Capítulo 27

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Pablo abrió la puerta de su casa mientras nuestras manos seguían entrelazadas. Estábamos tan perdidos en la euforia del momento que apenas noté el entorno hasta que, de repente, una voz femenina rompió la atmósfera.

—¿Gavi? —La voz de una chica resonó desde el interior, interrumpiendo nuestro momento de intimidad.

Me detuve en seco, sintiendo cómo el calor que había crecido entre nosotros se evaporaba al instante. Solté la mano de Pablo y retrocedí un paso, mirándolo con confusión y nerviosismo.

—¿Qué...? —comencé a preguntar, pero mis palabras murieron en el aire cuando una joven morena, de estatura similar a la mía, apareció en el umbral de la puerta.

Era increíblemente guapa, con una belleza natural que casi parecía sacada de un anuncio. Al verme, se detuvo y sus ojos pasaron de Pablo a mí, estudiando la escena. El silencio se hizo pesado y, por un momento, nadie dijo nada. Mis pensamientos comenzaron a acelerarse, intentando procesar qué hacía esta chica en la casa de Pablo.

Finalmente, Pablo rompió el silencio.

—Aurora, ¿qué haces aquí? —preguntó, su voz denotando sorpresa, pero también una pizca de incomodidad.

La chica, que ahora sabía que se llamaba Aurora, se cruzó de brazos con una sonrisa ligera.

—Si me hubieras cogido el teléfono, lo sabrías. Vine a pasar el fin de semana en Barcelona contigo. Hace mucho que no pasamos tiempo juntos, solo nosotros dos.

Mi mente comenzó a sacar conclusiones precipitadas. ¿Era una ex? ¿Una amiga cercana? Sentí cómo mi corazón se aceleraba y mi rostro debía ser un poema en ese momento, lleno de confusión e incertidumbre.

Aurora notó mi expresión y entonces, como si finalmente me hubiera visto de verdad, volvió su atención hacia mí.

—Oh, lo siento —dijo rápidamente—. Tú debes ser Valeria, ¿verdad? Pablo me ha hablado mucho de ti. —Sonrió con amabilidad y me dio dos besos—. Soy Aurora, la hermana de Pablo.

El alivio fue inmediato, aunque me sentí un poco tonta por haber dudado, ya que sabía que Pablo tenía una hermana. Mis músculos, antes tensos, se relajaron y sentí que el color volvía a mi rostro.

—Encantada... —respondí, todavía tratando de calmarme mientras estrechaba su mano—. Pablo me habló de ti, pero no sabía que vendrías.

Aurora rió suavemente.

—Quería que fuera una sorpresa. —Sus ojos brillaron con una chispa traviesa mientras miraba a Pablo—. Pero creo que te sorprendí a ti más que a él.

Pablo, claramente incómodo, se rascó la nuca antes de reprender a su hermana.

—Aurora... —comenzó, su voz cargada de advertencia—. Podrías haber avisado.

Ella simplemente se encogió de hombros y me lanzó una sonrisa divertida. Con un ligero bostezo, se estiró.

—Creo que voy a dejaros solos por hoy. Estoy muerta del viaje —dijo, mirando a Pablo y luego a mí-. Mañana hablamos con calma, ¿vale?

Pablo asintió, visiblemente más relajado ahora que su hermana se retiraba.

-Claro, Aurora. Descansa.

Ella desapareció por el pasillo, y el silencio volvió a envolvérnos, aunque esta vez la incomodidad había dejado paso a una tensión diferente. Aproveché el momento para romper el hielo con una sonrisa pícara.

-Vaya, Pablo, no sabía que esto entre nosotros era tan serio como para que ya me presentes a tu hermana... —bromeé, levantando una ceja en tono juguetón.

Él rió, aliviado por el cambio en el ambiente.

—Oh, ¿así que te parece gracioso que nos haya pillado mi hermana a punto de que te arrinconara contra la puerta y te besara hasta que me pidieras que te follara? - respondió con una sonrisa traviesa, acercándose un poco más.

Antes de que pudiera responder, Pablo comenzó a perseguirme por el salón. Yo solté una carcajada, intentando esquivarlo, pero en cuestión de segundos me atrapó y empezó a hacerme cosquillas. Nos caimos en el sofa, riendo, mientras él no paraba de atacarme con sus manos.

-¡Para, para! —logré decir entre risas, tratando de defenderme.

Pero Pablo no tenía intención de detenerse. En lugar de eso, sus cosquillas se transformaron en caricias suaves, y sus risas se apagaron mientras sus labios comenzaban a recorrer mi estómago por encima del vestido con una serie de besos lentos y provocadores.

Sentí un escalofrío recorrerme al tiempo que la atmósfera se volvía más íntima.

-Pablo... —murmuré, mi voz temblorosa-. Aurora está arriba... No quiero que piense que...

Pero él simplemente sonrió, ignorando mi protesta. Sus manos empezaron a deslizarse por debajo de mi vestido, subiéndolo lentamente.

—No te preocupes —susurró con una voz cargada de deseo—. Aurora ya debe estar dormida, y créeme, cuando ella duerme, no hay quien la levante.

Mis respiraciones se hicieron más profundas cuando sentí cómo sus manos alcanzaban la cintura de mi body lencero.
Sus ojos se encontraron con los mios, y en su mirada ardía un deseo que me hizo estremecer.

-¿Llevas un puto body de encaje, Valeria? —murmuró, su voz ronca y llena de lujuria.

Pablo bajó la mirada hacia el cierre del body, y aunque todo en su expresión indicaba que quería continuar, sentí que debía frenarlo, aunque la tentación de dejarme llevar era cada vez más fuerte.

—Pablo... —intenté detenerlo, mi voz débil.

Pero él, en lugar de retroceder, deslizó su mano suavemente por mi muslo, acariciándome con una delicadeza que me hacía difícil resistirme.

-Shhh... No hagas ruido -susurró, sus labios rozando los míos mientras continuaba subiendo mi vestido.

La sensación de sus dedos rozando mi piel me hizo temblar. Su boca descendió lentamente, depositando besos por mi vientre, mientras mis pensamientos se nublaban y el deseo amenazaba con llevarnos más lejos de lo que habíamos previsto.

Sus dedos desataron el body y rozó su nariz con mi entrada. Eso me volvió loca, ya no pensaba en Aurora, ni en nadie. Solamente pensaba en el dolor que sentía, necesitaba que continuara. Que acabara con esta tortura.

Finalmente, cuando parecia que no habria vuelta atrás, me agarré a sus brazos con fuerza, obligándome a encontrar la fuerza para detenernos.

-Pablo, por favor... -susurré, la urgencia en mi voz era evidente, aunque no podía negar cuánto deseaba que continuara.

Él se detuvo, respirando con dificultad, sus ojos fijos en los míos. Durante unos segundos, el tiempo pareció detenerse, y el deseo compartido flotó en el aire. Y sin esperarlo, introdujo dos dedos de golpe, un pequeño suspiro salió de mi boca que tapé rápidamente.

Estaba disfrutando de esto, en verme así. Tan desarmada, no quería que Aurora se despertara, pero tampoco podía detener a Pablo.

Sacó sus dedos y dio paso a su boca. Su lengua lamió y mordió. Estaba a punto, lo sentía. Y alcancé el clímax cuando se separó y escupió en mi centro, eso había sido lo más caliente que había sentido nunca. Jo-der. Su lengua jugueteaba con mis pliegues y ya no pude aguantar más.

Agarré a Pablo del pelo y mientras mis caderas se acercaban a él mis manos le indicaban a que siguiera, que estaba cerca. Y me vine. Pablo se inclinó hacia mí, besándome suavemente en los labios antes de murmurar con una sonrisa.

-Eres deliciosa, Val. Mi postre favorito desde ya. - comencé a reír y le hice acurrucarse en mi pecho.

Nos quedamos alli, abrazados en el sofá, respirando profundamente intentando calmar nuestras respiraciones. Aunque la noche no había resultado como habíamos planeado, sabíamos que esto solo había intensificado lo que sentíamos.

Subimos a su habitación y dormimos abrazados hasta el día siguiente. No me pude dormir tan fácilmente de pensar en que conocería a su hermana. No éramos nada y si en un futuro acabábamos juntos no quería dar una mala imagen delante de Aurora. Sé que era muy importante para Pablo.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora