HALLOWEEN DREAMING (2)

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TARANTULAS

El cementerio es un espectáculo decadente, hermosamente embellecido por el resplandor de miles de velas. Cuando atraviesan el enrejado que sirve de puerta, Jay no puede dejar de pensar de que es un sitio que tiene poco de real y mucho de sueño, fantasía o delirio, quizá... El cementerio real de Richmond es un sitio pequeño y discreto con tumbas de lápidas de piedra, pastos verdes y olvidado por la gente la mayor parte del tiempo, excepto cuando alguien fallece. El sitio de allí tiene un buen tamaño, ni grande ni pequeño, sin bordes ni un perímetro delimitado.

Miles de tumbas con sus lápidas y en cada lápida yacen un par de velas que se encienden con un resplandor que hace parecer al sitio un lugar mágico.

—Cuando la gente se muere, los vivos se olvidan de ellos —suelta Frankie mirando con ojos emocionales el espectáculo que se levanta delante. Hay una especie de sonrisa nostálgica en sus labios que hace preguntarse a todos si la chica habrá perdido a alguien importante, los ojos de ella, sin embargo, se pasean por entre las tumbas y se detienen sobre del moreno.

—No los olvidamos, sólo continuamos —dice él cuando ella la mira, y piensa en la tumba de su madre, en un pequeño cementerio decadente en el asqueroso pueblo de Augusta: un agujero de cuatro metros de profundidad donde fue colocado el cuerpo calcinado de una mujer metido en una bolsa, y una cruz de madera con su nombre tallado, por si algún curioso un día se detiene a leer queriendo saber quién fue enterrado allí. El pelinegro fue muchas veces a verla mientras vivió en Augusta, pero luego de su muerte sólo se quedó allí poco más de nueve años antes de largarse con Merle, dos años atrás. Luego de que se fue jamás volvió a pensar en ella... hasta el día de hoy.

Debe quedarse sumido en sus pensamientos, porque de pronto descubre que Maggie está delante suyo y le está sonriendo con ese aire de hermana que suele tener para él. Ahora que están aquí, deben buscar el punto donde las almas van y vienen, el vórtice, como lo llamará Max: tal vez en la tumba más antigua, en la más famosa o en la más importante, quizá en la pequeña capilla del centro o en aquella olvidada laguna artificial donde el agua verde parece que se los tragará si se acercan lo suficiente... Recorren las tumbas, leyendo nombres y fechas, y Glenn descubre que hay una decena o una docena de tumbas destinadas a mujeres que fueron ahorcadas por brujería, y el castaño se sobresalta al encontrar la tumba de un asesino serial. La historia de Richmond escrita en lápidas y obituarios, piensa Maggie con cierta ironía.

—Así un cementerio no parece ni tan triste ni tan aterrador —confiesa Jay mirando las velas, avanzan por sobre de un camino de madera enterrada en la tierra. Mira a Glenn que camina de aquí para allá como un niño en juguetería, admirando las tumbas, y observa a los demás que caminan con sus linternas de calabaza en alto. Énfasis en Paul, que avanza a la derecha de Maggie, la cual de cuando en cuando lo empuja con el hombro para hacerlo chocar con Daryl, mismo con el que intercambia miradas de vez en vez.

Así, andando, el camino los lleva hasta la pequeña capilla que marca el supuesto centro de un panteón que no tiene principio ni final; que a diferencia de lo que podría creerse de un cuento de terror o una pesadilla, la iglesia no es aterradora del todo, tiene enredaderas trepando por las paredes y las enredaderas tienen hermosas rosas blancas.

El asunto es, desde luego, que la estructura se ve lóbrega porque los fantasmas no van a misa ni rezan.

—Hay que entrar —dice de mal humor Max. Va a las puertas y trata de abrirlas, patea y empuja, no son puertas especialmente grandes y la madera se ve podrida. El no poderlas abrir parece molestarlo incluso más, y va a arremeter contra ellas cuando Jayden lo frena y le hace notar que la puerta tiene cadenas. Pero son cadenas oxidadas, tal vez las puedan romper.

JESURYLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora