prólogo

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Prólogo

Corro con mis zapatillas de lentejuelas chispeando bajo el sol del atardecer. Mis risas se mezclan con la música distante que escapa de la carpa principal. No quiero la sopa de zanahoria, ni mi niñera, ni sus canciones de cuna. Quiero ser libre, como los pájaros que vuelan sobre la gran carpa del circo.
Mis pies pequeños me llevan zumbando más allá de las jaulas de los leones. Los grandes gatos ni siquiera levantan la vista están acostumbrados a las travesuras de la hija del circo. Paso junto a los caballos, sus crines trenzadas con cintas de colores que papi elige para ellos. Pablo, el caballo más viejo y sabio, relincha como si compartiera mi secreto.
A través del torbellino de colores, los payasos con sus narices rojas y zapatos enormes lanzan miradas en mi dirección, sonriendo detrás de sus maquillajes blancos y sonrisas pintadas. Ellos también saben a dónde voy.
Escucho los chillidos de la señora Lupe, su voz tiritando en el aire como una de las acróbatas en los trapecios.
—¡Frida, regresa aquí este instante! —grita, pero cada palabra suya se convierte en una invitación para correr más rápido.
Entrando a la carpa principal, siento el cambio en el aire. Es más cálido, impregnado del olor a palomitas de maíz y a magia. Miles de caras se difuminan en una marejada de entusiasmo y expectación mientras busco el punto más alto, allí donde mamá baila entre las estrellas.
Allí está ella, mamá, con su traje de lentejuelas bañada en las luces del circo, la mejor trapecista de todas, mi heroína. Mi corazón late al ritmo del tambor que anuncia su acto. Pero algo se siente diferente esta noche.
El aliento se me corta cuando ellos hacen lo impensable quitan la malla de seguridad. Veo a mamá tomar su primer salto, sus brazos cortando el aire con una gracia que solo ella posee.
Y entonces sucede. Un desliz, un grito ahogado del público, y el tiempo se suspende mientras mamá cae. Los gritos se mezclan con el estruendo de la orquesta que se detiene abruptamente. Mi padre, mi padre corre hacia donde ella se encuentra. La lágrimas acuden a mis ojos, corren como perlas saladas por mis mejillas mientras intento correr hacia ella, desesperada por llegar a su lado.
Pero antes de que pueda hacerlo, siento los brazos de la señora Lupe envolviéndome, retirándome de la escena que se desarrolla frente a mí. Mi padre escucha mis gritos, su mirada desesperada choca con mía. Lucho, pero Lupe es demasiado fuerte.
──Mamá. ──susurro con un hilito de voz, mientras me alejo, sabiendo que mi mundo nunca volverá a ser el mismo.
Nunca más.



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