MISFITS CLUB

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Es un 17 de mayo a las once con diecinueve cuando el teléfono de Rovia le avisa que tiene un correo por parte de la dirección del periódico universitario. El director, un tal Ben Chalmer, le da la indicación de que haga un reportaje sobre alguna actividad universitaria y elija a una persona para el personaje del mes; cada uno de los siete columnistas que trabajan para el periódico universitario tienen, de manera alternada, la ocasión de elegir el reportaje de la primera plana, el artículo de cierre, y al personaje del mes.

Cuando Paul fue liberado del Sistema, lo primero que hizo fue mandar cartas a ocho distintas universidades públicas en espera de alguna respuesta positiva, y cuando la Universidad Christopher de Virginia Newport le abrió las puertas con posibilidad de una beca deportiva, no dudó en tomarla. El colegio ofrece a sus becados la posibilidad de vivir en sus instalaciones y algunos trabajos menores para sus estudiantes, desde trabajos en la biblioteca, cafetería, paquetería y recepción de documentos, hasta el periódico universitario, y abrir cursos o talleres de especialidades para los estudiantes de los últimos grados.

Rovia, por supuesto, tomó el trabajo en el periódico universitario donde le pagan algo más de nueve dólares por los reportajes principales y casi seis dólares por los artículos de relleno que se publican una vez cada quince días. Y en la página web de la universidad el periódico se mantiene al día con pequeños artículos menores que, sin embargo, pagan al reportero alrededor de un dólar por escribir algún par de párrafos sobre las novedades del día a día.

A Rovia le parece muy conveniente, sinceramente. Es precisamente eso en lo que está pensando mientras lee el correo en su móvil y bebe un café caliente sentado en una de las bancas a las afueras de la cafetería. Es una mañana nublada y ardiente en partes iguales, húmeda en muchos sentidos.

Hace exactamente un mes que empezó el semestre escolar y las cosas han ido avanzando con sutil gracia, así que cuando termina su café, el joven se dirige inmediatamente a la oficina de asesoramientos escolares, toma el libro de clubes y lo hojea buscando cualquier cosa que pueda interesarle. La universidad de Newport maneja lo mismo licenciaturas en ciencias duras que en arte y humanidades, brindando al plantel una variedad importante de actividades extracurriculares y alumnos de lo más variopintos, y si se busca lo suficientemente bien, siempre aparece alguna curiosidad por entre los rincones de cualquier parte. Aquella ocasión, por ejemplo, hojeando el libro descubre un club cuyo nombre le parece llamativo. El Club de los Inadaptados es una de esas cosas a las que nadie quiere unirse ni formar parte. A los clubes se les exige tener presencia en las actividades escolares y dependiendo de su participación y los premios o reconocimientos que vayan obteniendo es el presupuesto que se les va brindando, por eso es importante el nombre, la descripción y la cantidad de miembros inscritos.

Jesús escribe rápidamente el nombre del club en una libreta y todos los datos allí apuntados.

Hace una rápida indagación en los anales escolares y se sorprende al descubrir que, de hecho, el MC (por sus siglas en inglés) aparece en varios y distintos tipos de actividades que no parecen estar relacionadas entre sí.

La descripción de su club dice que es un "club de desarrollo personal", lo que podría significar que el nombre pretende ser una ironía. De todos modos, teclea rápidamente en la computadora buscando el aula de reunión y algún dato de los estudiantes que lo conforman; su club se reúne los lunes, martes, miércoles y sábados en el Aula 1, donde tienen apartado todo el día aquél salón que, de hecho, nadie usa porque está escondido entre las bodegas de los clubes de deportes y los anfiteatros. El presidente del club es un tal Rick Grimes.

—Hijo de un policía en Atlanta, Georgia, que en lugar de seguir los pasos de su padre decide seguir los de su madre y viene a Newport a estudiar marketing —comenta a Max, el otro chico del periódico con el que más se junta y del que, sospecha, es gay aunque el muchacho lo niegue ante sus amistades. Max hace un chasquido de lengua y le advierte que no es un tema interesante, ha escuchado de ese club y, ¿sabes cómo los llama todo el mundo? El Club de los Perdedores.

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