capítulo 16

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Capítulo 16
Benjamín Hack.

Me encontraba recostado en el estrecho sofá del tráiler. Vi a Frida acercarse, y supe que no había vuelta atrás. La atraje hacia mí con suavidad, y nuestros labios se encontraron. Con cuidado, acuné su rostro entre mis manos, sintiendo la calidez de su piel, y cada caricia se volvía una promesa silenciosa.
El primer contacto se prolongó en un beso lleno de pasión contenida, hasta que lentamente nos separamos, necesitados de aire. La habitación parecía girar, y mi corazón latía con fuerza, como si nunca antes hubiera experimentado algo similar. Frida, que me miraba fijamente, paseó sus dedos delicadamente por mis labios. Era una sensación electrizante que recorría cada fibra de mi ser.
──Debería irme… ──balbuceé, aún incapaz de apartar la mirada de los ojos que me tenían cautivo.
Ella mordió su labio con suavidad, una acción pequeña pero poderosa, antes de responder.
──¿Y si te pido que te quedes un rato más, lo harías?
Su pregunta resonó en mi mente mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Claro que quería quedarme. Sin embargo, sabía exactamente lo que significaría. Sentía que la distancia que intentaba imponer se derrumbaba a cada latido.
──Me quedaría, pero si no dejo de besarte… ──respondí sinceramente, tratando de mantenerme firme aunque plenamente consciente de mi rendición.
──No quiero que dejes de besarme. ──respondió ella con una sonrisa que iluminaba más que cualquier otra cosa en el pequeño y acogedor tráiler.
Sus palabras fueron una invitación. En ese instante, cualquier duda se desvaneció, y el deseo de seguir besándola fue algo que no pude ni quise resistir. Nos dejamos llevar por la innegable conexión, sin pensar en más allá del momento presente.  Mis manos van a sus piernas, una fina maya trasparente las cubre. Las lentejuelas cubren su cuerpo en un pequeño body. Mis manos buscas partes de piel desnuda, jadea bajo pegada a mis labios pero un toque en su puerta nos congela.
──¿Frida? ──la voz de un hombre llama nuestra atención, ella lleva su dedo índice a mis labios.
──Es Joaquín. ──susurra. ──. Espera aquí. 
Frida se levanta, y se dirige hacia la puerta, antes de quitar el seguro pasea sus manos por su cabello y abre muy poco la puerta.
──¿Si? ¿Pasa algo Joaquín?
──Vine a ver si estabas bien, note que Kirbaj te halo.
──Estoy bien… me estaba alistando para dormir. No te preocupes.
──¿Segura? ──me siento un poco incómodo, pero me mantengo donde ella pidió.
──Si. Segura. Nos vemos mañana. ──cierra la puerta y vuelve a poner el seguro.
Me observa.
──¿Quién es Joaquín? ──inquiero en voz baja. Frida suspira.
──Es hijo de los malabaristas, y un amigo. ──susurra. ──. ¿Seguimos?
Niego, suspirando pesadamente.
──No aquí. ──ella me observa. ──. En mi apartamento. ¿Mañana? ¿Te parece? Quiero que estemos completamente solos, sin interrupciones.
Salgo del pequeño comedor y me acerco a ella. Paseo mis dedos por su mejilla.
──¿A qué hora?
──En la mañana. No tengo nada importante. Quiero estar contigo allí. Iría a la oficina a resolver algunas cosas pero luego estoy libre.
Frida asiente.
──Me gusta. ──sonrío, me inclinó hacia sus labios y la besó nuevamente. ──. Me gusta esto.
Sisea bajito.
──A mi también.
Nos despedimos con resistencia, ninguno quiere separarse pero no quiero estar con ella en este tráiler, quiero tener un momento especial con ella.
Salgo de tráiler, Frida me guía para no ser visto y se queda en la distancia observando como subo a mi auto.

****
Llegué temprano a la oficina, como siempre. Apenas pongo un pie en el edificio, siento la familiaridad del lugar. El eco de mis pasos por los pasillos refleja mi rutina diaria: directo a mi despacho, sin detenerme a conversar con nadie. Una vez dentro, cierro la puerta y me sumerjo en mi universo de contratos de exportación de petróleo. La tinta corre sobre el papel casi de forma automática mientras firmo una tras otra. Entre firmas, reviso correos y, de reojo, mi reloj.
Tengo una cita con Frida a media mañana en mi apartamento. Anoche en el circo, las cosas no fluyeron como esperaba. Un par de interrupciones arruinaron el ambiente, dejándome con ganas de más. Espero hoy recuperar el tiempo perdido.
En un momento, sin previo aviso, Federico, mi mejor amigo y socio, entra. Sin tocar, como de costumbre. Deja caer un par de carpetas sobre mi escritorio con una sonrisa en los labios.
──Nos quieren en el Golfo de México. ──anuncia. ──. Podemos extraer allí.
Tomo las hojas y sonrío ante la posibilidad. Cierro la carpeta.
──Perfecto. Finiquita todo y me avisas, tengo que salir. ──Me levanto dispuesto a marcharme.
──¿A dónde vas? Tenemos reunión con tu padre… ──replica Federico frunciendo el ceño.
──¿Cómo? ──contesto, sorprendido. Federico señala el reloj, recordándome que la pautamos hace dos días.
En ese momento, mi padre entra en la oficina.
──Buenos días… ──dice, Federico lo saluda animadamente.
Mierda.
Tomo mi teléfono rápidamente para enviarle un mensaje a Frida.
Preciosa, voy a llegar un poco tarde, te enviaré a mi chofer… está es  la clave del apartamento; 4276  por favor espérame allí. No tardaré.
Con suerte, esto logrará compensar nuestra cita pospuesta. Espero salir de aquí lo más rápido posible.
La reunión inicia y, como tantas otras veces, me invade una creciente sensación de ansiedad. Mi padre, aunque ya no es el director de la empresa, insiste en mantenerse al tanto de cada mínimo detalle, supervisando cada decisión como si de ello dependiera el futuro de la compañía. Federico me acompaña, pero su presencia no logra mitigar mi frustración mientras mi padre repasa uno a uno los informes financieros y los proyectos en curso. Le escribo un mensaje a mi secretaria para que cuadre todo con él chófer, y con Frida pasándole su número también.
Mi teléfono vibra en mi escritorio.
Está bien, te espero. Besos.
Me tenso porque lo menos deseaba era fallarle a ella por culpa de mí padre. Escucho con atención, pero mi mente está dividida. Miro de manera disimulada el reloj nuevamente, sintiendo la opresión del tiempo. Necesito llegar a mi cita con Frida, pero aquí estoy, atrapado en esta interminable revisión de datos que mi padre parece disfrutar demasiado.
──Benjamín, ¿estás seguro de que esta es la mejor estrategia para la expansión? ──pregunta mi padre, su voz rebosante de escepticismo. Siento cómo sus palabras perforan mi paciencia. Su mirada inquisitiva, llena de dudas sobre mi capacidad para llevar la empresa al éxito, es algo a lo que nunca me he acostumbrado. Aunque él ya no ostenta el título de director, su sombra a menudo se siente como un manto sobre mis hombros.
──Sí, he revisado los números con Federico y el equipo. Estamos confiados en que es el mejor camino a seguir. ──respondo, manteniendo un tono profesional.
──Lo he oído antes. Recuerda siempre mirar más allá de las proyecciones. Necesito asegurarme de que no cometamos errores. ──insiste, como si mis decisiones siempre debieran pasar por su filtro de aprobación.
La conversación parece no tener fin y me remuevo incómodo en mi asiento. Intento retomar el control del diálogo, pero su presencia es abrumadora. Estoy dividido entre demostrarle que puedo manejar la situación y mi necesidad urgente de salir de allí.
Mi teléfono vuelve a vibrar, mi padre enfoca la mirada en mi aparato y en el movimiento contaste de mi pierna.
Ya estoy con él chófer. Te espero.
Me relajo, y estiro mis piernas, pasé lo que pasé me veré con ella hoy.
Finalmente, tras lo que parece una eternidad, la reunión comienza a concluir. Federico interviene con algunos puntos técnicos, ayudando a redirigir la atención de mi padre y darle cierre al encuentro. 
Todos nos levantamos.
Mi padre se acerca a mi y me extiende su mano, la estrechamos.
──¿Todo bien?
──Todo bien…
──Te noto ansioso.
──Todo bien, padre… ¿Algo más? ──niega. Se marcha y el peso que sentía de desvanece.
Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, logro salir de la empresa. Las palabras de mi padre aún resuenan en mi cabeza, pero las descarto al poner un pie en el estacionamiento. Me apresuro hacia mi auto, sintiendo cómo la ansiedad se transforma en urgencia.
Arranco el vehículo y acelero, mis pensamientos concentrados sólo en Frida. He tenido que hacerla esperar dos horas en mi apartamento, y la culpa me punza mientras recorro la ciudad a toda velocidad. Las calles pasan como un borrón a mi alrededor, cada semáforo se siente como un obstáculo innecesario entre ella y yo.
Al llegar al imponente edificio, estaciono y me dirijo rápidamente al ascensor, marcando mecánicamente la clave. El ascensor sube y apenas noto el suave zumbido, mis sentidos concentrados en llegar cuanto antes. Las puertas finalmente se abren, y una leve música romántica envuelve el aire, como una bienvenida discretamente planeada.
Camino por el pasillo, ralentizando mi paso al acercarme a la puerta. Al entrar en la sala, la imagen de Frida me detiene un segundo en mi sitio. Está ahí, con un vestido rosa pastel que resalta sus delicados rasgos, su cabello platinado ondeando suavemente sobre sus hombros.
Frida ha dispuesto una merienda en medio de la sala, una vista acogedora que disuelve automáticamente la tensión acumulada. Ella me regala una sonrisa cálida.
──Hola… llegaste.
Sus palabras son simples, pero cargadas de comprensión. Un suspiro de alivio me escapa antes de acercarme a ella.
──Lamento la espera. ──digo sinceramente, mientras dejo mi maletín a un lado. ──. Pero ahora estoy aquí.

Ella se levanta para recibirme, y en ese instante, el caos del mundo exterior parece desvanecerse, dejándonos en una burbuja donde el tiempo finalmente está de nuestra parte.

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