Capítulo 8

116 3 2
                                    

Normalmente, a las 7 ya estaba despierta, pero ayer me acosté bastante tarde después de hablar con Pablo. Así que aquí estoy, a las 9 de la mañana, preparándome para ir al gimnasio. Hoy no tenía mucho que hacer, más allá de ir al gimnasio, y por la tarde había quedado con mis amigas del colegio. Tendré que buscar un momento para quedar a solas con Carla. Una noche nos sinceramos mucho, y desde entonces hemos creado un vínculo especial. Es con quien más confianza tengo para hablar de temas delicados como mis problemas con la comida, mis problemas familiares, mis inseguridades...

Después de comer, me preparé para la tarde con mis amigas. Como siempre, no sabía qué ponerme ni qué haríamos exactamente. Al final, me decidí por unos jeans de tiro bajo y un top verde con volantes que me regaló una amiga de mi madre cuando volví de Estados Unidos. Una vez vestida, me maquillé de forma muy natural: un poco de bronceador, colorete y máscara de pestañas. Al ser verano, me rizaba el pelo. Me puse un poco de espuma, lo sequé ligeramente y ya estaba lista para salir. Aproveché para hacer un TikTok, me gustaba cómo había quedado el maquillaje y el pelo hoy. Debía salir ya si no quería llegar tarde. Me subí al coche de papá, y él me llevó hasta la casa de Carla. Habíamos quedado allí todas, ya que ella vivía en el centro, y seguramente después iríamos a alguna terraza a tomar algo y ponernos al día.

Cuánto había echado de menos esto: estar todas juntas en una terraza, hablando, riendo, jugando al Spy o a las cartas. Quería contarles lo que había sucedido el fin de semana, pero era algo muy personal, así que me lo reservaría para cuando Carla y yo estuviéramos a solas. Creo que ella lo notó; me regaló una pequeña sonrisa que interpreté como un "todo estará bien" y que necesitábamos hablar. Pasadas las 8 de la tarde, las demás comenzaron a irse, y al final solo quedamos Carla y yo.

—¿Cómo han ido estos días, mi vida? —me preguntó con delicadeza.

—Mal y bien —respondí. Me miró sorprendida, dándome espacio para continuar—. No sé si te dije que el sábado me iba a Barcelona con Martina, a casa de un chico que ella conocía, para una fiesta.

Ella asintió.

—Ya sabes lo que pienso de salir de fiesta con ella —añadí. Carla asintió de nuevo—. Bueno, para resumir, me ignoró durante toda la noche para estar con un chico. Ni se inmutó cuando le dije que me iba, aunque eran las 3 de la mañana si no recuerdo mal, y no tenía a dónde ir. Un tipo comenzó a perseguirme mientras intentaba llegar a la parada de autobús para tomar el tren...

No pude evitar bajar la mirada. Una lágrima corría ya por mi mejilla, y me imaginé la cara de estupefacción de Carla.

—Hasta que tomé la decisión de llamar al timbre de una casa y pedir que me dejaran entrar.

—No voy a comentar nada porque ya sabes lo que opino de Martina —dijo Carla, con tono firme.

—Pues resulta que en la casa a la que llamé vivía un chico que me abrió las puertas como si nos conociéramos de toda la vida. Me dejó dormir allí, y estuve hasta el domingo por la tarde. Aunque le insistí en que no hacía falta, me llevó en coche hasta casa. Y bueno, ayer estuvimos hablando por videollamada hasta las 2 de la mañana o así.

Podía imaginar su cara de sorpresa en ese momento. Nunca hablaba de chicos, primero porque mis interacciones eran mínimas y segundo porque me daba vergüenza que me juzgaran o pensaran algo respecto de ese chico y de mí.

—Vale, vayamos por partes. Primero, espero que le cantes las cuarenta a Martina y le des un ultimátum, porque lo de este fin de semana ha sido el colmo. Segundo, ¿te hizo algo ese loco? —Negué con la cabeza—. ¿Cómo no me has contado esto antes? —Subí mis hombros, dando a entender que no era un tema fácil y que tampoco era algo para contar por mensaje—. ¿Estás bien? —Asentí—. Y tercero, quiero conocer a ese chico. Menos mal que te ayudó —dijo, esbozando una sonrisa.

Dudé en si decirle quién era el chico, pero decidí que sí. Justo cuando iba a enseñárselo, recibí una llamada en mi teléfono. Miré a Carla disculpándome, pero debía contestar.

—Hola.

—Lo siento —fue lo primero que me dijo—. No he podido contestarte en todo el día.

Sonreí como una tonta al escuchar eso. Recordé que esa mañana le había mandado otra foto en el gimnasio y le había puesto que a ver si me superaba, en broma obviamente, porque seguro que me superaba con creces.

—He estado entrenando y en rehabilitación, y después hemos ido a casa de Pedri todos. ¿Estás ocupada?

—No te preocupes, ya me lo imaginaba. Justo ahora estoy con una amiga, ¿puedo llamarte más tarde?

—No lo sabía, perdona, no quería interrumpir, pero como no habíamos hablado en todo el día, por eso te llamaba. Ya me escribes luego y hablamos, ¿vale?

—Sí, claro. Yo te aviso —me dijo adiós y colgamos.

Cuando me giré, vi la cara de Carla.

—¿Era él? —Asentí, sonriendo tímida—. ¡Venga! Enséñamelo, no me dejes con la intriga.

Reí y busqué su perfil de Instagram.

—Antes de enseñártelo, no hagas ningún comentario ni grites ni nada cuando lo veas. Sé que parece surrealista, pero es verdad —le advertí, y giré mi móvil para mostrarle la pantalla. Cuando se percató de quién era, su expresión lo decía todo, sus ojos se agrandaron.

—¿Estás de coña? —dijo, riendo.

—Te lo juro que no. La puerta de la casa a la que llamé era la suya.

—Dios mío, Valeria...

—Lo sé, lo sé...

—Madre mía, ¿y qué tal es?

—Es muy majo, te caería súper bien. La verdad es que en estos tres días desde el incidente me ha ayudado muchísimo.

—¿Y has conocido a alguien más?

—Sí, bueno, el domingo tenían entrenamiento, así que me llevó con él, y por la tarde estuvimos en su casa y vino Pedri. Son una combinación muy divertida, sobre todo por sus acentos —las dos comenzamos a reír—. Ah, y esto no te lo he dicho, pero me ha preguntado si quería ir a pasar el fin de semana a su casa, imagino que subir el viernes y volverme el domingo.

—Vale, ahora sí que estoy flipando. ¿Habrás aceptado, no?

—Mis padres seguro que me dejan, pero tengo que preguntar. A mi madre le contaré lo de Pablo como pueda, inventándome un poco cómo nos conocimos, y a mi padre le diré que Elena me ha invitado a pasar unos días con ella, imagino. O quizás les diga a los dos lo de Elena, no sé, ya veré.

—Bueno, pues quiero una actualización de absolutamente todo.

—A ver, me dijo que iríamos al partido que tienen este fin de semana y después a cenar con sus amigos y tal, pero me da vergüenza.

—Anda, qué tonta. Dudo que esta gente deje entrar a cualquiera en su círculo, así que si lo ha hecho es porque de verdad quiere que estés ahí.

—¿Tú crees?

—Sí, claro. Además, te acaba de llamar para explicarse porque no ha contestado en todo el día y para hablar contigo. Yo creo que está claro que está interesado en ti.

—No creo, quizás solo como una amiga y nada más. ¿Sabes con cuántas famosas se deben juntar? ¿Cuántas modelos y chicas guapísimas?

—Mira, Val, no pienses en eso, porque el exterior con los años se va, lo que de verdad importa es el interior de una persona. Ahí está la verdadera belleza. Y ya te lo he dicho millones de veces, eres una chica preciosa tanto por dentro como por fuera. ¿Quizás esto no vaya a más y solo quede en una amistad? Pues bueno, eso que te llevas. Pero los comportamientos que está teniendo no son muy de "solo quiero ser tu amigo", y menos en un tío; no se preocupan tanto por nada.

Seguimos hablando un rato más hasta que mi padre vino a recogerme y volvimos a casa.

Verano en Fuera de JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora