CAPITULO 15

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La habitación era fría, la única luz provenía del candelabro que colgaba del techo, proyectando sombras danzantes sobre las paredes. Ocho hombres, con ropas oscuras y expresiones tensas, estaban reunidos alrededor de una mesa de madera maciza. En el centro, un hombre de rostro severo, con ojos negros penetrantes y una sonrisa que dejaba ver unos colmillos afilados, hablaba con una voz que resonaba con autoridad.

- Quiero a todos trabajando - Sentenció el hombre, su voz era grave y amenazante. Los demás se encogieron un poco en sus asientos, sus miradas se desviaban hacia el suelo.

- Se - señor Kaito - dijo uno de ellos, con la voz temblorosa - La orden que usted dio ya fue ejecutada - El hombre, que parecía ser el más joven del grupo,
Cerraba su puño repetidamente, y sus manos sudaban.

Kaito asintió, su sonrisa se ensancho, mostrando los colmillos con mayor claridad - Muy bien - mascullo - Ahora daremos el segundo golpe.

Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Los hombres se miraron entre sí, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y determinación.

- ¿Que haremos? - Preguntó uno de ellos, con su voz apenas en un susurro.

- No importa - respondio Kaito, su mirada era fria y calculadora - Solo asegúrense de que se haga.

La conversación termino ahí, pero él ambiente en la habitación era denso, cargado de tensión. Los hombres sabían que el segundo golpe sería aún más peligroso que el primero. El miedo se extendía como un manto sobre ellos, pero también había una sensación de fatalismo. Kaito había dado la orden, y ellos la cumplirían, sin importar el costo.

...

El sol se hundía en el horizonte, pintando el cielo con pinceladas de naranja y púrpura. La carretera se extendía ante ellos, un camino de asfalto qué se perdía en la distancia, reflejando la luz del crepúsculo. Himari y Rindou, en el interior de un auto qué se deslizaba suavemente, volvían a la realidad después de un fin de semana perdido en un lugar apartado, un lugar que solo ellos conocían, un lugar que guardarían en sus recuerdos como un tesoro.

El aire fresco y húmedo golpeó sus rostros, un contraste brusco con el ambiente cálido y mágico que habían visitado. Himari se estremeció ligeramente, sentada en el asiento del copiloto, tenía sobre sus piernas una maceta de cerámica blanca. En ella, una gloxinia con una belleza que la dejaba sin aliento. Sus pétalos eran de un color morado intenso, casi negro, que le recordaba a los ojos de Rindou. Una sonrisa se dibujo en su rostro mientras acariciaba las hojas en forma de corazón con la punta de sus dedos, que sobresalian de la manga larga de su cardigan gris.

- De regreso a la realidad - dijo Rindou con una sonrisa suave, observando la maceta con la gloxinia que Himari sostenía con cuidado. La planta, con sus hojas aterciopeladas y sus flores de un violeta intenso, tan profundo como sus ojos, parecía brillar en la luz tenue del atardecer.

- Si, de regreso - respondió Himari, mientras seguia acariciando una de las hojas con la punta de sus dedos. La suavidad de la planta la tranquilizaba, le recordaba el calor y la paz qué habían encontrado en ese lugar mágico. - Pero me llevó un pedazo de él conmigo.

Rindou la miró con ternura, sus ojos luminosos reflejando la luz del atardecer - Se que si. Y siempre estaré contigo, Himari, sin importar donde estemos.

Himari se sonrojó ligeramente, sintiendo un calor agradable recorrer su cuerpo - Yo también, Rindou. Siempre contigo.

En el asiento trasero, una caja de madera grande y robusta ocupaba la mayor parte del espacio. De ella, sobresalian las hojas verdes de las plantas qué Himari había comprado en el vivero.

𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐀𝐓𝐓𝐎𝐎 𝐎𝐅 𝐌𝐘 𝐒𝐎𝐔𝐋 (𝐑𝐈𝐍𝐃𝐎𝐔 𝐇𝐀𝐈𝐓𝐀𝐍𝐈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora