CAPITULO 13

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Himari bajó del phenthouse con su estilo distintivo: jeans ajustados que acentuaban su figura y unos tenis qué le daban un aire desenfadado. Su coleta alta dejaba al descubierto su cuello, mientras que las gafas oscuras le daban un toque misterioso. Rindou, con una sonrisa juguetona, le quito las gafas, revelando sus ojos avellana que brillaban con un destello de sorpresa.

-¡Hey! - exclamó Himari, riendo mientras intentaba recuperar sus gafas -. ¿Por qué haces eso? ¡devuélvemelas! - protésto Himari, riendo.

- Porque quiero ver esos ojos que me encantan - respondió Rindou, acercándose un poco más, inclinándose hacia ella, respirando su perfume floral que lo envolvía.

- ¿Y que tal si no te gusta lo que ves? - respondió Himari, con un guiño, mientras se acercaba un poco más.

- Imposible - replicó el con una sonrisa confiada -. Ademas. Hueles demasiado bien para que no me encante, ¿Que perfume es ese?

Himari sonrió, un ligero rubor apareció en sus mejillas - Es una fragancia nueva que compré. ¿Te gusta?

- Me encanta - dijo él, acercándose aún más disfrutando del momento - pero no tanto como me gusta verte sin esas gafas.

Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreir. Justo en ese instante, los hombres de Rindou llegaron con el equipaje, rompiendo la burbuja de intimidad que habían creado.

- Vamos, chicos, ¡a trabajar! - les dijo Rindou, mientras guiaba a su grupo hacia el auto qué el mismo manejaría.

Himari observó cómo los hombres cargaban las maletas, admirando la forma en que Rindou se movía con confianza. Cuando finalmente se acercaron al auto, él le abrio la puerta con un gesto caballeroso.

- Después de ti, hermosa - dijo, con una sonrisa que hacia que su corazón latiera más rápido.

Ella subió al auto, sintiendo que cada pequeño gesto de Rindou la hacía sentir especial. Mientras él se acomodaba en el asiento del conductor.

...

La noche se había instalado en el bosque, envolviendo la cabaña de enormes ventanales en un manto de oscuridad salpicado por el brillo de las estrellas. Afuera las luciernagas danzaban como pequeñas estrellas fugaces, iluminando el silencio con su tenue luz verde.

Dentro, la chimenea rugia con un sonido reconfortante, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de madera. Rindou y Himari se encontraban sentados frente a ella, acurrucados bajo una gran manta suave de lana que los envolvia en un cálido abrazo.

El silencio era casi tangible, rotó solo por el crepitar de la leña y el suave sonido de la respiración de Himari. Rindou se sentía en paz, una paz qué no había experimentado en mucho tiempo. Lejos del bullicio de la ciudad, lejos de la presión de su vida. Aquí en medio del bosque, con Himari a su lado, se sentía libre.

Himari se acurrucó aún más junto a él, buscando el calor de su cuerpo. Rindou la abrazo con fuerza, sintiendo su pequeño cuerpo temblar ligeramente.

- ¿Tienes frío? - Preguntó Rindou, con voz suave, acariciando su cabello.

- Un poco - respondió Himari, escondiendo su rostro en su pecho.

Himari disfrutaba de la sensación de estar tan cerca de él, de sentir el latido constante de su corazón contra su oído. Era un sonido reconfortante, un ritmo que la calmaba y le recordaba que estaba a salvo, que estaba en casa.

Rindou la envolvió más en la manta, sintiendo su cuerpo calentarse contra el suyo. La paz qué sentía se intensificó. Era como si el bosque mismo les susurraba palabras de tranquilidad, cómo si las luciernagas les guiñaran un ojo desde afuera celebrando su unión.

𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐀𝐓𝐓𝐎𝐎 𝐎𝐅 𝐌𝐘 𝐒𝐎𝐔𝐋 (𝐑𝐈𝐍𝐃𝐎𝐔 𝐇𝐀𝐈𝐓𝐀𝐍𝐈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora