capítulo 17

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Capítulo 17
Frida Valentine.

Desde que salí del circo con engaños hacia padre, sentía los nervios correr por mi cuerpo. no pude dejar de pensar en cómo sería el penthouse de Benjamín. Había escuchado tanto sobre su estilo de vida que la curiosidad me empujaba hacia su lugar sin descanso. Siguiendo sus pasos, llegué al imponente edificio, y tras llamar al ascensor, subí directamente al último piso.
Cuando las puertas se abrieron, me encontré frente a una entrada discreta y de buen gusto. Respiré hondo antes de empujar suavemente la puerta, me invadió la visión de un espacio que superaba mis expectativas. Todo era lujo, desde los muebles hasta los adornos minimalistas que decoraban las paredes. No había ni un solo ruido; el silencio reinaba de una forma que solo el lujo podía permitirse.
Mis ojos recorrieron cada rincón del lugar como queriendo absorber la esencia de Benjamín, sus gustos, su estilo. Me detuve al ver el inmenso ventanal al fondo, que iba del piso al techo, permitiéndome contemplar la ciudad extendida ante mí como un vasto océano de luces brillantes. El techo, increíblemente alto, proporcionaba una sensación de amplitud que nunca había experimentado.
Miré la hora en el reloj que descansaba elegantemente en mi muñeca. Aún tenía tiempo antes de que él regresara. Bajé la vista a mis manos, donde llevaba la comida que había preparado para ambos. Sentí una mezcla de emoción y nerviosismo mientras iba a la cocina. Quería que todo fuera perfecto, que lo sorprendiera.
Abrí las bolsas y comencé a ordenar la comida en los platos con el mayor cuidado, buscando que cada detalle estuviera impecable. Este lugar pedía que todo lo que ocurriera en él fuera especial, y eso era exactamente lo que deseaba lograr: crear un momento para recordar. Mientras trabajaba, no podía dejar de sonreír, anticipándome al instante en que Benjamín cruzara la puerta y viera lo que había preparado para nosotros.
Mientras disponía la comida en la mesa, me detuve un momento para observar el entorno una vez más. El juego de luces y sombras que entraba a raudales por el ventanal creaba un ambiente casi mágico. Me preguntaba cómo sería la vida de Benjamín en un lugar así; una mezcla de soledad y lujo en la que he de admitir, envidiaba un poco su tranquilidad.

La mesa estaba elegantemente dispuesta, un hermoso mantel blanco que contrastaba con los tonos oscuros del mobiliario. Cada plato brillaba, reflejando la luz que se filtraba desde el gran ventanal. Todavía no podía captar completamente la magnitud de lo que significaba estar aquí, en su espacio, pero la ansiedad por la llegada de Benjamín mantenía mis pensamientos enfocados.
Terminé de colocar la última copa y decidí que un pequeño toque personal no estaría de más. Busqué en mi bolso un par de flores que había recogido antes de llegar; unas pequeñas gerberas que brillaban con su colorido vibrante. Las acomodé en un jarrón, dándole un toque más cálido a la atmósfera. Quería que se sintiera como en casa, aunque su hogar era un penthouse impresionante.
De repente, me invadió un ligero temor. ¿Qué pensaría él al ver todo esto? Tal vez se esperara un encuentro casual, y aquí estaba yo, intentando orquestar un almuerzo que, aunque simple, confiaba en que dijera mucho sobre mis sentimientos. Sentía un ligero cosquilleo en el estómago, mezcla de nervios y emoción.
Decidí dar un vistazo a la cocina, donde había dejado el postre en el refrigerador. Era una tarta de queso, una de mis especialidades. Quería que cada bocado recordara lo bien que me había sentido preparándolo, lo mucho que significaba este encuentro para mí. Al abrir el refrigerador, la tarta estaba en perfecto estado, lista para ser parte de una la tarde que también podría ser mágica.
Mientras controlaba el tiempo de cocción y me aseguraba de que todo estuviera en orden, mis pensamientos se deslizaban hacia él. Benjamín. Su forma de hablar, su risa, incluso la manera en que miraba las cosas, como si cada detalle contara una historia. Quería que este almuerzo fuera un reflejo de eso; una historia contada a través de sabores, olores y experiencias compartidas.
Decidí darme un minuto y respirar profundamente. Miré hacia el ventanal, disfrutando de la vista. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosas. Era un espectáculo que valía la pena disfrutar, y que deseaba compartir con él.
Justo en ese momento, escuché la puerta. Mi corazón dio un salto y, con un toque de ansiedad, me giré lentamente. Tenía que estar lista para la sorpresa, para ese momento en que nuestras miradas se cruzaran y supiera, en un instante, que todo valía la pena.
Y lo hace. Vale la pena.
──Hola… llegaste. ──susurro. Deja su maletín.
──Lamento la espera. ──dice dejando a un lado su maletín, y viene hacia mi apresurado, me abraza de la cintura y me pega a su cuerpo. ──. Esto, esto me gusta.
Detalla la comida y me observa a mi, su pulgar se pasea por mis labios rojos… sonrío en demasía.
──¿Te gusta? ──asiente emocionado. Sus labios van a los míos, el beso es dulce, pero luego aumenta de intensidad, tanta que me guía hasta uno de los ventanales, mi cuerpo queda atrapado por su cuerpo y el vidrio.
Nos alejamos un poco para poder respirar, sonríe bajando su mirada hacia la mía.
──Lo siento pero cuando te tengo cerca pierdo el control. 
──¿Quieres comer? ──resopla y rio.
──¿Puedo decirte algo atrevido? ──inquiere bajando su tono de voz, asiento. ──. Quiero es comerte a ti.
Me sonrojo y sonrió, el muerde su labio.
──Pero está bien aliméntame. ──lo guío hacia donde esta la comida, observa todo con una amplia sonrisa. Le gusta lo que ve. ──. Esto se ve delicioso.
Le sirvo un poco de todo mientras se quita su saco, y se acomoda en el suelo para sentarse a mi lado, puedo notar que esto le gusta, el relajarse. Dejo el plato frente a él, y me acerco para aflojarle la corbata, me recorre con la mirada.
──En serio lamento no haber ido por ti. ──dice.
──No te preocupes. El que llegaras tarde, sirvió para preparar todo esto. ──lo detallo. ──. ¿todo está bien?
──Si, mi padre pasó a ver cómo va la empresa. ──musita con calma. ──. Es algo que me incomoda, me hace sentir que duda de mis capacidades. Pero bueno, estoy aquí contigo ahora. Y quiero desconectarme, quiero… disfrutar este momento.
Me acerco a él, tomo algo de la comida y la llevo a su boca, saborea la comida y sonríe.
──Está delicioso. ¿Lo hiciste tú?
El aroma de la comida aún flotaba en el aire, el eco de nuestras risas resonaba suavemente en las paredes del penthouse mientras Benjamín saboreaba cada bocado. Lo miraba con atención; su expresión iluminada, los ojos entrecerrados de satisfacción mientras disfrutaba de los platillos que había preparado. Cada vez que sonreía, sentía que mi corazón latía más fuerte, como si cada sonrisa fuera un pequeño triunfo.
Después de limpiar la mesa, decidí que era hora de servir el postre. Tomé la tarta de queso del refrigerador, decorada con un hilo de mermelada en la parte superior que la hacía ver aún más atractiva. Al acercarme a él, vi cómo sus ojos se iluminaban al ver la tarta en mis manos.
──¡Se ve increíble! ──exclamó, con esa sonrisa que siempre parecía desarmar cualquier inquietud que pudiera sentir.
Serví dos generosas porciones y las coloqué sobre la mesa, junto a un par de cucharas. Mientras lo observaba disfrutar del postre, una mezcla de alegría y nervios me invadía. Era una pequeña satisfacción tener ese control sobre sus placeres, ofrecerle algo que sabía que le gustaba.
Mientras él terminaba su porción, no pude resistir el impulso de acercarme a él, apenas separando la distancia que nos quedaba. Limpie la comisura de sus labios con la yema de mi dedo, y en ese instante, Benjamín tomó mi mano con delicadeza y, sorprendentemente, lamiendo mis dedos de una manera casi juguetona. Sus ojos se llenaron de complicidad mientras disfrutaba de mi sabor, y yo sentí un escalofrío recorrerme.
Nadie había hecho algo así por mí, susurró Benjamín, como si cada palabra se adhiriera a la atmósfera cargada que nos rodeaba. Entonces, con un movimiento suave pero firme, me atrajo hacia él, levantándome y colocándome en su regazo. Su mirada me recorrió lentamente, como si intentara memorizar cada detalle de mi rostro.
──Te queda hermoso este vestido ──dijo, mientras su mano comenzaba a pasearse por la pierna descubierta que dejaba al descubierto el diseño de mi atuendo. Su toque era delicado, pero podía sentir la intensidad de su mirada en cada centímetro de piel que iba descubriendo.
Me estremecí dentro de sus brazos, sintiendo la mezcla de calor y electricidad que surgía entre nosotros. Era extraño, pero en ese instante, todo el resto del mundo se desvaneció.
──Aquí nadie va a interrumpirnos, ¿cierto? ──pregunté, sin poder evitar que la duda asomara a mi voz, aunque la pregunta estaba más dirigida a asegurarme de que estaba lista para dejarme llevar.

Benjamín sonrió, una expresión de total confianza en su rostro.
──Nadie. Estamos solos. Tú y yo.
Sus palabras fueron como una promesa, un refugio que me invitaba a entregarme al momento. Mire sus ojos, y todo lo demás se desvaneció. En ese instante, la comida, las luces de la ciudad, el lujo a nuestro alrededor se convirtieron en un mero telón de fondo. Fue solo el comienzo de un día  que prometía ser inolvidable.
La forma en que sus ojos se habían iluminado mientras me sostenía en su regazo me llenó de confianza, y una sensación de calidez se extendió por todo mi cuerpo. Benjamín deslizó sus dedos suavemente por mi muslo, y me perdí en la profundidad de su mirada. La conexión entre nosotros crecía con cada segundo que pasábamos juntos, como si el resto del mundo ya no importara.
──¿Sabes? ──comenzó a decir, su voz un suave susurro que parecía resonar en el silencio del penthouse── La comida fue maravillosa, pero lo que realmente me gusta es compartir estos momentos contigo.
Mis labios se separaron ligeramente al escucharle. Había algo en su tono que prometía mucho más que solo una simple comida. Acaricié su rostro con ambas manos, sintiendo la suavidad de su piel y la firmeza de su mandíbula.
──A mí también me gusta ──respondí, intentando mantener la voz firme, aunque una corriente de nervio y emoción recorría mi cuerpo──. Nunca había compartido algo así con nadie.
Su mano se estiró e hizo que me acercara un poco más, el calor de su cuerpo envolviéndome por completo. Esa cercanía me hacía sentir vulnerable y a la vez increíblemente viva. Pude sentir su aliento en mi piel, y para ese momento, el mundo exterior definitivamente había desaparecido.
──Frida ──dijo, con un tono que reprochaba la distancia──. Me encanta cómo siempre encuentras la forma de sorprenderme. Nunca pensé que una cena casera pudiera ser tan especial hasta ahora.
Se inclinó un poco más hacia mí, y nuestros rostros estaban a meros centímetros de distancia. Su mirada se centró en mis labios, y sentí que el aire se volvía más denso, como si la tensión se pudiera cortar con un cuchillo. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza a medida que se movía un poco más cerca.

──Benjamín… ──murmuré, como si invocara su nombre pudiera mantener el momento suspendido, pero él interrumpió ese pensamiento acercándose aún más.
Cerré los ojos en anticipación, sintiendo su aliento cálido. El mundo alrededor se desvaneció en un susurro, y en un instante tan frágil como el cristal, los labios de Benjamín rozaron los míos. En ese momento, todo lo que había sentido hasta ahora estalló en mil pedazos, reemplazado por una gran explosión de sensaciones que abarrotaron mi mente.
Mantenía su mano en mi cintura, mirándome con una mezcla de deseo y ternura. Sentí cómo su otra mano se movía por mi cabello, acariciándolo con suavidad, y me pregunté cómo había llegado a momentos tan intensos. Era un torbellino de emociones, un instante perfecto de conexión mística.
Separé ligeramente los labios mientras él seguía explorando, y entonces, sin pensarlo, me acerqué más, deseando absorber cada segundo. Había algo casi mágico en ese instante; era íntimo y revelador. Era como si compartiéramos algo más allá de una simple cena, un encuentro entre almas que habían estado esperando ese momento.


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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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