[Narrador omnisciente]
—Con esto los declaro unidos en matrimonio. Pueden besarse —Pronunció la nación del vaticano para que los aplausos comenzaran a sonar al rededor del jardín, poniendo a los invitados de pie mientras se regocijaban con deleite ante la pareja de un estonio y el neerlandés que lo sujetó por la cintura bajo el arco nupcial para tomar sus labios después de oír el tan anhelado "Sí acepto"
Las mejillas del eslavo quedaron rojas ante aquellos movimientos de su pareja que le dieron vueltas en el aire cual escena de película, sonriendo ampliamente mientras los flashes de cámaras y celulares se hicieron presentes por parte de su familia, quienes buscaron capturar aquel tan preciado momento con el que la recepción finalmente podía dar inicio.
Todo el jardín en aquel antiguo hogar eslavo estaba decorado a la perfección, cubriendo las alturas con tiras de luces y bombillas cálidas que iluminaban el entorno pese a que la luna se encontraba en su punto más alto, teniendo a la vez montones de flores blancas que adornaban tanto el césped como las sillas de madera que rodeaban a las mesas de largos manteles blancos en donde ambas familias brindaban ante su unión, dejándose llevar por dulce licor y el sonido de aquella música que los obligaba a todos a levantarse y bailar junto al grupo contratado por los novios para que tocara canciones del folklor y polka típica de su continente.
Los pocos invitados no eran más que familia y sus más íntimos amigos, creando un ambiente animoso al que nadie podía resistirse después de un par de copas. Todos reían y celebraban, dándole calidez a aquella fría noche donde la felicidad y la alegría terminaba por emanarse de cada invitado, o bueno, casi de todos.
En medio de las danzas y el banquete que estaba a punto de iniciar, había un finlandés de traje negro y ojos rojizos que no había dejado de agitar su copa en toda la noche pese a no haber bebido una sola gota de aquel contenido carmín que parecía ser no más que un mero objeto de distracción y descarga con el que sus manos se permitían jugar para contenerse mientras mantenía a su objetivo a la vista; un ruso de abrigo formal y mejillas sonrojadas tanto por el licor como por cierto austriaco sentado al lado suyo, aquel que portaba un traje y no había parado de hacerlo reír en toda la noche, esto mientras Finlandia se mantenía apoyado desde la mesa de prostres al otro lado del jardín, sintiéndose a la distancia pertinente para mirar aquella escena sin llamar tanto la atención de ese par que no hacían más que disfrutar la noche y el festejo mientras que él apenas lograba resistir los ataques de su propia mente.
Las ideas daban vueltas, y mientras que más de uno de los invitados de los novios habían tratado de acercarse a él para llevarlo a la pista de baile o al menos charlar unos minutos, la realidad era que no lograba seguirle el ritmo a las formalidades sociales; no podía sacar a aquel ruso de su cabeza, creyendo que lo peor de todo parecía ser que el resto habían sido los culpables de sembrarlo tan al centro de sus ideas y deseos, repitiéndole una y otra vez aquello que se vio orillado a asumir antes de que comprenderlo por completo; y es que en serio se estaba destrozando.
Cada movimiento, cada gesto, cada nube de humo formada por los suspiros de Rusia. Cada segundo era grabado para él, y se quedaba en lo más profundo hasta dejarlo sin más pensamientos, sin más idea de qué reacción tener ante los latidos de su corazón, y los arrebatos de sus sentimientos por cada vez que aquellas pupilas ámbar se quedaban fijas en la mirada azul del austriaco, dándole a conocer el verdadero significado del desespero.
Su mente trabajaba asquerosamente rápido cuando se trataba de aplicar sus juicios y manía en contra de Austria, repasando una lista de defectos y cuestiones del porqué según sus ideas, no podría ser una pareja digna para Rusia, criticando cosas superficiales como el rubio oxigenado de su cabellera que presumía como propia, así como los dos matrimonios y posteriores divorcios que ya llevaba en lista por meros contratos políticos, recordando como incluso de no ser por la repentina caída de la URSS hacía algunas décadas, los acuerdos entre ambas naciones hubieran llevado al austriaco a ser el esposo de alguna de las hermanas de Rusia; una tontería total..
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- Nueve meses para amarte - Mexusa Countryhumans -
Fanfiction"Entre todas las personas.. ¿Por qué debías ser tú el padre de mi hijo?" ° ° ° ° ° USA tendría un bebé... Él jamás había planeado algo así, pero cuando su prueba de embarazo dio positiva esto dejó de importar, y automáticamente su mundo entero quedó...