Capítulo 6

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El sonido de la alarma rompió el silencio de la mañana, arrastrándome bruscamente fuera del sueño en el que estaba sumida. Sin abrir los ojos, estiré la mano para apagarla, deseando poder quedarme unos minutos más en la cama. Estaba agotada, como si la noche no hubiera sido suficiente para recuperar las energías. Los sueños que había tenido aún rondaban en los bordes de mi mente, pero se desvanecían rápidamente mientras me enfrentaba a la realidad del día que tenía por delante.

Abrí los ojos finalmente y miré el reloj en la mesita de noche. La hora me recordó que no tenía tiempo que perder. Mi hermano debía llegar a la escuela a tiempo. Con un suspiro, me obligué a levantarme, a pesar de la rigidez que sentía en los músculos. Aparté las sábanas, dejando atrás la calidez de la cama, y me puse de pie.

Antes de salir del cuarto, mi mirada se desvió hacia la pantalla del móvil, que parpadeaba con una notificación. Lo cogí con curiosidad y vi que era un mensaje de Pablo, enviado pasada la medianoche. Al leerlo, una mezcla de sorpresa y una cálida sensación, difícil de definir, me invadió.

Pablo: Me lo pasé muy bien ayer. Si al final decides ir a la policía, no dudes en contar conmigo. Te acompañaré.

Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro. Era reconfortante saber que Pablo estaba dispuesto a estar a mi lado, apoyándome en algo tan importante como denunciar lo que había sucedido. No tomaba a la ligera la decisión de ir a la policía, pero saber que no estaría sola hacía que la idea fuera un poco menos aterradora. Guardé el móvil en la mesita, decidiendo que le respondería más tarde.

Me vestí con ropa cómoda y bajé a la cocina. Puse la cafetera en marcha mientras sacaba pan para las tostadas, asegurándome de tener suficiente para mi hermano también. El familiar ruido de la tostadora y el aroma del café empezaron a llenar la cocina, creando una atmósfera extrañamente reconfortante.

Mis pensamientos volvían una y otra vez a Pablo. Algo en su mensaje resonó en mí. No era habitual para mí sentirme vulnerable, pero la idea de que alguien estuviera dispuesto a apoyarme me hacía sentir menos sola.

Con el desayuno listo, subí a despertar a mi hermano. Golpeé ligeramente la puerta de su cuarto antes de entrar. Como esperaba, aún estaba profundamente dormido, arropado hasta la cabeza. Me acerqué y le di un toque suave en el hombro, susurrándole que ya era hora de levantarse. Murmuró algo en protesta, pero finalmente se sentó en la cama, con los ojos entrecerrados por la luz de la mañana. Su cabello estaba desordenado, y su expresión soñolienta me hizo sonreír.

Después de unos minutos, bajó a la cocina, donde el desayuno ya estaba esperando. Mientras comíamos juntos, hablamos brevemente sobre el día que nos esperaba. Él tenía un examen en la escuela, y le deseé suerte, aunque sabía que no la necesitaba; era más inteligente de lo que a veces le daba crédito.

Cuando lo vi desaparecer tras las puertas del colegio, me dirigí al gimnasio. No podía perder la forma si quería estar bien para la pretemporada en agosto. Además, no quería engordar; esa palabra siempre rondaba en mi cabeza. Era incapaz de hacer nada sin juzgarme y pensar que el resto también lo hacía en cualquier mínimo movimiento. Esos pensamientos me carcomían por dentro.

Ya casi era la hora de comer cuando salí del gimnasio y me di cuenta de que aún no había respondido a Pablo. Quería mantener la conversación fluida y seguir hablando con él, así que le agradecí su mensaje, le pregunté qué tal había ido su mañana, y le envié una foto en el espejo del gimnasio con la descripción: yo todo el día en el gym 😖. Recibí una respuesta inmediata:

Pablo: Jajaja, muy guapa.

Casi me caí de culo al leer eso. ¿Perdón? ¿En qué momento Pablo Gavi, el crush de medio mundo, acababa de hacerme un cumplido? Estaba flipando, pero un ápice de tristeza cruzó por mi mente. ¿Se estaría riendo de mí? Nunca nadie me hacía cumplidos, salvo mis amigas o mi familia. Pablo me explicó que había tenido rehabilitación esa mañana y que por la tarde iría a la playa con sus preparadores físicos. Me preguntó si me apetecía hacer una llamada por la noche, y obviamente acepté. Además, tampoco tenía nada que hacer.

Ese día mis padres ya volvían, así que no tenía que preocuparme por recoger a Sergio y llevarlo a entrenar. Aproveché que aún tenía un rato sola para adelantar deberes y estudiar un poco. Solo era mi primer año en la universidad, pero ya tenía claro que una vez acabara la carrera, quería enfocarme en dos ámbitos del periodismo: la moda y el deporte.

—¡Val, ya estamos en casa! —Salté de la silla del susto; no me había dado cuenta de la hora que era.

—Hola, cariño —me saludó mamá al entrar.

—Hola —me levanté y les di un abrazo a los tres—. ¿Qué tal ha ido todo?

Mientras mamá me enseñaba fotos y me explicaba cómo lo habían pasado, papá se encargaba de la cena. Sergio vino después de dejar sus cosas en la habitación y entre los dos pusimos la mesa. Ahora era nuestro turno de contarles cómo había ido el fin de semana. El día y medio que estuve en Barcelona, mi hermano se había quedado en casa con un amigo suyo. No di muchos detalles de mi fin de semana, preferí esperar a estar a solas con mamá para contarle. Bueno, omitiría el motivo real por el cual conocí a Pablo. No es que no tuviera confianza con papá, pero no quería que se hiciera ideas equivocadas. Se pone pesado cuando se entera de que estoy conociendo a alguien. Además, ni siquiera somos amigos, apenas nos conocemos de un día.

Después de cenar, subí a mi habitación. No habíamos concretado una hora para la llamada, pero quería estar lista cuando me llamara. Justo en ese momento, me llegó un mensaje.

Pablo: Estoy llegando a casa, en nada te llamo 🫡.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora