11. Fuera de servicio

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[Narrador omnisciente]

A pesar de haber salido de sus hogares durante las primeras horas del día, ya había pasado un largo tiempo desde que el viaje en auto dio inicio, y Japón aún no veía ninguna señal de que el brasileño fuera a detenerse, mostrando que su destino estaba mucho más apartado de lo que llegó a imaginarse cuando aceptó llevar esa travesía a cabo.

Miraba por la ventana, notando como de a poco los edificios y las construcciones eran cada vez más escasas, y cuando al fin llegó al punto en el que ninguna estructura y ni un sólo poste de luz fue visible para él, realmente se asustó. Con las horas, tampoco había autos que los rodearan, el sol finalmente salía con el amanecer, y entonces también notó el deplorable estado de la carretera, temiendo que de pronto se acabara la zona pavimentada, lo cual para él, representaba en fin de la civilización moderna.

Durante esas horas de trayecto, Brasil quiso aprovechar todo el tiempo posible y cada oportunidad que le permitiera conocer más cosas sobre Japón, siendo a su vez una forma que encontró para que él se distrajera de sus nervios crecientes al ver el paisaje que los rodeaba..

Inició por pedir que fuera él quien se encargara de poner la música; siempre se imaginó que aquel asiático sería de los que escuchan música instrumental y melódica sin voces de fondo, o bien, unas de esas entusiastas canciones que aparecían en las series de animación que en su país eran tan populares. Pero no, resultó que aquel asiático era un poco más normal, disfrutando de géneros como blues, pop, jazz, y siendo muy fácil compararlo con el tipo de música que escuchaba también cierto estadounidense al que los dos tenían prohibido mencionar durante su viaje.

Trató de conversar con Japón lo más que pudo, asegurándole una y otra vez lo maravilloso que sería todo una vez que ambos se instalaran en la cabaña, le contó sobre el paisaje boscoso, los interminables lagos helados con agua cristalina, los animales que estarían allí para acompañarlos, y lo simple y hermoso que era tener una mañana en un sitio donde se respiraba paz.

Sin embargo, cuando la carretera comenzó a ser rodeada completamente por los árboles de metros de altura, y el color verde de las hojas era lo único visible, Japón de verdad se sintió en medio de un laberinto sin salida. Las señales de tránsito y otras que pedían tener precaución con los animales eran contadas, mientras que los postes que aparecían cada tanto tan sólo tenían un par de cables. Sin embargo, lo que terminó con su calma fue ver que la señal de su teléfono se perdía completamente.

—¿Porqué mierda no me dijiste que no habría señal? —Soltó bastante preocupado mientras revisaba su segundo celular, aquel que de la misma forma ya no le servía ni para enviar mensajes

—Es un bosque, creí que sería algo lógico —Explicó tranquilo y sin despegar la mirada del frente

—Dijiste que iríamos a una cabaña

—Sí, y también te dije que sería en el rincón más inhóspito de la tierra —Habló como si nada, dando un sorbo a su termo de café

—¡Brasil yo tengo trabajo! ¿Sabes cuanto me costó convencer a ONU que me dejara venir aquí? ¡¡Me estoy tomando las vacaciones del sexenio!! —Reclamó ante la tranquilidad de Brasil, aquel que  soltó una leve risa antes de revolver su cabello sin cuidado, haciendo que aquel japonés bajara sus orejas gatunas

—Sólo serán un par de semanas, nada más, si tienes problemas cuando volamos entonces yo mismo hablaré con ONU y te ayudaré a terminar lo que tengas pendiente, pero al menos por ahora.. —Brasil tomó el par de celulares de Japón, guardándolos en la guantera bajo la mirada de aquel oriental que no dijo más al verlos ahora como inservibles— ..tienes que relajarte. Vinimos aquí para que estés bien, no pasará nada sino respondes un par de correos

- Nueve meses para amarte - Mexusa Countryhumans -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora