Amor rimado

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Nació una vez, un niño llamado Roberto, el pobre nació tuerto. Era un lindo nene, aunque nació sin pene. Hacía todo con esmero, aunque su casa parecía un chiquero. Odiaba las palabras "te quiero", pues antes de sentirlo prefería decir "me muero".

Pero un día, su suerte cambió. Una niña a su barrio llegó. Intentó que Roberto le hiciera caso, pero él siempre la mandaba al carajo. Ella no se rindió, y todo su amor le dio, mas Roberto la ignoró, pues alguien más a su barrio llegó. Era un chico que parecía truculento, pero cuando Roberto lo miraba pensaba "khé zukulemtho". Éste se le acercó y le dijo: "Siempre hago lo que se me antoja, pero la gente se enoja. ¿A ti te va todo viento en popa? Porque aquí te acusan de jeropa."

Roberto lo miró y se quitó toda la ropa, y le respondió: "¿Quieres jugar con mi marmota?". El chico lo miró y se fue corriendo, y el barrio lo apoyó riendo. Roberto lloró trágicamente, pues aquel chico no salía de su mente. Se cortó el cabello, y aunque parecía camello, buscó a la chica a ver si lo reconocía, pero solo vio que otro se la cogía. Por ello quedó deprimido, porque su corazón habían herido. Decidió ir a la casita de su amiga Rosita, quien le aconsejó: "No hagas un dramón, y no seas huevón. Y a Manuela deja de recurrir, o la poronga se te va a escurrir".

Salió de casa de Rosita y decidió ya no jugar con su cosita, en cambio, juró que olvidaría al chico y a la chica. Se fue de bar en bar hasta morir. Cantaba sin cesar para intentar no pensar. El dueño del bar se compadeció, pero su instinto homosexual apareció, lo embriagó y se lo llevó. Y se fueron a "jugar" a un oscuro lugar. El dueño del bar lo empezó a manosear, le bajó el pantalón y le metió su paquetón. Él, sin temor, gritó de dolor. Así dejaron abierto al pobre Roberto, quien luego se fue a buscar al chico y lo encontró comiendo helado. Se acercó a su lado y le dijo: "Te ahuevas". "¡Qué chuchas!" el chico gritó. Y de la furia el helado le lanzó. El polo se embarró.

Frente a frente quedaron los dos, y la lucha empezó. Roberto, abierto como estaba, se sacó una manzana y se la tiró en la cara. El chico respondió, Y de su bolsillo sacó un gran acordeón. Tocaba sin sentido, rompiéndole los tímpanos. Roberto se abalanzó y el acordeón le quitó. Golpeó muy fuerte su cara pues al otro fuerza ya no le quedaba.

El chico admitió que le gustaba, ambos del suelo se pararon, luego se besaron y rápido se largaron de trote en trote al puente Camote, donde apareció Harry Potter. No iba a pasar ninguna desgracia. Él solo quería saber si querían comprar un poco de magia. El mago con sus ojos rojos, lente y su curiosa cicatriz en la frente, se fue sin decir nada, dejando a los amantes con la luna que alumbraba.

Roberto y su novio confesaron su amor, como es obvio, y fueron a un hostal, de donde mandaron una postal a su familia, querían que supieran que estaban en buena compañía. Aquella noche, se entregaron sin roche. Pero en plena excitación, el novio de Roberto quería una explicación, pues buscaba y buscaba y no encontraba la rata.

Pasaron varios años y decidieron casarse, lo que es peor que matarse, por lo que fueron a la catedral para que los case el cardenal, pero el hospital llamó y algo su novio descubrió. A minutos de estar casados, supieron que Roberto estaba embarazado.

Felices aceptaron el regalo no deseado, los meses pasaron y los antojos aumentaron, y al cumplir los nueve meses, nació Esteban, que tenía un cuerpo muy extraño, pues era una tortuga, pero solo tenían en mente:  "Bastardo, fuiste un accidente".

Créditos: Edgar, Angela, Jose y Whinney.

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