Me guió a la cocina que conectaba con el comedor; era enorme. Tenía una isla preciosa de mármol blanco, y me quedé apoyada en ella mientras sacaba un vaso del armario y lo llenaba de agua. Me lo ofreció y asentí levemente con una pequeña sonrisa. Vi cómo dudaba, parecía que iba a decir algo pero volvió a cerrar la boca.
—Siento mucho haberte despertado, te lo compensaré como haga falta. De verdad que te estaré agradecida de por vida.
—¿Llamarás a la policía? —ignoró lo que le dije y me miró con esos grandes ojos marrones.
—No, tampoco sé qué decirles. No vi al tipo y solo quiero olvidarlo. Yo sabía que esta noche no iba a ir bien, pero como siempre le di una oportunidad a Martina. —Me miró extrañado, claramente no sabía de lo que hablaba—. Una amiga me convenció para ir a casa de un chico que conoció un día de fiesta. La fiesta era en su piso, así que cogimos el tren y nos plantamos en su casa. Yo no conocía a nadie ahí, pero pensé que quizá me lo pasaba bien, aunque claramente no. En cuanto llegamos, como hace siempre, desapareció y no la vi en toda la noche. Aguanté pero no podía más, así que decidí irme. Fui a avisarla pero ni siquiera me escuchó. Obviamente no podía ir a casa de nadie. Vivo a 1 hora de aquí, no conozco a nadie. El resto de mis amigas que estudian en Barcelona lo hacen en residencias, así que tampoco podía ir con ninguna de ellas. La verdad es que no sé por qué toqué tu timbre, podría haber sido otro. No sabía qué hacer y actué por instinto. De verdad que te estaré siempre agradecida por esto... —me callé al no saber su nombre.
—Pablo, me llamo Pablo. ¿Y tú?
—Valeria —le sonreí tímida.
—Creo que ya has tenido muchas emociones por hoy. Te enseño tu habitación para que puedas descansar, tienes baño así que date una ducha mientras yo te voy a buscar algo para dormir.
Le seguí mientras subíamos las escaleras. No me había fijado con detenimiento, pero su casa era enorme. Desde la cocina abierta se veía el comedor, y los grandes ventanales daban paso a un jardín con piscina y una mesa de ping-pong. Las vistas eran preciosas. Casi me caigo de culo cuando me enseñó la habitación de invitados; si eso era la habitación de invitados, no quiero imaginarme cómo será su habitación. Era blanca, muy minimalista. Una cama de matrimonio y dos mesitas de noche a los lados. Me explicó dónde estaban las toallas y los jabones, pero yo estaba tan embobada mirando la habitación que no le presté mucha atención.
Una vez fuera de la ducha, salí a la habitación y ahí estaba él. Sentado en la cama mirando su móvil.
—Oh, ya estás. Te he traído esto para que te cambies. Es mi ropa de entreno, espero que te sirva —dijo nervioso mientras se rascaba la nuca—. Bueno, te dejo descansar, buenas noches y si necesitas cualquier cosa estoy en la habitación de enfrente —me dio una sonrisa tímida y salió de la habitación dejándome ahí plantada.
Como era posible todo lo que me había pasado en un solo día? Me puse su ropa y me metí en la cama. Pasaba de seguir dándole vueltas a todo. Y aunque me costó, conseguí dormirme hasta el día siguiente.
Me desperté desorientada, sin saber muy bien dónde estaba. La habitación me resultaba extraña, pero poco a poco, los recuerdos de la noche anterior comenzaron a aflorar. Me levanté despacio y me acerqué a la ventana; el sol ya estaba alto en el cielo. Las vistas eran impresionantes, pero lo que más captaba mi atención era el hecho de que estaba en una casa desconocida. Respiré hondo, intentando calmarme.
Bajé a la cocina, esperando encontrar a Pablo, pero no había nadie. Me serví un vaso de agua y me apoyé en la isla de mármol, dejándome llevar por mis pensamientos. De repente, una voz detrás de mí me hizo saltar.
—¿Qué tal has dormido? —preguntó Pablo, dándome un susto de muerte.
—¡Madre mía, qué susto me has dado! —le respondí, con una mano en el pecho.
—Perdona, no quería asustarte. ¿Cómo te sientes?
Ya más consciente que anoche, me percaté de quién estaba delante de mí. Me quedé un momento en shock, sin poder articular palabra. Finalmente, conseguí responder.
—Bien, he dormido como he podido. El mal trago que me llevé no se me quita nadie —le dije, intentando mantener la compostura.
—¿Qué quieres para desayunar? —preguntó con una sonrisa.
—Lo que sea estará bien. Tampoco desayuno nunca.
Hizo una mueca de desaprobación y me echó la bronca.
—El desayuno es la comida más importante del día, no puedes saltártelo.
Preparó unas tostadas con aguacate, un huevo duro rallado y un plátano. Mientras desayunábamos, Pablo me explicó que en dos horas tenía entrenamiento y que si quería acompañarlo.
—Claro, me encantaría —acepté, intentando hacer una broma—. No me puedo creer que vaya a ver un entrenamiento de un equipo tan malo.
Pablo, que ya estaba subiendo las escaleras para prepararse, se giró con cara seria.
—Como seas madridista, ya estás saliendo por la puerta.
Empecé a reír y le dije:
—Es una pena, con lo buen jugador que eres, que hayas escogido tan mal el equipo.
Mientras seguíamos debatiendo sobre qué equipo era mejor, subimos a las habitaciones a cambiarnos y prepararnos para irnos. Aún no me creía que, con la mala suerte que tenía siempre, esta vez no haya sido así y haya acabado en casa de Gavi. Al principio me caía mal porque siempre se enfadaba jugando, pero ahora, aunque fuera del equipo rival, disfrutaba mucho viendo su juego. A día de hoy, quedaban pocos jugadores que mostraran tanta pasión por lo que hacían. No sería el más técnico ni el más rápido, pero las ganas que le ponía no le ganaba nadie.
Me miré en el espejo del baño, todavía asimilando la suerte que había tenido. Estaba a punto de vivir una experiencia única, y aunque las circunstancias no habían sido las mejores, estaba decidida a aprovecharlo, no todos los días se podía ver un entrenamiento de un equipo de primer división. Con una sonrisa nerviosa, salí del baño y me encontré con Pablo esperándome en el pasillo.
—¿Lista para ir al entrenamiento? —preguntó él con una sonrisa.
—Más que lista —respondí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.
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Verano en Fuera de Juego
FanfictionA pesar de vivir a una hora de distancia, el verano los une, revelando una atracción innegable que ninguno de los dos se atreve a reconocer. Entre risas, peleas y encuentros con amigos, su relación se profundiza. Pero a medida que el final del vera...