Capítulo 13

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La pantalla brillaba frente a nosotros, pero el resplandor de la película era lo último en lo que podía concentrarme. Cada vez que Pablo movía sus manos sobre mis piernas, era como si estuviera tocando un hilo eléctrico, cada roce enviando descargas de deseo por toda mi piel. Aunque él mantenía los ojos fijos en la pantalla, su despreocupada casualidad contrastaba con el efecto devastador que tenía sobre mí.

La intensidad del momento era casi insoportable. Mi mente estaba en un torbellino, centrada únicamente en la urgencia de desearlo. Cada segundo que pasaba, la tensión entre nosotros crecía, convirtiéndose en un peso palpable que se asentaba en el aire, en mi piel, en cada respiración que tomaba.

Intenté desesperadamente concentrarme en la película, en los diálogos que conocía al dedillo, pero todo parecía distante, como si estuviera viendo a través de un túnel de niebla. La única realidad que podía percibir era su proximidad, el calor que emanaba de su cuerpo, y la sutil pero constante presión de sus dedos en mis muslos. Mi respiración se aceleraba, y traté de controlar mi ansiedad, pero fue en vano.

—No está mal la peli —comentó de repente, sacándome de mi trance. Su tono era deliberadamente casual, como si no tuviera idea del efecto que estaba provocando.

—Sí... sí, claro —respondí, mi voz traicionándome con un temblor que no podía disimular. Carraspeé para intentar calmarme—. Es una de mis favoritas. Ya te lo he dicho, tengo un gusto excelente.

—Lo sé —dijo, girando la cabeza para mirarme, sus ojos encontrándose con los míos. La intensidad en su mirada era abrumadora, y mi corazón saltó en mi pecho.

En ese instante, todo lo demás desapareció. El mundo se redujo a la fracción de espacio entre nosotros, una distancia que parecía ser un abismo de deseos no expresados. Mi corazón latía con una fuerza frenética, y supe que él también lo sentía. Su mano comenzó a deslizarse lentamente por el interior de mi pierna, sus dedos dibujando círculos que me hicieron perder el aliento. Mi respiración se volvió errática, y me di cuenta de que había dejado de respirar por completo.

—Pablo... —murmuré su nombre, no como una súplica, sino como una advertencia confusa, aunque ni yo misma entendía lo que estaba advirtiendo.

Mis labios se separaron involuntariamente, y mi cuerpo reaccionó a su toque con una intensidad que no podía controlar. No había escapatoria, y realmente no quería escapar. Pero justo cuando parecía que se iba a acercar aún más, que finalmente íbamos a cruzar esa frontera que ambos deseábamos, se detuvo. Su mano se quedó inmóvil, y durante un largo momento, nos quedamos ahí, atrapados en una tensión que estaba a punto de explotar.

—No quiero apresurarme contigo —dijo finalmente, su voz apenas un susurro, pero cargada con una sinceridad que me desarmó completamente—. Eres diferente, Valeria. Quiero hacer esto bien.

Sus palabras me sorprendieron. Sentí una mezcla inesperada de alivio y confusión. No era decepción lo que sentía, sino una oleada de emociones que me desbordaba. El hecho de que él quisiera esperar, de no apresurarse, me hizo darme cuenta de cuánto significaba para mí.

Sin embargo, la tensión entre nosotros no desaparecía. Si acaso, se hacía más densa. Su cuerpo permanecía peligrosamente cerca del mío, y su respiración se mezclaba con la mía en una danza agitada. El deseo seguía allí, ardiente e insatisfecho.

—Pablo, yo... —empecé a decir, luchando por encontrar las palabras—. No quiero ser un juego para ti. Apenas nos conocemos.

Él me miró a los ojos, sus dedos acariciando mi piel con una ternura que parecía casi cruel. La distancia entre nuestros rostros era tan pequeña que podía sentir el calor de su aliento contra mis labios. Cada parte de mí anhelaba cerrar esa brecha, ceder a lo que ambos claramente deseábamos.

—Quiero hacer esto bien —repitió, su voz apenas un susurro que resonó en el silencio denso entre nosotros.

Pablo se apartó ligeramente, dándome el espacio suficiente para mirarnos a los ojos de nuevo. Durante un largo momento, ninguno de los dos dijo nada. En ese silencio, sentí que algo había cambiado entre nosotros. La tensión seguía ahí, pero ahora era más profunda, más significativa.

—¿Qué te parece si nos hacemos preguntas? Cada uno tiene siete preguntas para hacerle al otro —propuso finalmente, una sonrisa suave curvando sus labios mientras pausaba la película.

Asentí sin decir nada, sabiendo que había algo más profundo entre nosotros que valía la pena explorar con paciencia. Aunque la tensión seguía siendo fuerte, ambos entendíamos que había una conexión que merecía ser descubierta.

—Está bien. ¿Cuál es tu comida favorita?

Me sorprendió su elección de tema, esperé algo más personal, más íntimo.

—La comida española es mi favorita, sin duda. Aunque también me encanta el sushi. Antes te diría la pasta, pero hace mucho que no la como. Pensar en los carbohidratos me da náuseas —confesé, soltando una pregunta para cambiar el foco—. ¿Color favorito?

—El verde —respondió—. ¿Te sorprende?

—No, es solo que es también el color favorito de mi hermano. Me parece original y diferente.

La conversación continuó con preguntas cada vez más personales, pero la carga sexual entre nosotros nunca disminuyó. Cada respuesta, cada mirada, alimentaba un fuego que seguía ardiendo sin satisfacción.

—Serie favorita? —me preguntó.

—Muchísimas. Gossip Girl, Los Serrano, One Tree Hill, El Internado, Suits, Hawaii 5.0... —enumeré—. ¿Qué te hubiera gustado ser si no fueras futbolista?

—Ni idea. Era buen estudiante, pero nunca me interesó mucho. El fútbol siempre fue mi sueño, y espero seguir en ello durante muchos años.

—Primer beso? —preguntó finalmente, entrando en territorio delicado.

Me encogí un poco, sintiendo la vergüenza aflorar. Sabía que este momento llegaría, pero eso no lo hacía menos incómodo.

—En tercero de la ESO —murmuré, mirando al suelo. Me sentía vulnerable, pero también ansiosa por conocer su respuesta—. ¿Y tú?

—También en tercero. Estaba centrado en el fútbol y no me interesaban mucho las chicas —respondió con una sonrisa—¿Has tenido novio?

-Para mí no cuenta. Fue en tercero de la ESO. Era una cría y realmente no me gustaba simplemente salí con él porque todas mis amigas ya habían tenido experiencias con chicos y yo no quería quedarme atrás ni ser una mojigata así que aproveché la oportunidad, pero me arrepiento un montón. Solo estuvimos como 3 meses creo y me humilló así que lo dejamos. ¿Y tú, has tenido novia?

—Nunca fue nada oficial, pero nos comportábamos como tal. Era una amiga de Sevilla. Ella quería algo más, pero yo no estaba preparado. Solo me importaba el fútbol y no le daba la atención que ella deseaba. Me dolió que dijera esas cosas sobre mí. Antes éramos amigos, pero bueno, pasado pisado —contó, antes de hacerme LA pregunta—¿Cuándo fue tu primera vez?

La pregunta hizo que mi piel se erizara, y sentí la presión en mi pecho.

—Esto... Nunca —dije, mi voz casi un susurro. No podía mirar a Pablo a los ojos.

—¿De verdad? —su exclamación fue casi un susurro, cargado de sorpresa—. Joder, con lo guapa y increíble que eres, pensé que me llevarías bastante ventaja...

Vi cómo se acercaba lentamente, hasta casi rozarse con mis labios. Ninguno de los dos daba el paso. Estábamos tan cerca de lo que ambos queríamos, pero la barrera de la incertidumbre y la tensión seguía interponiéndose, dejando el deseo latente en el aire, esperando el momento adecuado para explotar.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora