Capítulo 10

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—¡Me ha salido genial! —grité emocionada en cuanto vi la cara de Pablo en la pantalla.

—¿Lo ves? Te lo dije.

—¿Te he pillado en mal momento?

—No, para nada. Justo iba a darme una ducha. —Apoyó el móvil en el mármol de la pica del baño, y mi cara se puso roja al instante.

Estaba sin camiseta, solo con unos pantalones de chándal, y se le veía un poco de los bóxers. Parecía esculpido por los mismísimos dioses. Madre mía, estaba como un flan. Se notaba que era futbolista y que dedicaba tiempo a su cuerpo. Me imaginé cómo sería tocar ese torso tan bien formado. Él debió percibir mi reacción y empezó a reírse.

—¿Te pongo nerviosa? —preguntó pícaro—. Si quieres, te mando una foto para que me contemples mejor. O si prefieres, puedes venir a casa y verlo en persona.

Esa era mi oportunidad para escapar de este momento incómodo.

—¿Por qué me compras el billete? ¡No quiero seguir debiéndote nada!

—¿De verdad te has enfadado por eso? Es solo un billete. Lo hice porque quiero verte. Estas llamadas me aburren.

—Pero—intenté protestar.

—Pero nada. Espero que eso sea suficiente para que vengas el viernes.

—Hoy hablaré con mis padres y te diré algo. Además, ¿cómo pretendes que llegue a tu casa si el tren llega a Castelldefels?

—Porque iré a buscarte a la estación. No hay tanta gente como en Sans o Estació de França. —Sonreí de inmediato.

—Entonces, ¿cuándo te dicen algo?

—En unos días me llamarán, me dijeron. No sé qué pasará si no me cogen. No tengo ninguna otra opción.

—No pienses en eso antes de tiempo. Y si pasa, será porque no era para ti, y algo mejor estará esperando.

—Puede... —dije cabizbaja—. ¿Qué tal con Pedri hoy?

—Es un pesado. Todo el vestuario está en mi contra, solo hacen que hacerme rabiar. ¡Y lo hacen aposta!

—Es que te picas muy rápido, Pablo, y les hace gracia tu reacción.

—Ya, pero a mí no me hace ninguna gracia.

—Ahora te llamo. Acabo de llegar a casa y están mis padres. Voy a preguntarles sobre este fin de semana.

Entré en casa, debatiéndome entre contarles lo de Elena o la verdad. Opté por lo de Elena.

—¡Hola!

—Hola, ¿qué tal ha ido la entrevista? —preguntó mi madre mientras preparaba la comida.

—Muy bien, o eso creo. En unos días me dirán algo. —Los dos sonrieron y asintieron—. Por cierto, Elena me ha invitado a pasar el fin de semana con ella en Barcelona. No tenemos nada, ¿no?

—No, puedes ir. Aunque tu hermano juega en Barcelona el domingo por la tarde. Si quieres, venimos a ver el partido y luego te llevamos. —dijo mi padre.

—Vale, ya os iré diciendo. El tren sale el viernes a las 10:57. ¿Me podrás llevar, papá?

—Creo que sí. Si no, pregunta a la yaya o a tu primo a ver si te pueden llevar.

—Vale. ¿Cuánto falta para la comida?

—Acabo de empezar, Val. Aún falta un rato. —contestó mi madre.

—Vale, pues estaré en la habitación.

No me acordaba de que a mi hermano le quedaban tres partidos de liga y, si llegábamos, la final A4. Ya casi estaba asegurado el pase al torneo de los cuatro mejores. Me cambié a ropa cómoda, de deporte. Le envié un mensaje a Pablo diciéndole que mis padres me dejaban ir y otro a Elena explicándole que necesitaba que me cubriera por si coincidía con mis padres y le preguntaban, aunque lo dudaba. De todas maneras, aprovecharía uno de esos tres días para verla si sus exámenes iban bien y tenía tiempo, ya que no nos habíamos visto desde que volví de Estados Unidos.

Pablo me había explicado los planes para esos días, así que preparé una maleta con todo lo necesario, que básicamente era mi armario entero. Siempre metía mil y un "por si acaso" en la maleta que luego no acababa usando. Me di una ducha, me puse unos jeans cómodos para el viaje y un top, y salí. Mi primo me esperaba para llevarme a la estación.

Cuando subí al tren, avisé a Pablo y a mis padres de que ya estaba en marcha. Me puse los AirPods y disfruté de las vistas. Aproveché para cotillear un poco el Instagram de Pablo. Todo lo que tenía eran fotos de fútbol. Aunque no quería reconocerlo tan pronto, verlo sudado y concentrado me puso, y mucho. Sentí un cosquilleo en la parte baja del estómago y tuve que pensar en otra cosa rápidamente antes de que me subieran los colores a la cara. Pablo no era muy alto, medíamos más o menos lo mismo, pero estaba bien dotado, eso por descontado. Hacía mucho ejercicio, y el otro día pude comprobarlo de primera mano.

Cuando llegué a la estación, le envié un mensaje a Pablo. Me respondió que saliera que estaba fuera. Nunca había estado en esa estación y me daba miedo perderme.

—Tss —escuché que alguien gritó y me di la vuelta. Ahí estaba, con unas gafas de sol y una gorra apoyado en la pared. Pasé por delante suyo sin darme cuenta de que era él. Imagino que iba con la sudadera y la capucha para no ser reconocido.

—No te había reconocido —le dije riendo.

—Eso es porque he hecho bien mi trabajo de agente 007. Dame que te llevo la maleta.

—No hace fal... —me corté a medias, ya que había cogido la maleta y la bolsa.

Nos dirigimos al coche y, una vez dentro, mientras encendía el motor, me detuve a observarlo. Tenía unas cuantas pecas en la nariz que le favorecían mucho. Yo también tengo muchas pecas y siempre me han dado vergüenza, aunque la gente dice que son atractivas.

—¿Qué tal el trayecto? ¿Se te ha hecho largo?

—Iba escuchando música y cuando me he dado cuenta ya estaba aquí.

—Íbamos a comer en un restaurante de la playa al que solimos ir, pero me han adelantado el entrenamiento y no nos da tiempo. Aurora está en casa haciendo la comida —le miré extrañada

- ¿Aurora?

—Mi hermana —aclaró al ver mi cara de confusión—. Cuando lleguemos, ya se habrá ido, seguramente. Se va con Javi, su pareja, a pasar unos días en la Costa Brava.

—¿Te llevas bien con ella?

—Sí, es muy importante para mí. Tú también tienes un hermano, ¿no? ¿Qué tal es?

—Tiene 13 años, así que está en la edad del pavo. Es lo que más quiero en el mundo, pero muchas veces nos peleamos por mi culpa más que nada. Soy muy cariñosa y él es un poco frío. Nunca quiere hacer nada a menos que le interese, ni me da abrazos ni besos. Puedes reírte, pero eso me duele. Puede que yo sea empalagosa, pero igual que yo debo ser empática y no estar todo el día detrás de él, él también podría hacer un esfuerzo, ya que ya es mayor, y mostrarme algo de atención. Cualquier mínima tontería que haga por mí me haría feliz. Pero no hay manera. Y vale que sea un chico y los chicos sois más sosos en ese aspecto, pero joder, ¡es mi hermano!

—A mí me pasa igual con Aurora. Soy muy cariñoso con todos, pero ella es muy fría. Eso no quita que no me quiera. Te lo demostrará a su manera, y ya crecerá y se dará cuenta de lo importante que eres para él. Además, con esa edad los chicos básicamente piensan con la polla. —Me empecé a reír al escuchar eso.

—Y ahora también. Todos sois unos salidos.

—Yo no. —Lo miré incrédula, recordando las indirectas que me había lanzado durante estos días.

—Venga ya, y yo soy rubia. —Nos reímos y, sin darnos cuenta, ya estábamos en su casa.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora