la cabeza con ambas manos. Era muy temprano por la mañana, así que aún no sonaba el timbre que despertaba a todos, por resultado tenía el patio sin ningún alma alrededor. Mirándolo con más detenimiento, sintió que su vida era una desgracia completa. No era como si no lo hubiera notado antes, pero ahora tenía un nuevo punto de vista.

El frío de la mañana le congelaba las manos y como cualquier persona normal, decidió que meter sus manos en los bolsillos de su pantalón serían una buena idea, pero las yemas de los dedos su mano izquierda sintió algo muy delgado y plano. De inmediato lo sacó y sonrió avergonzado al notar que efectivamente, eran las fotos. De seguro Fyodor las había sacado cuando lavó la ropa y las volvió a meter cuando la ropa estuvo seca.

Su ánimo mejoró mucho a partir de ahí. Además, ¡sentía que no había visto a Mikhail por más de un año! ¡Estaba más que emocionado por verlo y molestarlo un poco!

Finalmente llegó a la habitación, y abrió con silencio la puerta. Entró casi de puntas a la habitación para no despertar a Mikhail de sus dulces sueños. Ese muchacho tenía el sueño muy ligero. Estaba seguro de que si respiraba más fuerte, Mikhail podría levantarse. Si quería darle una sorpresa, no se permitiría un error.

Dió unos pocos pasos antes de estar delante de la cama de Mikhail, ya que la habitación no era muy grande tampoco. Ya desde arriba, podía apreciar perfectamente el rostro imperturbable de Mikhail durmiendo tan plácidamente.

- ...

¡¿Cómo alguien podía verse tan descaradamente guapo incluso mientras dormía?! ¡¿En donde estaban las lagañas y la saliva derramada en la almohada?! ¿Es que acaso Mikhail no era humano...?

Hizo un pequeño puchero al notar que efectivamente, Mikhail era perfecto incluso durmiendo. ¿Son acaso los beneficios de ser ridículamente millonario? ¡Vaya! En serio los millonarios estaban a otro nivel. De seguro lo más humilde que Mikhail había hecho en toda su vida era ir al baño.

Se puso en cuclillas delante de la cama del pequeño-no tan pequeño- ruso, viendo su rostro más de cerca. Mikhail ciertamente era guapo, y nunca lo había dicho a modo de exageración. Tenía rasgos suaves y delicados, y su piel era reluciente, aunque a veces podía lucir algo demacrado por su frágil salud, sus pestañas eran abundantes, ¡pero no llegando a la exageración como esas pestañas postizas tan horribles! Sus pestañas eran finas, lo que le daba un toque más encantador a sus ojos. Mikhail tenía ojeras, pero eran leves y de color medio rosado, quizás producto de su buen cuidado a la piel.
Sus labios no eran ni delgados ni gruesos, eran el perfecto equilibrio, y su arco de cupido los remarcaba perfectamente y su nariz era simplemente perfecta. Vaya, en serio era un jovencito muy guapo...

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