Cap. 14 ~ Fiesta de pijamas pt.2

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Me desperté en un campo de hierba verde, tirada boca arriba, mirando el cielo azul manchado de unas pocas nubes blancas. Había una ligera brisa que chocaba contra mi piel, pero no sentía ni frío ni calor. Tampoco podía­ escuchar nada a parte del silbido del viento. Pestañeé unas cuantas veces antes de levantarme. A lo lejos pude ver un grupo de personas. Con cada paso que daba hacia ellos, el volumen de sus voces iba aumentando pero seguía­ sin poder entender lo que estaban diciendo. Distinguí­ a las chicas, a mi primo y a Luka, pero estaban extraños. No parecía­n ellos mismos.

De repente, cuando estaba a un metro de ellos, pararon de hablar al mismo tiempo. Después de un silencio que parecía­ interminable, giraron la cabeza al unísono a donde estaba yo. No sabía en qué momento había­ sucedido pero ahora estaban todos rodeandome. Y sus facciones no hicieron más que empeorar mi nerviosismo. Estaban enfadados, con el ceño fruncido y la boca ligeramente curvada hacia­ abajo. Los fui mirando uno por uno, poco a poco, girando sobre mí­ misma, y podía ver que con cada segundo que pasaba como sus caras se iban deformando más y más. Hasta que clavé la mirada en la última persona que me quedaba, en Luka, el único que parecía­ seguir "normal". El de igual manera me miraba a mi, pero sus ojos no tenían ese brillo que te atrapaba y te dejaba sin aliento. No había ningún ápice de vida en ellos. Parecían ­muertos. Intenté hablar pero ninguna palabra salió de mi boca. Intenté mover el brazo, pero nada. Luka siguió allí, sin inmutarse.

La luz desapareció de un momento a otro, como si alguien hubiera apagado el sol, y todo se volvió oscuro. No había sentido que me hubiera movido cuando un fuerte dolor apareció en la parte de atrás de mi cabeza y volvía a estar tumbada en el suelo. Escuché un grito de agonía­, uno que nunca hubiera pensado que volvería a escuchar.

—Mamá... —logré decir, ahora sí­, en un susurro.

Todo seguía­ oscuro a mi alrededor. Y el dolor cada vez iba a más. Unas voces a lo lejos fueron apareciendo. Y segundos mas tarde unas sirenas también empezaron a escucharse a lo lejos. No me moví de mi lugar. No quería. Y aunque quisiera, una fuerza extraña me lo impedía. Todo era tan parecido a como lo recordaba. Todo era tan parecido a como recordaba que había sido el día que mi vida se derrumbó por completo.

~

Abrí los ojos con fuerza y levanté la parte superior de mi cuerpo bruscamente.

Respire profundamente unas tres veces antes de ser completamente consciente de que lo que había pasado había­ sido un sueño. Bueno, la mayor parte.

Estaba empapada de sudor frío, tiritando y con el pulso acelerado. Miré a mi alrededor y recordé que no estaba en casa. Alix dormía en el sofá con un brazo colgando a mi lado. Al otro, Marinette dormía boca abajo y a su lado Alya. A mis pies Rose y Juleka dormían abrazadas y supuse que Mylene descansaba al otro lado de la parejita. Estaba rodeada por todos lados, pero necesitaba ir urgentemente al baño. Sentía que me ahogaba más y más cada segundo que permanecía allí, y que si no lloraba me iba a quedar sin aire.

Me levanté con cuidado de no hacer ningún ruido y apoyé mis pies en los huecos donde no había­ nada ni nadie. Avancé por el pasillo con cuidado hasta llegar al baño, donde cerré la puerta para después encender la luz. Me miré al espejo y no tardé en echarme a llorar, lo más silenciosa que pude.

Me merecía­ haber tenido ese sueño. Me lo merecía­ por haberme acostumbrado tan rápido a esta nueva vida. Me lo merecía­ por que parecía­ que los había ­olvidado muy rápido. Me eché a llorar con más fuerza porque aunque pensara en ellos casi todo los segundos de mi vida, no pude evitar sentirme culpable. Se merecían que estuviera pensando en ellos todo el rato. Solo habían pasado dos meses desde el accidente, y ya parecía­ que había­ pasado página. Me lo habían dado todo, la vida, felicidad y amor, y aunque cuando me los quitaron a ellos me quitaron todo lo demás, er­a como si no me importaran y como si no hubiera tardado nada en volver a recuperar todo lo que había perdido.

El azul de sus ojos - Luka Couffaine x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora