OMINOUS (3)

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VIII

El pelinegro respiraba contra la boca de Paul. El aliento caliente se relamía contra las bocanadas de aire frío que desprendía el aliento de Rovia. Paul disfrutó de la sensación del peso del moreno encima suyo, un calor abrazador que se extendía desde el amplio pecho y los anchos hombros y bajaba al vientre, la entrepierna dura y caliente. Las caderas del ángel empujándose contra el cuerpo de Daryl suplicando un poco de fricción.

—Ah... —La lengua roja y ardiente del demonio lamió los labios de Rovia.

—Hazme pecar —susurró Paul.

Estaba listo para caer de la gracia de Dios; para dejarse seducir y caer en la tentación.

—¿Seguro? —respondió el pelinegro con un gruñido gutural. El pene dentro de sus pantalones decía que él estaba listo para corromper el cuerpo del ángel y, sin embargo, el moreno se estaba tomando todas las precauciones. Jesús lo miró directo a los ojos, despeinado y con las mejillas arreboladas, antes de asentir con un nuevo gemido tras conseguir que su propia polla enfundada en los pantalones se frotara contra la del moreno. Una vez que hicieran esto no habría vuelta atrás, Dixon podía tener sexo sin sentimientos, una noche de acción para quitarse el peso y seguir como si nada, sin embargo, sentía recelo de tener sexo con alguien por quien sabía sentía algo incluso si no encontraba la palabra para llamar a ducho sentimiento: Paul podía mantener una relación sentimental sin jamás llegar a tener sexo, aunque se negaba a tener una relación (fuera la que fuese) con aquél demonio sin poder probar los placeres de la cama con él. Y ahí estaban, recostados en una cama, frotando los cuerpos con las mentes demasiado embotadas para pensar nada, aquello podría ser sólo un modo de cerrar el pacto, firmar el contrato entre ambos, pero también podría significar mucho más.

—Hazlo... —sus heladas manos repasaron las formas del mayor, trazando los músculos, clavándose en los anchos brazos y aferrándose al trasero mientras ambos trataban de contener la respiración—, hazlo para mí...

—¿Eres virgen? —la pregunta casi obligatoria.

Jesús lo miró intentando sonreír, una de sus sonrisas casi ladinas, pero fue incapaz de bromear, su respuesta fue un simple susurro de placer mientras se abrazaba al cuerpo de Daryl, exigente, suplicante.

Ochenta y ocho años atrás, ambos se habían conocido alguna tarde nublada de mediados de septiembre, mientras perseguían los rastros de una secta que, bajo el nombre de Dios y del Diablo pretendía crear su propia iglesia De los Penitentes; el moreno lo había encontrado oculto en una iglesia abandonada, burlándose del pelinegro porque un demonio no podía entrar en casa sagrada, fue entonces cuando Jesús apareció caminando sobre del atrio, moviendo los cuchillos entre sus dedos y aquella sonrisa suya diciendo «Dios también pide cuentas», y en un suspiro de viento cayó sobre del líder clavando los cuchillos en el centro de su pecho: el moreno por supuesto que podía entrar en la iglesia, entró, abrió el cuerpo del muerto sacando el corazón, que fue lo que a él se le pidió, y luego fueron juntos durante meses completos a cazar al resto de los miembros de la secta. Se llevaron bien, se entendieron en silencio y supieron tomarse su tiempo para beber algún café, probar alguna comida y caminar bajo la lluvia sin demasiada prisa. Las manos frías de Rovia se abrieron paso por entre las ropas de Daryl, tomando y exigiendo.

—Como ordenes —murmuró el moreno a su oído. No hubo necesidad de juegos ni de bromas al respecto, ambos hombres simplemente se quitaron las ropas sin apartar las miradas de su amante y una vez que quedaron a la vista del otro, Daryl volvió a subir en Rovia cual bestia sobre de su presa. Y Paul simplemente se dejó devorar, disfrutando de cada bocado y de cada sensación de ardiente dolor.

El moreno también se ofreció a él a placer. Dejó que Jesús probara cada rincón que quiso, saboreando el sudor y el semen que a gotas salía de él, dejó que besara y lamiera y se restregara contra cada músculo, ninguna de sus antiguas parejas había sido un demonio y, de hecho, habían sido personajes más bien tranquilos y elegantes, con aroma a colonia y formas casi suaves. Jesús se embebió del moreno y jadeó en el momento en que el demonio lo puso bocabajo mordiendo su nuca y susurrándole un gutural Aprieta los dientes.

JESURYLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora