Cap. 3 ~ Un sueño mejor

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*En casa de los Couffaine*

Los hermanos, los dos medio dormidos, estaban comiendo el desayuno en la isla de la cocina. Desayunaban juntos y salían juntos, pero Luka, el mayor, iba a una facultad de música, pues el tenía claro que eso era a lo que se iba a dedicar, mientras que Juleka, seguía yendo al colegio Françoise-Dupont. Ninguno de los hermanos era demasiado hablador, por eso normalmente el desayuno lo tomaban en completo silencio, pero ese día, el chico de mechas azules tenía una pregunta rondando su cabeza desde la tarde anterior.

—Jul, me gustaría preguntarte que quien es...— miró a Juleka y esta a la vez, lo miraba a el atentamente — ¿Quién es la amiga de Adrien, ___? Nunca antes la había visto.

—Ah, es... prima de Adrien, nadie sabía nada de ella hasta que hace poco se tuvo que mudar a París— cuando oyó decir esto a su hermana, sin saber la razón, una presión en su pecho se aflojó y desapareció.

—Lo siento por ser cotilla pero...¿Sabes la razón de su mudanza?— preguntó Luka curioso, acordándose de lo que había sentido al verla y hablar con ella.

—Tranquilo, no pasa nada, pero la verdad, yo tampoco la sé, y creo que nadie, pues Adrien por privado nos dijo que no le preguntáramos, que ella ya nos los diría a su tiempo— dijo la chica, y al ver que su hermano no decía nada siguió con su desayuno. Luka en cambio se quedó un rato pensando en lo que le había dicho su hermana. ¿Por qué se había mudado? ¿Por qué Adrien les había dicho eso? ¿Qué le había pasado a la chica?, Luka frenó sus preguntas, pues no quería ser un cotilla y entrometerse en la vida de alguien más, pero es qué era difícil, pues la chica le había transmitido tristeza y nostalgia, lo mismo que la música que el le había tocado le transmitió a ella. Y él, siempre que sentía que alguien se encontraba decaído, tenía la obligación de ayudar en lo que pudiera.

~

*En casa de los Agreste*

El despertador sonó por tercera vez, consiguiendo, por fin, levantarme. Lo apagué, me senté en la cama y me estiré mientras bostezaba.

Todo sucedió como los dos días anteriores. Me levanté, desayuné, me preparé, fui al colegio y volví a casa. Aunque me había metido a las nueve y media a la cama, sentía que no había dormido nada. Los ojos se me cerraban cada dos por tres, me había costado mantenerme de pie y no me apetecía hacer nada, solo llegar a casa y tirarme en la cama de mi habitación donde sin querer, me quedé dormida hasta tarde. Adrien fue quien me levanto, avisándome que era la hora de cenar, yo solo asentí, y le acompañe durante la cena. Hablamos un poco, aunque yo, no estaba prestando demasiada atención.

Al terminar me levanté y volví a mi cuarto. Mi primo me pregunto a ver si me encontraba bien. Yo le dije que sí, que solo estaba un poco cansada, nada más. Y era verdad. Antes de irme a la cama, me duché, y cuando me senté en mi cama vestida con mi pijama, un nudo se me formó en la garganta, al pensar en mis padres, de nuevo. No había hablado con nadie sobre ellos, e intentaría no tener que hacerlo y llevar el dolor yo sola. Pero no había sido buena idea.

No podía respirar, y a la vez hacerlo me dolía. Los ojos me escocían y sentía que si abría la boca en cualquier momento iba a llorar. Muchos pensamientos me recorrían la cabeza, sobre ellos, sobre mí, sobre mi vida. Los ojos se me humedecieron y poco tiempo después lagrimas me recorrían las mejillas, pero no era suficiente. Necesitaba hablar con alguien pero mi cabeza me lo impedía, diciéndome que iba a molestar, ya que no había nadie en quien tuviera tanta confianza, y mi primo ya tenía lo de la tía Emily, y no quería hacerle recordarlo ni cargarle con mis problemas. Me tumbe en mi cama llorando en silencio mientras mi cabeza traicionera reproducía recuerdos felices que tenía con ellos, como si quisiera recalcarme que nunca más lo tendría conmigo. Lloré hasta que el sueño llegó y se apoderó de mí.

~

El día siguiente me levante sin necesidad de volver a poner una alarma más, aunque tampoco recordaba que hubiera sonado. Se me habría olvidado ponerlo la noche anterior y por suerte me había levantado. La casa estaba silenciosa como de costumbre. Salí de mi cuarto y bajé las escaleras para ir a desayunar pero no había nadie ni nada esperando allí, y eso que normalmente el desayuno ya estaba servido y Adrien me solía esperar. Quizás me había levantado demasiado pronto.

Cuando estaba a punto de regresar a mi cuarto, desde la cocina llego el sonido de una voz de una mujer, cantando algún tipo de nana, lo que hizo que me quedara a escucharla. Poco a poco la voz se iba volviendo mas reconocible hasta que por la puerta, apareció mi madre, con la misma ropa que la última vez qué la vi. Un vestido blanco largo de manga que le llegaba hasta el antebrazo junto a unos botines negros. Allí estaba, de pie como si nada, con la sonrisa que siempre tenía en la cara, la sonrisa mas bonita y que según mi padre, yo había heredado

—___...— me llamó, con la voz con la que me hablaba siempre que yo necesitaba mimos. Se acercó a mi, pero de quedo a unos metros evitando que yo la pudiera tocar y abrazarla tan fuerte que no se podría volver a ir y dejarme a mí sola. De repente una mano se posó sobre mi hombro, y al levantar la mirada vi a mi padre con una sonrisa en la cara.

—___... despierta— me dijo. Yo les intente hablar, pero una fuerza invisible evitaba que abriera la boca o hiciera algún sonido. Les tenía tanto que decir, que los quería, que los necesitaba de vuelta, que pensaba siempre en ellos, y que deseaba que todo solo hubiera sido una simple pesadilla de la que ellos me iban a despertar abriendo las ventanas, destapándome y dejando que el frio del otoño inundara mi cuarto. Pero nada salió de mi boca. —Despierta— volvió a decir mi padre, aunque esta vez su voz había cambiado y era mas alta. Parecía que no salía solo de el, sino que de todos lados, pero su sonrisa era la misma, la misma que me dedicaba cada vez que se sentía orgulloso se mí, como cuando por primera vez... —DESPIERTA— dijo gritando por última vez antes de que todo se emborronara, se volviera oscuro y un pitido insoportable inundara mis oídos.

~

Poco a poco mis ojos se fueron adaptando a la luz del día. Una silueta me miraba desde arriba. Poco a poco pude distinguir un pelo rubio a los lados de una cara que poco a poco se iba distinguiendo mejor.

—¿Adrien?— pregunté todavía un poco adormilada y confusa por lo que acababa de pasar. Adrien soltó un suspiro antes de quitarse de encima de mí, para que yo pudiera levantarme.

—Menos mal que te has despertado, estaba a punto de llamar a Nathalie.— dijo por lo bajo.

—¿Qué ha pasado?— pregunté, pues lo ultimo que recordaba antes de... eso que parecía haber sido un sueño, era... llorar contra las almohadas.

—Ayer te dormiste muy pronto. Se me hizo raro, pero te dejé descansar. Esta mañana te estaba esperando en el desayuno pero al ver que no bajabas vine a ver que pasaba. Cuando llegué estabas tiritando y murmurando cosas que no entendí. ¿Estas bien?— yo asentí, analizando todo lo que me había dicho —¿Segura?

—Sí, no me acuerdo de nada.— mentí, pues me acordaba de cada detalle del sueño antes de volver a la pesadilla de la realidad. —¿Tenemos tiempo de ir a clase?— pregunté, intentando desviar la conversación.

—Claro, pero si no quieres...— empezó a decir mi primo, pero yo le corté, asegurando que estaba bien. No pareció muy convencido pero asintió y me dejo a solas en mi habitación, no sin antes decirme que estaba para lo que necesitara en la habitación de al lado.

No me di mucho tiempo para pensar, y me preparé lo más rápido posible. En el espejo me fijé que tenía unas ojeras muy marcadas pero no tenía nada de maquillaje que las pudiera cubrir, a si que no pude hacer nada. Salí de mi habitación, y al bajar las escaleras vi a Adrien esperándome en la entrada. Me preguntó si quería desayunar algo antes de ir, pero no tenía apetito para comer nada. El viaje en coche fue bastante silencioso, no tenía ganas de hablar y menos de recordar el sueño que había tenido. Además, desde la noche anterior la cabeza me dolía, y a parte del cansancio, estaba mareada.

En la puerta del colegio, nos esperaban Marinette, Alya y Nino, que estaban hablando entre ellos. Cuando nos acercamos, los tres nos saludaron amistosamente, y antes de entrar a clase, Alya me preguntó a ver si había pasado mala noche a lo que yo le respondí que no había dormido mucho, lo que era mentira. Adrien me escuchó, pero no dijo nada.

El azul de sus ojos - Luka Couffaine x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora