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Bill.

La gente no me quitaba el ojo de encima. Quizás ver al novio a medio vestir, correteando por el local y prácticamente llorando... No era lo esperado para el día de la boda.

Pero había posibilidades de que Tom siguiera por aquí, ¿verdad?  

No se había ido, ¿verdad?

La ansiedad empezaba a apoderarse de mí, mis muñecas aún con algo de sangre por el agarre de Derek... ahora picaban. El colgante que sujetaba en mi mano ardía. 

Tom, joder, Tom, Tom, Tom, por favor, no.

- ¿Bill? ¿Te encuentras bien? -Gordon hizo que parara con la carrera sin sentido que estaba haciendo siempre por el mismo sitio. Los nervios, la ansiedad. 

- Yo... No. No estoy bien. No. -No podía casi respirar, y hablar aún menos. Agradecí que solo estuviera Gordon, y no ver a Simone rondando por ningún lado. 

- Tom se fue hace algo más de cinco minutos, estaba yo aparcando cuando él salía. -Él lo sabía, todos lo sabían. - Toma. -Me acercó las llaves de su coche. 

- ¿Qué? -Con confusión las cogí, sin entender nada.

- Corre antes de que tu pobre madre aparezca e intente impedirlo. Yo te cubro. 

- ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? 

- Eres como un hijo para mí, y una vez Tom me prometió que me iba a devolver al Bill de siempre. Supongo que estoy confiando en que pase. En que vuelvas.

Me mordí el labio aguantando las ganas de llorar, susurré un gracias y volví a salir corriendo. Ahora al parking, esperando no encontrarme a nadie, esperando que Tom no estuviera muy lejos. 

Empezaba a desesperarme recorriendo todas y cada una de las calles de Hamburgo. Sin rastro de ningún Cadillac, sin rastro de Tom. No podía haberse ido de la ciudad, no podía. No todavía. Por favor. Las lagrimas cada vez eran más persistentes, pero recordé aquel lugar. Aquel al que me había dicho Tom que había huido un par de veces. Su lugar seguro de Hamburgo. El lugar donde le pedí que me besara. El mirador.

Era mi última opción.

Derrapé sin cuidado el coche de Gordon, casi causando un accidente. Y me dio igual. Tenía un nudo enorme en la garganta. El tiempo se me agotaba, lo sabía. ¿Y si Tom no estuviera ahí? Iría a Stuttgart, del tirón. Sin pensarlo. No pensaba perderlo otra vez. 

Y justamente como aquella vez... Mientras yo subía la senda al mirador, él la bajaba. Solo fueron un par de segundos, en los que todo pasó a cámara lenta, Tom y yo mirándonos fijamente. 

Frené bruscamente, y él también. Cada pequeño trozo de lo que quedaba de mi corazón empezó a palpitar, a casi querer salírseme del pecho. Pero la ansiedad se esfumó. No, no era ansiedad. Eran nervios. Nervios de estar mirando a los ojos a la persona que más quería en este mundo, con la que solo esperaba que no fuera demasiado tarde. 

Tom no reaccionaba, y yo tampoco. Él desde su coche, yo desde el de Gordon. Sin parar de mirarnos, sin casi parpadear, pero sin decir ni hacer nada. 

Tenía que dar el paso. Yo. Tenía que demostrar, declarar y defender esto. Esto. Nosotros. Después de tanto tiempo negándoselo, negándomelo. Con un enorme suspiro salí del coche, y comencé a subir la senda. Justamente como la última vez, suplicando que Tom volviera a seguirme.

Y así lo hizo. En silencio. 

Volví a sentarme exactamente en el mismo sitio que la última vez, pero con el doble de sentimientos, de nervios y de miedos. Tom estaba en su derecho no querer escucharme. Tom estaba en su derecho de mandarme a la mierda,

Se sentó a mi lado, sin mirarme. Sin  hablar, sacó un cigarro y empezó a fumar. Estaba esperando, otra vez, a que fuera yo el que actuara. 

- Peter Pan tenía razón. -Susurré, lo suficientemente alto para asegurarme de que me había oído, pero sin ser capaz de mirarle. Sabiendo de sobra que ahora él sí me miraba, fijamente. 

Sus ojos se clavaron en mi cara, volviendo a esperar que yo siguiera. Que yo continuara. Pero no podía, las lagrimas volvían a salir. Desesperadas. Sentía miedo, terror. Por primera vez en años... De perderlo todo. De perderle a él. Y otra vez, mis lagrimas pasaron a sollozos escandalosos. 

- Sshh. -Me siseó, serio. Me pasó las manos por las mejillas, presionando debajo de mis ojos sin decir nada. -No llores... -Murmuró. - No es divertido verte llorar.

Absolutamente nada había cambiado. Nunca lo había hecho. Todo seguía exactamente igual que la primera vez. Éramos los mismos, y siempre lo íbamos a ser. Él tan mío, y yo tan suyo.

- No quiero un cuento de hadas, nunca lo he querido. -Seguía sin poder mirarle, pero tenía que seguir hablando, tenía que seguir luchando. - No quiero ser una princesa, no quiero un palacio, no quiero un príncipe que me rescate. 

 - ¿Y qué quieres? -Sus dedos no dejaban de robar mis lagrimas. Y notaba sus ojos clavados en mí, analizándome, esperando.

- Quiero volver al país de Nunca Jamás. Quiero mi cuento, pero no de princesas, quiero el amor, pero no de príncipes que acaban saliendo ranas. Quiero... a Peter Pan. -Por primera vez pude mirarlo a los ojos, que estaban llorosos, pero se mantenían fuertes, serios. 

- ¿Quieres un final feliz? -Tragó saliva, mordiéndose el labio, evitando las lagrimas. 

- No, Tom. No quiero un final feliz, porque simplemente no quiero un final. 

- ¿Y por dónde empezamos? -Inconscientemente había empezado a acercarse más a mí, cada vez más y más cerca. 

- Por perdonarme, por aceptarme, por quererme,... Si aun puedes. -La culpa seguía latente en cada poro de mi piel. El miedo al rechazo también.

- Nunca he dejado de quererte. -Sentenció, mientras sus dedos acariciaban mis mejillas, ya sin rastro de lagrimas. 

Salté a sus brazos, escondiendo mi cabeza en su cuello, hiperventilando, volviendo a llorar. Completamente feliz, sin aún creerlo. Sus brazos agarraban con fuerza mi cuerpo, memorizando cada centímetro de mi piel. Dejando sus huellas, como tatuajes.

Llevaba años sin sentirme así, tan en casa. Tan protegido, tan indefenso, tan... Muñeco.

- Vámonos, muñeco. -Dijo poniéndose en pie, tendiéndome la mano.

- ¿A dónde? -Pregunté, agarrando con fuerza su mano.

- ¿Disneyland? -Bromeó, dejando un mordisco en mi mejilla, y luego un beso.

- Ni de puta coña, Peter Pan. -Tiré de él, camino a su coche. 

Pero me paró en seco, con un rápido movimiento pasó su manos a mi espalda y me empujó hacia él, haciendo que nuestras frentes chocaran, y nuestros labios se rozaran. Y con una sonrisa... Me besó. De forma dulce, pidiendo permiso para entrar. Y después con toda la agresividad que siempre lo había caracterizado, marcando territorio. 

- Yo moriría por ti. -Susurré cuando nos separamos para coger aire.

- Y yo mataría por ti. -Continuó la frase, con una sonrisa.

- Muñeco encontrado.

- Y ya no lo voy a soltar jamás. 


Muñeco encontrado (5ª temporada MUÑECO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora