Capítulo 12

107 1 0
                                    

Íbamos en el coche escuchando música, pero la tensión que se respiraba dentro era palpable. Era como si un silencio incómodo nos envolviera, y aunque trataba de concentrarme en la música, no podía dejar de pensar en lo que había pasado antes. Estuvimos tan cerca... Casi sentí el roce de sus labios en los míos, pero entonces Pedri gritó, y el momento se desvaneció. ¿Nos hubiéramos besado? La verdad, no me hubiera importado. ¿A quién le molestaría que Pablo le besara? A nadie, estoy segura. Pero no quería ser un simple rollo, un juego pasajero. Me gustaba de verdad. No solo físicamente, sino también como persona. Quería conocerlo más allá de las apariencias, más allá de esa sonrisa que siempre llevaba puesta. No quería que esto se quedara en algo superficial, en un "follamos y adiós". No, eso no era lo que buscaba.

La idea de que él solo quisiera eso me preocupaba. No estaba dispuesta a perder mi virginidad con cualquiera, y mucho menos en una situación que no significara nada. No quería ser una más en su lista. Aunque he tenido algunos besos, y he llegado un poco más lejos con dos chicos, todo esto me asustaba un poco. No por lo que pudiera pasar, sino por cómo me vería él. ¿Se reiría? ¿Le parecería raro que aún fuera inexperta?

Pedri, que no parecía haber notado el silencio incómodo, nos sacó de nuestros pensamientos con su usual energía.

—Qué calladitos estáis, ¿os habéis peleado o qué? —preguntó con una sonrisa burlona.

—¡No! —gritamos Pablo y yo al unísono, casi sobresaltados.

Pedri levantó las manos en señal de paz.

—Vale, vale. Solo era una pregunta, no hacía falta ponerse así. ¡Madre mía, qué irascibles estáis los dos!

El comentario de Pedri me hizo sentir aún más consciente de la tensión que había en el aire. No era la típica tensión de una pelea, era otra cosa. Algo que ni siquiera yo entendía del todo, pero que podía sentir en cada mirada que intercambiábamos, en cada silencio que compartíamos.

Cuando llegamos a la Ciudad Deportiva, noté que hoy había mucha más gente que la última vez. Pablo aparcó el coche en la parte trasera, donde Pedri y yo pudimos bajar mientras él entraba por delante, seguramente para evitar llamar la atención.

—De verdad, ¿no os habéis peleado? Parecíais muy tensos —insistió Pedri mientras caminábamos.

—Está todo bien, en serio —respondí, aunque ni yo me creía del todo mis propias palabras.

Pedri frunció el ceño, claramente no muy convencido, pero lo dejó pasar. En el fondo, creo que no quería meterse en algo que probablemente era más complicado de lo que parecía.

—¡Val, ven! —La voz de Pablo resonó a lo lejos, y cuando lo vi, mi corazón dio un vuelco. Se acercó con una sonrisa que logró relajarme un poco, aunque seguía sintiendo ese nerviosismo en el fondo de mi estómago.

—Vamos, te dejaré ropa para que te cambies —dijo mientras caminábamos hacia el vestuario.

Lo miré, algo confundida.

—¿Para qué necesito ropa?

—Te dije que entrenaríamos juntos. Como mañana es el partido, hoy tienen charla y luego entrenan en el campo, así que tenemos el gimnasio para nosotros solos.

Asentí, todavía un poco nerviosa por lo que pudiera pasar. Cuando me cambié, opté por un top de deporte y unos pantalones cortos. Me hice una coleta rápida y salí del vestuario. Pablo ya me esperaba, con la misma calma de siempre, pero con una chispa en los ojos que no había visto antes.

—¿Por dónde empezamos? —le pregunté, intentando sonar casual.

—Dímelo tú, que eres la experta —respondió con una sonrisa que hizo que soltara una risita.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora