Cap.18 ~ Sentimientos

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Mire al reloj en la pantalla de mi teléfono nerviosa. Había llegado 20 minutos antes y no sabía si seria de mala educación tocar al timbre. Quizás estaba ocupada o ni estaba en casa. Sería mejor dar una vuelta y volver en un cuarto de hora.

Mire a mi alrededor intentando encontrar algo que hacer, pero no había nada que me llamara la atención. O al menos otra cosa que no fuera la pastelería de la esquina. Y aunque quería evitar entrar y molestar más de lo necesario, no había otra cosa que hacer y quedarme de pie con el frio que hacía a finales de enero en Paris no era una opción. Nunca entendería como los parisinos podían caminar por las calles con solo un jersey sin congelarse al segundo. Yo ya estaba harta de los abrigos y las bufandas, y todavía quedaba un mes o dos meses más así.

La pastelería no estaba muy concurrida. Desde el cristal podía ver a el que supuse que seria el padre de Marinette hablando con un cliente en la caja. Al entrar unas campanitas sonaron anunciando mi llegada. El padre de Marinette alzó la mirada y me saludó como si fuera una clienta más. Yo le salude rapidamente y volví a dirigir mi mirada a los diferentes tipos de pastelitos que estaban expuestos en las vitrinas. Me relajé al saber que Tom no me había reconocido. Leí las etiquetas de los postres de una en una. Seguía sin saber mucho de los postres franceses. Había probado alguno que otro, solo los que encontraba en casa para desayunar. Pero ahora viendo todos esos dulces como los macarons, eclairs o madeleines sentía que había desaprovechado mi tiempo aquí sin haber degustado tremendos manjares.

Mientras leía los sabores de los diferentes macarons de colores expuestos, alguien entró en la panadería. Lo supe al escuchar al padre de Marinette le saludarlo.

Me giré con brusquedad al sentir la mano de alguien sobre el hombro.

—Lo siento, no quería asustarte.

—No te preocupes, lo siento yo por no avisarte de que había entrado aquí.

Marinette me sonrió y me presentó a su padre. Tom me estrechó la mano. Luego apareció su madre, Sabine, y Marinette me presentó a ella también. Yo estaba demasiado avergonzada porque me hubieran pillado mirando como un perro hambriento a los pastelitos como para decir palabra, a si que me limité a sonreír y contestar con las menos palabras posibles a las preguntas que me hacían. Aunque estuvieran siendo muy amables conmigo, me relajé cuando Marinette les pidió que me dejaran en paz, que teniamos cosas que hacer.

Nos despedimos y salimos (o entramos) a la casa de Marinette, no sin antes tener que decirle no a los pastelitos que me habían ofrecido sus padres. Aunque tenían una pinta increíble y me moría por probarlos, no quería parecer una desagradecida, a si que tuve que resistirme aunque eso había parecido dolerle en el alma al señor Dupain.

—Lo siento si mis padres son muy intensos. Les encanta conocer a mis amigos y les ofrecerían la pastelería entera si pudieran. —se disculpó Marinette mientras subíamos las escaleras a su cuarto.

—No pasa nada.

La profesora de química nos había puesto por parejas al azar para un trabajo. Por suerte para mí, el nombre de Marinette había sido nombrado después del mio a si que no tendría que hacer el trabajo con gente de clase que no conociera bien, aunque siendo honestos, con los únicos que no me importaba que me juntaran eran o con mi primo o con Marinette.

Marinerte me lanzó un cojín y me dijo que me sentara en el suelo, a si que eso fue lo que hice. Mientras ella rebuscaba en su cajón materiales para la maqueta que teníamos que construir, yo abrí mi mochila y empecé a sacar las cosas que había traido junto a mi portátil.

—Mierda... ¡Ahora vengo! —escuché decir que Marinette antes de ver por el rabillo del ojo como desaparecía tras la trampilla del suelo.

Mientras esperaba a que Marinette llegara, mire el cuarto a mi alrededor. Me pareció curiosos que aunque todas las paredes y muebles tuvieran diferentes tipos de rosas, no era una habitación infantil. Me fijé en el maniquí con los que supuse que serían diseños de Marinette expuestos, en la maquina de coser sobre la mesa rodeada de un desorden de telas y ese tipos de cosas y en la pantalla de su ordenador con un collage de fotos de Adrien (cosa que me hizo sonreir).

El azul de sus ojos - Luka Couffaine x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora