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Bill.

Tom estaba ¿borracho?

Pocas, muy pocas veces lo había visto así, tambaleándose y sujetándose a cualquier cosa para no tropezar. Incluso se agarró a Gustav en una ocasión... Era gracioso, preocupante y extrañamente adorable. Con sus mejillas rojas, su mirada algo perdida y su gran insistencia en que le prestara atención solo a él.

Me tenía de un lado a otro de la gran tienda, intentando dar esquinazo a mis amigos. Lo cual no le costó mucho, pues se cansaron de seguirnos en el segundo pasillo.

Tom cogía de mi mano y tiraba de ella, sin pararnos a mirar ni un solo traje. Quería llevarme hasta el rincón más escondido de la tienda. Con risas, con el repentino ataque de hipo que le dio, con los tres o cuatro casi tropiezos que tuvo. Pero sin soltarme la mano ni un solo segundo.

Me contagió la risa, y poco tardé en seguirle el juego, correteando casi tanto como él. Parándonos en los trajes más horteras que podíamos encontrar, y cogiéndolos para probárnoslo luego. Más de uno nos miró mal, pero nos dio completamente igual, a Tom por ir borracho, a mí por verlo en ese estado de felicidad e inocencia que nunca había visto.

Se probó mil sombreros, haciendo que el moño que llevaba acabara deshecho, dejando su pelo suelto, suave y salvaje, con unas ondas casi perfectas. Tenía el pelo precioso, completamente sano después de aquella época de rastas. Parecía un modelo de perfumes, de estos que salen por la tele, con el chico terriblemente guapo subido en una moto, con el pelo en movimiento por el viento. Sin pensarlo mucho lo toqué, coloqué un mechón detrás de su oreja, quería tocarlo y también despejarle la cara para poder verlo mejor.

Me miró muy serio, cortando repentinamente esa sonrisa bobalicona e infantil que no se había ido en la última media hora. Mierda, quizás no tenía que haberlo tocado.

De un tirón me acorraló contra la pared, soltando un gran suspiro a escasos centímetros de mi boca, sin apartar sus ojos de los míos. Ni él ni yo fuimos capaces de pronunciar palabra. Solo nos mirábamos, y con eso ya nos lo decíamos todo. La tensión se cortó cuando el subnormal de mi hermano empezó a descojonarse otra vez, sí, estaba completamente borracho; porque en mitad del ataque de risa acabó con la distancia que nos separaba. Sus labios rozaron los míos, con delicadeza, con ternura. Fue como una caricia, una caricia muy breve. Casi inexistente. Tanto que no se dio cuenta, y siguió riendo, buscando mi mano para volver a las carreras.

Yo me quedé descolocado. ¿Había sido sin querer? ¿O intencionado?

La indiferencia de Tom me hacían apostar por lo primero, y eso en cierta manera me dolió. Porque inconscientemente me había visto abriendo la boca, esperando que profundizara con el beso, no que se apartara y siguiera riendo. Yo que tanto había negado el acercamiento, y seguía haciéndolo, me vi esperando ser besado. Siempre tan patético, Bill...

- Te dije que tú tenías que pedirme que te besara, o besarme directamente, tú eliges muñeco. -Se dio la vuelta cuando vio que no me moví ni un milímetro, mirándome a los ojos con una sonrisa provocativa, jugando con el piercing de su labio. Maldita manía que tenía de tocarse el piercing de los cojones...

Y no dije nada, absolutamente nada, pero eché a correr, mucho más rápido de lo que lo habíamos hecho antes. Esperando y deseando perder de vista al gilipollas de mi hermano, que había vuelto a dejarme descolocado y completamente cortado.

Cuatro pasillos más adelante me paré justo delante de un precioso traje negro. Bastante retro, con tirantes y pajarita blanca a juego, con una delicada azucena saliendo del bolsillo delantero.

Este era el traje. No el mío, el de mi hermano.

- Quiero probarme ese. -Cortó Tom a mis espaldas, pensando exactamente lo mismo que yo. -Que tenga una azucena tiene que ser una señal, ¿no?

Muñeco encontrado (5ª temporada MUÑECO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora