Capítulo 20

96 2 0
                                    

El partido avanzaba con intensidad, y Carla y yo estábamos completamente inmersas en la acción, aplaudiendo y gritando como dos locas en las gradas. Ver a mi hermano jugar siempre había sido algo que me llenaba de orgullo, y esta vez no era la excepción. Carla, a mi lado, también parecía disfrutarlo.

Mi móvil vibró en el bolsillo, y al sacarlo, vi que tenía un mensaje de Pablo. El simple hecho de ver su nombre en la pantalla hizo que mi corazón latiera un poco más rápido. Abrí el mensaje, y no pude evitar sonrojarme al leerlo:

No puedo dejar de pensar en ti, ese beso...

Al instante recibí una foto. Era él en el coche donde se podía notar en sus pantalones la creciente erección. Seguido de eso había un mensaje más:

Mira como me pones solo de recordarlo.

Mi respiración se aceleró ligeramente al leer sus palabras. La intensidad de todo lo que hemos vivido en tan pocas horas seguía presente en mi mente, y ahora, con sus mensajes, sentía ese mismo calor expandiéndose de nuevo por mi cuerpo.

Volví a leer los mensajes, notando cómo una mezcla de deseo y anticipación se apoderaba de mí. Quise contestarle de inmediato, pero justo en ese momento, mi hermano encestó otro triple, y el pabellón estalló en aplausos. Me uní a la celebración, aunque mi mente estaba a medias entre la cancha y el mensaje de Pablo.

- Val, ¿estás bien? - preguntó Carla, notando mi expresión.

- Pablo me ha mandado un mensaje... - respondí rápidamente, guardando el móvil de nuevo en el bolso

- ¿Qué te dice? - insistió, con una sonrisa traviesa imaginándose por mi expresión cómo era el mensaje.

- Nada... Que está empalmado de pensar en mí - respondí, tratando de mantener un tono ligero, aunque el simple recuerdo me hacía hervir por dentro.

Carla soltó una risita y me dio un codazo.

- Ay mi niña, que diablilla que es - dijo, guiñándome un ojo.

El partido continuó, y aunque intenté centrarme en él, no podía evitar que mi mente divagara por los recuerdos. Cuando finalmente terminó, nos fuimos todos al coche.

Durante el trayecto, charlábamos animadamente sobre el partido, pero mi mente no estaba en esa conversación. No podía evitar imaginar lo que puede llegar a pasar la próxima vez que nos veamos, o hasta donde llegará esto. Carla, que estaba sentada a mi lado, me miró de reojo, sonriendo, como si supiera exactamente en qué estaba pensando.

Dejamos a Carla en su casa y cuando llegamos a la mía, subí directamente a mi habitación. Recordé que no le había contestado. No sé de dónde saqué la valentía para hacerlo, me tumbé en la cama y me saqué una foto en la que se podían ver mis piernas cruzadas, una encima de la otra de lado y un poquito de mi tanga de encaje verde. Abrí el chat de Pablo y primero le respondí al mensaje:

Siento no haber podido ayudarte con eso. Espero que esto compense el no haber respondido.

*Foto*

Ojalá estuvieras aquí...🫣

Dos tics azules al instante, ya había visto el mensaje. Tres minutos más tarde y aún no recibía respuesta. ¿Me había pasado? Lo había hecho para seguirle el juego y porque estaba cachonda, por eso también.

Videollamada entrante de Pablo.

- Hola, preciosa - dijo, su voz baja y grave. - Están estos en casa y he tenido que subir a mi habitación.

Ahora entendía porque tardó en responderme.

- No puedes mandarme esa foto estando tan lejos - el tono de su voz me hizo estremecer y mis piernas se frotaron por instinto.

- Hiciste lo mismo esta mañana - repliqué en un tono bajo.

Su mirada intensa me atrapó, y sentí un calor subir por mi cuello. El deseo que había estado reprimiendo desde que recibí sus mensajes volvió a mí. Mi mano inconscientemente comenzó a bajar por mi abdomen y un pequeño gemido escapó de mis labios. Me puse roja al instante, esperaba que no lo hubiera escuchado, qué vergüenza, pero fue en vano.

- Valeria, ¿te estás tocando? - soltó, sin rodeos.

El pulso se me aceleró, y tuve que morderme el labio para no dejar escapar otro suspiro. Desearía poder sentir sus manos sobre mi piel y su cuerpo contra el mío.

- Sigue Valeria, quiero verte, quiero ver cómo te corres. Joder, esto es lo más excitante que he hecho nunca.

- Pablo... - susurré, sin saber muy bien qué decir, pero sintiendo que la distancia en ese momento era casi insoportable. - Tú...

- Val, están mis amigos abajo... Sé buena, haz todo lo que yo te diga - negué, quería verle. Quería que se tocara conmigo.

Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos a través de la pantalla como si el mundo entero se hubiera reducido a ese instante. La intensidad de su mirada me atrapaba.

Mi respiración se entrecortaba mientras mis dedos se deslizaban lentamente hacia mi coño, ya empapado solo por el sonido de su voz y la forma en que me miraba.

Me mordí el labio inferior, intentando contener un gemido. Todo esto era tan nuevo para mí, tan intenso, pero a la vez, imposible de resistir.

—Valeria... -su voz ronca y cargada de deseo me hizo temblar—. Estoy tan duro que podría correrme solo con escucharte. Quiero que introduzcas un solo dedo y con la otra mano te acaricies los pezones.

-Agh!

—Eso es... —murmuró.

Cerré los ojos un momento, dejándome llevar por las sensaciones, por la forma en que su voz me envolvía. Podía imaginarlo junto a mí, su aliento caliente contra mi piel, sus manos fuertes recorriendo mi cuerpo. Quería tanto estar con él en ese instante que dolía.

-Creo...estoy llegando Pablo.

-Te juro que si no estuviéramos tan lejos me plantaba ahora mismo es tu casa para verte, para probarte y regalarte el mejor orgasmo de tu vida -dijo con una mezcla de frustración y deseo en su tono.

En ese mismo instante, detoné. Nunca antes había conseguido tener un orgasmo por mi misma, pensaba que eso era imposible en mi. Que era asexual, o no sé, que era defectuosa. Se sentía jodidamente bien.

Al instante la vergüenza se apoderó de mí. No podía ni mirar a Pablo. Lo que había hecho... Dios. Se sentía tan bien, pero me sentía una niña de 15 años que acaba de descubrir lo que es el placer y lo bien que se siente. Quería más, necesitaba sentir a Pablo conmigo y no solo a través de una pantalla. Seguía ahí, podía sentirlo.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora