capítulo 10

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Capítulo 10
Benjamín Hack

No me decidía a bajar de mi auto, perdido en mis pensamientos, hasta que vi a lo lejos a la rubia que me había salvado de ser devorado por un león. Con determinación, me bajé del auto y me acerqué a ella.
Ella me extendió la mano cuando me detuve frente a ella y me guió hacia un lado de la carpa. Caminaba en silencio, dejándome llevar por ella, sin comprender del todo por qué me encontraba allí o por qué había ido al circo en primer lugar. Lo único que sabía era que no quería estar en mi apartamento en ese momento.
A lo lejos, comenzaron a escucharse rugidos, lo que me hizo detenerme. Sin embargo, ella me instó a seguir caminando, tirando de mi mano con firmeza. Seguí adelante, sintiendo una extraña calma al entrelazar más mi mano con la suya.
Finalmente, ingresamos a la carpa donde habíamos visto por primera vex. Ella se giró para mirarme.
──Aquí nadie viene.  ──Sus palabras resonaron en la tranquila atmósfera de la carpa, dejándome aún más desconcertado pero decidido a descubrir qué significaba todo aquello.
──Puedo notar el porqué. ──señaló a los leones, están tan metidos en su mundo que no notan nuestra presencia, mi corazón late a mil por horas.
No entiendo cómo ella puede estar tan normal rodeada de animales que de un bocado pueden destrozarte, entiendo que estén en jaulas pero aún así no confío.
──Cuando creces rodeada de ellos, el miedo no existe. ──murmura acercándose al mismo león que estaba listo para hacerme su desayuno, ella deja que el la olfatee y luego de que lame su mano ella lo acaricia con mimo como si fuese un perro. ──. A él lo vi nacer…
Intento acercarme poco a poco pero el rugido de una leona me detiene.
──Esa es Hera… ──susurra. ──. La pareja de Kirbaj, es algo celosa. ──murmura mirándome a los ojos.
──Créeme Hera que no voy a acercarme a Kirbaj.  ¿Por qué contigo no lo cela?
──porque sabe que no voy a quitárselo. ──ríe divertida, debe ser mi cara lo que causa esa hermosa reacción en ella.
Nunca había estado tan cerca de una bestia tan magníficamente aterradora. La luz tenue de la carpa apenas iluminaba las figuras majestuosas de los leones en sus jaulas, creando sombras que danzaban sobre la paja del suelo. Frida, con su presencia tan intensa y enigmática, se apartó de Kirbaj. Sus movimientos eran fluidos, como si cada paso que diera estuviese coreografiado. Lentamente, se acercó a mí, sus ojos encontraron los míos en la penumbra, y sentí cómo el mundo a nuestro alrededor se detenía.
Elevó su rostro para mirarme, su expresión era un calmo mar de serenidad, y me tomó de la mano. Sentí el calor de su palma contra la mía, un calor que prometía seguridad. Con una suavidad que contrastaba la fuerza que había visto en ella momentos antes, me guio un poco más cerca de las jaulas. Mi corazón latió con fuerza contra mi pecho, un tamborileo sordo de ansiedad y anticipación. Resistí, pero ella solo sonrió, aliviando mis temores con una suavidad inesperada.
──No te harán nada si ven que no eres un peligro para mí. ¿O eres peligroso para mí?   ──Su voz era un susurro, apenas audible sobre los sonidos suaves de los animales a nuestro alrededor.
La miré, ensimismado en la intensidad de su mirada.
──No soy peligroso para ti. ──Las palabras salieron de mí con una certeza que no sabía que tenía.
Con una sonrisa, ella me obligó a sentarme en el suelo. A nuestro alrededor, los leones, esas encarnaciones de poder y majestuosidad, se calmaban y se recostaban. Nunca había estado tan cerca de la naturaleza salvaje, y, sin embargo, en ese momento, me sentí parte de ella.
Observé cada detalle de Frida, fascinado. No había ni una sola faceta en su rostro que no pareciera moldeada a la perfección. Su tez pálida era el lienzo perfecto para el oscuro mar helado de su cabello, y sus ojos azules brillaban con un fuego que parecía capturar toda la vitalidad y misterio del cielo al amanecer.
Ella rompió el silencio que se había formado entre nosotros.
──¿Habías estado en un circo antes?

Le dije que no. La simpleza de mi respuesta pareció llevar una carga más pesada de lo que había anticipado.
Ella ladeó su rostro, su curiosidad pintada en cada línea de su expresión.
──Mi familia no lo ve como algo atractivo, y nunca fui. ──continué, mi voz apenas un murmullo sobre el sonido de nuestro entorno.
Frida asintió lentamente… y susurró.
──Ya veo… son millonarios que nos ven como inservibles.
En ese momento, comprendí que no solo estaba hablando de circos o de leones. Estábamos cruzando un umbral, adentrándonos en un mundo donde los prejuicios y las barreras sociales se desvanecían ante la simple humanidad y la conexión auténtica.
──¿Por qué asumes que soy millonario?
Ella señala mi ropa como si eso lo hiciera evidente.
──Solo es un traje.
Jamás había sido tan consciente de la ropa que vestía hasta que Frida posó sus ojos sobre mí, desglosando cada detalle con una precisión casi quirúrgica. Su mirada viajó con tal análisis por mi traje que sentí como si cada hilo estuviese siendo escrutado bajo un microscopio invisible.
──No es solo; “Un traje” Es un Tom Ford de dos botones con solapas anchas. ──comentó con una seguridad que me tomó desprevenido. Su sonrisa, amplia y genuina, mostraba su diversión ante mi asombro. Luego, como si compartiera un secreto conocido solo por unos pocos, añadió, hundiendo sus hombros de manera despreocupada ──. Viví en París… los hombres de dinero visten trajes costosos y de marca, tú lo haces.
Tomé un momento para observar mi reflejo en el vidrio más cercano, como si solo entonces fuese capaz de verme a través de los ojos de Frida.
──Sí, sí es un Tom Ford. ──admití, no sin cierta resignación a que ella había descubierto algo de mí sin siquiera intentarlo.

Con una gracia que parecía innata, Frida apartó un mechón de su cabello, casi blanco bajo la luz, y me lanzó otra pregunta, tan directa como un disparo.
──¿A qué te dedicas, Benjamín?
──Soy empresario petrolero. ──dije, mi voz llevando un tono de obviedad. Después de todo, estábamos en Texas; mi traje, mi trabajo, parecían piezas de un estereotipo que nunca había tenido que confrontar de esta manera.
──Obvio. ──respondió ella, la palabra saliendo de su boca con una mezcla de sarcasmo y sinceridad. ──. Estamos en Texas, vistes de marca, petrolero.
En ese intercambio, algo cambió. No era solo una conversación sobre atuendos o profesiones. Era como si Frida, con apenas unas frases, hubiera desmontado las capas que yo mismo había construido. Ella no solo veía lo obvio, sino que entendía lo que representaba, y ese entendimiento me hacía sentir, de alguna manera, más desnudo que si me hubiera despojado de mi traje de varios miles de dólares allí mismo.
Cada palabra que Frida pronunciaba narraba una historia más amplia, no solo de su percepción sobre mí sino de su propia experiencia. “Viví en París”, esas palabras resonaron en mi cabeza. No solo hablaban de moda o trajes; hablaban de una vida vivida, de observaciones agudas formuladas desde banquetas de cafés y avenidas bulliciosas.
Mientras la conversación fluía, me di cuenta de que estaba ante alguien que, aunque pudiera identificar la marca de mi traje con un vistazo, buscaba ver más allá de la fachada. Frida no solo había vivido en París; había aprendido a mirar directamente al núcleo de las personas, más allá de las marcas y los negocios que llevaban.
──¿Cuánto tiempo viviste en París?
──Dos años.
──¿Por qué volviste?
──Porque cuando naces en un circo, tu vida y su esencia siempre estará en el circo. Esto es mi hogar… la carpa, los leones, y el trapecio. Así como tú, tú eres empresario por tu familia, yo soy trapecista, mi vida es todo aquello que ves. 
──¿Cómo sabes…?
──Eres empresario porque tú padre lo fue. Sigues un legado. Y no está mal. Cada uno tiene una forma de vivir y un legado que seguir.
Se escuchan unas voces de fondos, Frida me toma de la mano y me obliga a levantarme para seguirla, corremos detrás de una de las jaulas, la jaula de Kirbaj… el león ruge cuando mi espalda pega con los barrotes pero Frida lleva su dedo a sus labios haciendo que el león vuelva a recostarse, estamos escondidos cuando dos hombres ingresan revisan las jaulas y salen hablando…
──¿Por qué nos escondimos?
──Porque eres un intruso en un mundo lleno de secretos, Benjamín. ──susurra elevando sus ojos azules hacia mi.
Condenados ojos…

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