FORLORN (3)

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SHALLOW

Estoy completamente seguro de que no despertamos a Beth.

Pero también estoy completamente seguro de que las cosas permanecieron exactamente igual entre Daryl y yo después de aquello. Éramos dos hombres adultos a los que nos gustaban los hombres que decidimos aprovechar lo que consideramos podía ser nuestra última oportunidad de tener sexo en medio de un mundo devastado donde a gente se convertía en alguna especie de criatura furiosa que se lastimaba a sí misma o atacaba a los demás.

Comprendiendo que podía ser mi última oportunidad, disfruté a Dixon como raramente disfrutaba de mis amantes. Lo besé, lo acaricié, lo toqué, lo miré a los ojos mientras me sentaba sobre de su miembro endurecido, moviendo las caderas, aferrándome a él cuando empujó dentro de mí, ahogando mis gemidos contra su boca y sintiendo sus manos rasposas y calientes aferrándose a mi cintura hasta el punto de marcarme la piel: y cuando él terminó dentro de mí, dejé que me rodara recostándome ahora y cubrí mi boca con las manos mientras él llevaba mi polla a lo más profundo de la garganta, deleitándome al verlo tragar cuando terminé...

Pero a la otra mañana la vida siguió como si nada.

Con la tormenta habiéndose alejado, tomamos nuestras cosas y empezamos la lenta marcha hacia Toledo, Ohio.

Así que simplemente no comprendo lo que pasó, pero en los días siguientes, mientras caminábamos, Beth pareció especialmente divertida a nuestra costa, soltando comentarios al aire semejantes a «yo también quiero un novio» o "dejen de hacer que me sienta soltera". Alguna tarde, cuando nos deteníamos a discutir sobre del camino, con Dixon mirando su mapa de carreteras y yo decidiendo que la ruta alterna es más segura, aunque menos rápida, mientras discutíamos cuál de los dos se saldría con la suya, Beth simplemente se levantaba y decía a buena voz Ya Cásense. Recuerdo que hubo cierta mañana soleada, aunque con el aire humedecido, en que, andando por la vía secundaria a la carretera, Daryl encontró un cráneo abandonado y lo levantó mirándolo con detenimiento, iba a guardarlo en su morral y me adelanté para quitárselo, absolutamente no nos estábamos llevando una calavera, le dije; sólo Dios sabía de quién era y por qué estaba allí. Daryl me dijo que había sido atacado por un animal quince años atrás o algo así, y entonces señaló el piso donde estaba medio enterrada la espina dorsal.

-Absolutamente no -dije, tajante.

-No necesito tu permiso -se burló él listo para ignorarme.

-Oh, ya lo creo que sí -espeté.

En la semana que llevábamos andando habíamos tenido una segunda vez, apartándonos apenas un poco del sitio donde dormía Beth en nuestro campamento improvisado, y con una mirada le dije que si se llevaba aquella cosa podía olvidarse de que hubiera una tercera noche.

El arquero me miró enarcando una ceja, decidiendo si valía la pena o no hacerme caso, sin embargo, ambos fuimos distraídos de la pelea cuando Beth, a menos de siete metros de nosotros, nos gritó para que fuéramos a ver algo.

-Es un parque acuático -nos dijo al ir-. Está abandonado, pero miren, allí están los toboganes, las albercas y los baños con casilleros-: Echemos un vistazo - y simplemente echó a caminar con nosotros prácticamente persiguiéndola.

El sitio estaba abandonado incluso antes del apocalipsis: las albercas y piscinas estaban secas y sucias de barro seco, había cadáveres de ratas entre las tuberías salidas y los toboganes parecían a punto de caer, los baños estaban un poco decentes y en los casilleros encontramos unas pocas cosas de interés.

Desodorante, algo que ya consideraba un lujo en esos momentos...Fui a guardármelo, pero el moreno me lo arrebató y arrojándolo a una alberca vacía me dijo que si él no tenía su cráneo yo no me llevaría "esa porquería". Me volví hacia él con toda una perorata sobre lo infantil que estaba siendo y él sólo se cruzó de brazos y me miró inmutable, así que lo empujé más bien sin violencia y él se burló diciéndome que yo estaba siendo el niño ahora. Beth pasó a nuestro lado con una mochila encontrada y nos dijo un simple Ya Bésense mientras se sentaba a revisar su tesoro. No hubo nada interesante en la maleta, por supuesto, pero guardó para sí misma una libreta gruesa y una pluma que declaró sería como su diario y nos prohibió mirarlo por nada del mundo, y dicho aquello salimos del parque acuático y comenzamos a buscar un sitio para acampar, necesitábamos un sitio a resguardo, discreto, de espaldas al este para encender una fogata y de preferencia lejos de miradas indiscretas. Algunos kilómetros más allá, Daryl distinguió una casa solitaria en lo que debió ser el hogar de un hombre que no vendió sus tierras para que se ampliara el parque acuático, el hombre acarició su ballesta y nos advirtió que había alguien viviendo allí dentro. El pelinegro iba a pensarlo, Beth y yo simplemente avanzamos.

JESURYLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora