Capítulo 28

108 5 0
                                    

A la mañana siguiente, me desperté con la luz del sol filtrándose suavemente a través de las cortinas. Pablo seguía dormido a mi lado, su respiración lenta y rítmica. Con cuidado, me deslicé fuera de la cama, intentando no despertarlo, y me dirigí a la cocina. No esperaba encontrarme con nadie, pero cuando entré, vi a Aurora ya sentada en la mesa con una taza de café en las manos y un periódico delante.

—¡Buenos días! —la saludé con una sonrisa cálida.

—¡Buenos días! No te desperté, ¿verdad?

—Para nada, soy madrugadora. —Aurora hizo un gesto hacia la cafetera.

-¿Quieres un poco?

—No soy muy fan del café, pero hoy me apetece. —dije, agradecida mientras me servía una taza y me sentaba frente a ella.

Hubo un breve silencio, pero no incómodo. Parecía que ambas estábamos esperando que la otra hablara primero. Finalmente, Aurora rompió el hielo.

—Siento mucho lo de anoche. No sabía que fueras a estar aquí.

-Más lo siento yo, qué vergüenza. - reímos ambas.

-Anda tía, no te ralles. Si no pasa nada. Además, me alegro de haber venido, tenía ganas de conocerte. Pablo ha estado muy raro estas semanas, más alegre y cariñoso de lo normal. Yo ya sospechaba que se trataba de una chica, ¡pero lo que me costó que me contara algo!

—A ver... tampoco estamos juntos, nos llevamos bien y no nos conocemos casi... — Aurora me dedicó una mirada como que no acababa de creerse lo que le decía.

Aurora sonrió y asintió, tomando un sorbo de su café.

—Ya, seguro... Esto es nuevo para mi, nunca antes habíamos conocido a nadie que hubiera estado con Pablo. Menos a Ana, aunque ella no cuenta mucho. - al escuchar su nombre me estremecí por dentro. - Éramos muy buenas amigas, pero se portó muy mal con mi hermano. Ninguno de los dos nos lo esperábamos de ella.

Me relajé un poco más al escuchar sus palabras y decidí ser honesta con ella.

—Para ser sincera, cuando Pablo me habló de ella, la busqué en Instagram y al ver lo diferentes que éramos me preocupé bastante. Intentaba no pensar en ello, pero siempre acababa comprándome. Sé que Pablo y tú sois muy cercanos, y no quiero que pienses que estoy aquí para causar problemas o algo así.

Aurora me miró con una expresión comprensiva y se inclinó hacia adelante.

—Te entiendo perfectamente. Pablo y yo siempre hemos sido muy unidos, pero eso no significa que no pueda aceptar a alguien nuevo en su vida.

—Gracias, Aurora.—dije, sintiéndome más a gusto con cada palabra que intercambiábamos.

Ella sonrió, como si estuviera disfrutando de nuestra conversación.

—Sabes, siempre he sido la persona a la que Pablo recurre cuando tiene problemas, pero últimamente no me ha contado mucho sobre su vida amorosa. Es raro para él. Lo de los sentí no es su punto fuerte. Cuando ha tenido algo con alguien siempre me pide opinión o me explica y tal. Cuando la cosa es seria, se vuelve súper reservado con ello, como contigo. Se lo tuve que sacar a cuentagotas que estaba conociendo a alguien.

Solté una pequeña risa.

—No hay mucho que contar. Nos estamos conociendo, tomando las cosas con calma.

Aurora asintió, como si lo entendiera perfectamente.

—Es bueno tomarse las cosas con calma. A veces, las mejores relaciones son las que se construyen despacio. Pero cuéntame más de ti, Valeria. ¿A qué te dedicas? ¿Qué te apasiona?

Agradecí el cambio de tema y comencé a hablarle sobre mis estudios y mis hobbies, sintiendo cómo la conversación fluía de manera natural. Aurora compartió algunas anécdotas sobre su vida y me contó historias divertidas de su infancia con Pablo. Nos reímos cuando ella describió cómo Pablo solía meterse en problemas por su competitividad, especialmente cuando se trataba de deportes.

—Siempre fue un cabezota —dijo Aurora, sonriendo con cariño—. Pero es algo que admiro de él. Nunca se rinde, y siempre va tras lo que quiere.

—Lo he notado —dije, pensando en la intensidad de la noche anterior—. Tiene una determinación que es difícil de ignorar.

—Sí, y también es muy protector con las personas que le importan. Si estás con él, es porque realmente le gustas. No trae a cualquiera a su casa, Valeria —dijo Aurora con seriedad.

Sus palabras me hicieron sentir una mezcla de orgullo y presión, pero también me reconfortaron.

Decidí ser sincera también con ella, queriendo compartir algo más personal.

—¿Sabes, Aurora? Me cuesta confiar en la gente. He tenido algunas malas experiencias en el pasado, y a veces me asusta lo rápido que van las cosas con Pablo. Pero también siento que hay algo especial entre nosotros, algo que vale la pena explorar, aunque dé un poco de miedo.

Aurora asintió con comprensión, sus ojos suaves y comprensivos.

—Es normal sentir miedo cuando algo es importante para ti. Pero por lo que veo, eres alguien que también está dispuesta a arriesgarse, y eso es lo que realmente importa. Pablo también ha pasado por lo suyo, y creo que ambos podéis encontrar algo muy bonito juntos, si os dais la oportunidad.

Sentí un calor reconfortante en mi pecho al escuchar sus palabras. Era como si, en ese momento, Aurora y yo hubiéramos cruzado una barrera invisible y nos hubiéramos convertido en algo más que simples conocidas.

—Gracias, Aurora. De verdad. Esto significa mucho para mí.

—No tienes que darme las gracias —dijo, sonriendo—. Estoy feliz de que Pablo haya encontrado a alguien como tú.

Cuando escuchamos ruidos en el pasillo, ambos giramos la cabeza hacia la puerta, viendo a Pablo aparecer medio dormido, rascándose la cabeza.

—¿Qué hacéis tan temprano? —preguntó con una sonrisa adormilada.

Aurora y yo intercambiamos una mirada cómplice antes de responder al unísono.

—Solo hablábamos.

Pablo alzó una ceja, mirándonos con suspicacia, pero su sonrisa era suave y contenta. Se acercó a nosotras, dándome un beso en la frente antes de servir café para él mismo.

—Aurora, no asustes a Val. —bromeó mientras se sentaba con nosotras.

—No te preocupes que ya me prefiere a mí antes que a ti. —respondió Aurora, guiñándole un ojo.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora