BURZOWANOC (2)

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CAPÍTULO 3

El trabajo que hacen los hombres es increíble.

Y sólo les toma un día completo el despejar el piso de todas las cosas que han ido acumulando los abuelos y que obstruye el paso: ese mismo día, los hombres, mazas en manos, rompen el piso por completo haciéndolo añicos y sacan el suelo convertido en grava metida en cubos de aluminio que luego van amontonando.

Mientras los hombres trabajan en el piso, las mujeres arman un alegre jolgorio entreteniendo a Ginnebra mientras encienden el carbón y la leña y se ponen a cocinar en parrillas improvisadas.

Jesús se camufla entre las mujeres como se hace en la ciudad cuando se es homosexual y la mayoría de las amistades son femeninas, simplemente funciona. Es gracias a la charla de las mujeres que se entera que los rancheros tienen vacas o tienen toros, por lo general. Los rancheros pagan por tener un toro que traen y preña a las vacas y luego venden a las crías que nacen de esas vacas, usan la leche que generan las madres y que el becerro no usa, y con el dinero siguen manteniendo la granja, por lo menos los Burzowanoc no comen sus vacas, usan su leche porque les sale mejor producir quesos varios, mantequillas, yogurts y cosas semejantes, que estar matando a sus vacas y luego necesitar otras.

Ahora ya no trabajan a sus vacas porque son muy viejos, tampoco las preñan, sólo esperan morirse y mantener vivos a sus animales hasta entonces; sin embargo, mientras las mujeres hablan de aquello y bromean sobre toros y hombres, de pronto se acerca Daryl limpiándose el sudor con un trapo y le dice a su abuela que van a poner un piso nuevo con las piedras de baldosa que están olvidadas en la antigua bodega.

El trabajo sólo es poner las piedras y golpearlas con palos gruesos para clavarlos y ajustarlos en la tierra y luego rellenan los huecos con arena de barro que mojan y esperan que al secarse la pasta deje uniformemente y unidas las piedras, es así de simple, pero es tardado, y cuando Daryl se va a las bodegas con los hombres para traer las losas, las mujeres bromean sobre lo guapo que se puso Daryl ya convertido en hombre y cómo todas ellas, de niñas, no daban un centavo por ese niño.

Durante la comida se arma un alegre caos con los hombres y sus mujeres. Daryl, más silencioso y hostil que eso, se aparta y Rovia le lleva un platón repleto con la comida y tortillas para que coma y se sienta a su lado. No charlan, no son amigos ni sabrían de qué conversar, pero comen juntos.

Después de la comida la otra familia se marcha.

—Piso y techo y la casa ya parece otro sitio —comenta Rovia mirando la casa: no un sitio mejor o más nuevo, simplemente un sitio distinto, Daryl, a su lado, encendiendo un cigarro, asiente.

Las puertas aún están rotas o colgadas, las ventanas están vencidas o atascadas, el porche se está inclinando, la cocina es un asco, el baño es un desastre, las bodegas son porquerizas, el granero se inclina, el ático se pandea, la electricidad ya no funciona, el agua sale turbia...

—¿Tienes planes para esta noche además de dormir? —dice entonces el pelinegro escupiendo el humo, y el castaño, que mira la media luna en el cielo nocturno, se vuelve hacia él con las cejas enarcadas. No tiene planes, dice, y hay un divertido ¿Qué se te ocurre? Lo que se le ocurre es entrar en su dormitorio en punto de las dos de la madrugada, Paul sabe que vendrá, pero no sabe la hora, así que se mantiene despierto leyendo a la luz de una lámpara.

El pelinegro entra silenciosamente al cuarto y le hace una señal para que no haga ruido, no deben despertar a los abuelos. Y mientras Jesús está asintiendo, el pelinegro viene a él para quitarle el libro arrojándolo a un lado y se acomoda encima suyo comenzando a besarlo. Jesús corresponde, sabe lo que viene e incluso lo desea.

JESURYLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora