Capítulo 30

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Mi padre estaba fuera por trabajo dos semanas, lo cual me daba un respiro para no tener que explicarle mis planes de inmediato. Mi madre no se opuso a nada. Solamente me pidió que disfrutara y que hiciera lo que crea que es mejor para mi. Que disfrutara de Ibiza y que la mantuviera informada en todo momento. Me hizo cuestionar si comprendía realmente lo que este viaje significaba para mí. Era más que unas vacaciones; era una escapada de la rutina, un acercamiento a un mundo que no era del todo mío...y, sobre todo, un paso hacia lo desconocido con Gavi.

Estaba en casa de Gavi esperando a que saliera para ir al aeropuerto.

—Hola, guapa -dijo, acercándose con esa mezcla de seguridad y picardía que me volvía loca. Su beso fue breve, un simple roce, pero lo suficiente para hacer que mi corazón acelerara. Me miró un segundo más, como si pudiera leer mis pensamientos, y luego me guió hacia su coche. Había algo en su sonrisa, en la forma en que sus ojos brillaban, que me volvía loca.

—Hola... —respondí, tratando de sonar casual mientras me acomodaba en el asiento de su coche—. Estoy nerviosa, nunca antes he viajado a Ibiza.

—Te encantará, ya verás. Y lo mejor es que voy a estar ahí contigo, así que va a ser el mejor viaje de tu vida.

—Eres un creído —me reí, aunque en el fondo, su confianza me reconfortaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Puede que sea un creído, pero eso no significa que no tenga razón —dijo con una sonrisa pícara, apoyando su mano en mi muslo dejando suaves caricias.

Siempre que íbamos en el coche lo hacía y claro, teniendo a un chico tan guapo prestarte atención pues mis mariposas estaban todo el día revoloteando.

El trayecto fue rápido. A medida que nos acercábamos al aeropuerto, el nerviosismo que había sentido antes se transformó en emoción pura. ¡Estaba a punto de irme a Ibiza!

Al llegar al aeropuerto, nos encontramos con el resto del grupo. Carla y Pedri ya estaban allí, charlando animadamente mientras esperaban. Aurora y sus amigas también estaban listas, y los amigos de Pablo también.

Mientras nos dirigíamos hacia la zona de embarque, Gavi se acercó a mí y, sin previo aviso, me tomó de la mano.

—Cuando lleguemos quiero hablar contigo. - me dijo al oído.

Me senté con Pablo en el avión. Pero no podía estar más nerviosa. Espero que de lo que quiera hablar sea lo mismo que yo.

-Tengo muchas ganas de ir a Ushuaïa hoy, - dije para intentar evitar el silencio durante el viaje - nunca he estado.

- Es muy guay, lo único malo es que nos estén grabando todo el rato, pero bueno intentamos siempre no prestar mucha atención.

-Normal que os graben, con lo guapos que sois llamáis la atención a quilómetros Pablo. - frunció el ceño.

- Guapo, querrás decir.

- Que eres el más guapo de todos no es ningún secreto. - me acerqué a él sonriente y le di un pico.

- Espero que no hagas que me enfade mucho esta noche.

-¿Por qué te iba a hacer enfadar?

- No quiero a babosos alrededor de lo que es mío. - dijo serio y a mi se me paró el corazón.

-¿En qué momento soy tuya?

- Guapa, desde que apareciste en mi casa.

- No flipas, chaval.

-A ver qué dices esta noche.

Iba a responderle y el piloto nos informó que estábamos por aterrizar.

El avión comenzó su descenso, y la vista de la isla de Ibiza se desplegó ante nosotros. El sol reflejaba su luz sobre el mar, creando un paisaje de ensueño.

—Pues ya estamos en el paraíso —dijo Pablo, girándose hacia mí con una sonrisa que tenía algo de desafío.

El avión aterrizó suavemente y, poco después, estábamos recogiendo nuestras maletas y dirigiéndonos hacia la salida del aeropuerto. El calor del aire mediterráneo nos recibió al salir, intensificando la sensación de estar entrando en un mundo diferente, lejos de la rutina y las preocupaciones.

—¡Ibiza, allá vamos! —exclamó Carla, emocionada, mientras enlazaba su brazo con el de Pedri.

—El taxi nos espera fuera. ¿Os parece que hoy estemos en el hotel, comemos ahí y ya nos arreglamos? - sugirió Pablo.

Todos estuvimos de acuerdo, y pronto estábamos en un taxi camino al hotel. Mientras recorríamos las calles de la isla.

Una vez en el hotel, nos dirigimos a nuestras habitaciones. Pablo y yo compartíamos la misma, y mi mente seguía dándole vueltas a lo que había dicho antes en el avión. Estaba nerviosa, pero también curiosa por saber qué quería hablar conmigo.

—Porfin. - dijo Pablo mientras dejaba su maleta a un lado.

Asentí, intentando mantener la calma, aunque por dentro estaba llena de preguntas. Deshacemos las maletas y nos cambiamos para bajar a la piscina con el resto.

Cuando salgo del baño me encuentro a un Pablo sin camiseta y un bañador rojo tumbado en la cama.

Se levantó de golpe viniendo hasta mí y sus manos rozaron mi cuello y bajaron lentamente por mis costillas, enviando un escalofrío por mi columna. Mi mente se nubló, y aunque quería resistirme, mi cuerpo ya había tomado una decisión diferente.

—¿Qué haces, Val? —su voz era suave, casi una caricia en sí misma.

—Mmmm... Nada —respondí, sonriendo como si no tuviera ninguna intención en particular—. Yo también sé jugar a esto, ¿sabes?

—¿Sí? —enarcó una ceja, observando cada movimiento de mis dedos sobre sus abdominales—. Pues ten cuidado, porque no juego limpio.

—Quizá no quiera que te alejes, pero tampoco te lo creas mucho. Tengo más futbolistas a los que acudir cuando esté cachonda -dije, disfrutando del pequeño momento de control que tenía sobre él.

Su agarre se afianzó en mis caderas, su respiración se volvió más pesada.

-Que se le ocurra a alguno tocar lo que es mío —dijo en mi oído, su tono ronco, cargado de posesividad-. Soy el único con el que vas a correrte, el único que puede saborear tu bonito coño, y desde luego, el único puto nombre que vas a chillar cuando te vengas.

Su mano ya estaba explorando mi entrada húmeda, provocando un gemido involuntario de mi parte. Me estremecí ante sus palabras, una mezcla de deseo y temor se apoderó de mí. Mi respiración se aceleró mientras mis pensamientos se volvían un torbellino. Quería mantener el control, no ser simplemente otra chica más que caía rendida a los pies de un futbolista. Pero la intensidad en los ojos de Pablo, la forma en que mi cuerpo respondía a su toque, me desarmaba por completo.

—Oh dios... —intenté decir algo, pero las palabras murieron en mi garganta cuando él comenzó a mover los dedos en mi interior, provocándome un gemido ahogado.
Él me miró con una mezcla de satisfacción y posesividad.

- Voy a probarte de nuevo, mi niña. - No dejó el vaivén de los dedos mientras iba bajando lentamente hasta colocar su cabeza entre mis muslos.

Sin previo aviso introdujo su lengua en mi interior. Pensaba que desfallecía en ese momento. Me temblaban las piernas, menos mal que Pablo me sujetaba fuerte del culo sino ya estaría en el suelo. No podía hablar, de mi interior solo salían gemidos que alentaban a Pablo a seguir, metió de nuevo los dedos acariciando mi clitoris y ahí ya no pude resistirme más. Era completamente de Pablo Gavi, ya no había vuelta atrás.

Subió y dejó un casto beso en mis labios.

- Conmigo no se juega. Amenos que quieras perder. - se dio la vuelta y se dirigió hacia el baño.

- Pablo - le llamé. -, aquí el único que ha perdido eres tú. -bajé mi mirada a su polla. - Eres tú el que no va a poder evitarlo. - sonreí y salí de la habitación dejándolo con una gran erección en su bañador.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora