Capítulo 14.

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La habitación estaba sumida en una penumbra inquietante, iluminada solo por una luz tenue que colgaba del techo. Las paredes de metal frío reflejaban un brillo desvaído, amplificando la sensación de claustrofobia. En el centro de la sala, una única silla de metal esperaba. Junto a la silla, un libro rojo con una estrella negra en el centro descansaba sobre una mesa, acompañado de varios objetos quirúrgicos.

Elara estaba sentada en la silla, sus brazos vendados y descansando sobre su regazo. La sensación en ese lugar causaba un escalofrío en la columna de la joven. La puerta de la habitación se abrió con un chirrido metálico, y dos agentes de HYDRA entraron, seguidos por un hombre de bata blanca, evidentemente el encargado de su "revisión". El hombre se acercó a Elara, observando con un aire de profesionalismo clínico.

—Elara— dijo el médico, su voz era suave pero carente de empatía —Es hora de revisar tu nuevo obsequio.

Elara asintió ligeramente, levantando uno de sus brazos vendados para facilitar la inspección. El médico desató con cuidado las vendas, revelando la piel magullada alrededor de las muñecas y los antebrazos. Las incisiones recientes y las líneas finas indicaban el lugar donde se habían implantado las armas. Uno de los agentes estaba atento a cualquier movimiento que la adolescente pudiera hacer, listo para matarla en cualquier momento.

—Muy bien, vamos a ver cómo funcionan— continuó el médico, sacando un dispositivo de uno de los compartimentos de la mesa.

Con un gesto firme, activó el dispositivo y presionó un botón en el brazo de Elara para que diera los espasmos necesarios. Inmediatamente, las garras de vibranio emergieron de sus nudillos, brillando con una letalidad pulida. El sonido metálico llenó la habitación, un recordatorio del poder destructivo que ahora llevaba consigo.

—¿Alguna molestia?— preguntó el médico, observando las garras con un interés científico. Elara negó, sus ojos se encontraban cerrados debido al dolor, pero no debía mostrarlo.

El hombre lo volvió a hacer, pero ahora con su otro brazo y la castaña soltó un gritó desgarrador, la sangre comenzó a emerger de sus nudillos, manchando un poco las garras. El soldado se iba a acercar, pero el agente lo detuvo.

—Aún no, soldado— la mirada fría de aquel hombre recorrió los brazos de la joven en la silla.

—Bien. Las garras parecen estar en perfecto estado. Su eficiencia dependerá de tu capacidad para manejarlas adecuadamente.

Elara observó las garras un momento antes de retraerlas con un pensamiento. Las garras desaparecieron con un sonido suave, volviendo a esconderse bajo su piel. Se sentía extraña, como si una parte de ella hubiera sido reemplazada por algo ajeno, algo que representaba tanto poder como dolor.

El médico volvió a vendar sus brazos con la misma eficiencia clínica, y luego se volvió hacia los agentes de HYDRA.

—Llévenla de regreso a su celda.

El agente y el soldado asintieron y ayudaron a Elara a levantarse. Mientras la escoltaban fuera de la habitación, ella echó una última mirada al libro rojo y a los objetos quirúrgicos. Era un recordatorio constante de lo que había perdido y de lo que había ganado, una mezcla de dolor y poder que ahora formaba parte de su ser...

—¿Te gustan mucho?— preguntó Fury al ver a la joven admirando sus garras mientras pasaba uno de sus dedos sobre ellas.

—En verdad no, pero creo que son útiles.

—¿Qué sientes cuando las usas?

—No creo que lo entiendas, Nick.

—Pruébame.

GHOST (Bucky Barnes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora