Ya es miércoles por la tarde. Algunos días ya transcurrieron desde lo sucedido en la finca de Lucas.
Teo estuvo todo este tiempo encima de mi, como un hermano sobreprotector y aunque muchas veces lo echaba de mí habitación por lo pesado que era, agradezco que esté conmigo en este momento.
Tomas y Helena, prudentes, intentaban estar para mí en cada cosa que necesitaba pero no me agobiaron, me dieron mí espacio.
Lucas se quedó en mí habitación estos tres días seguidos para hacerme compañía. No sé si porque de verdad estaba preocupado por mí o por que sentía culpa de lo que había sucedido.
Mi madre ha estado constantemente conmigo, pero sabe que necesito que no me agobien, por lo que aunque estamos a dos recámaras de distancia, me envía mensajes para saber si quiero que venga a verme.
Y Martín... El simplemente pasaba por mí habitación para preguntar cómo estaba, solo una vez por día y después desaparecía hasta la noche de la casa.
Suelto un bufido al recordarlo.
Ahora estoy mirando mí celular mientras juego a un rompecabezas, lo único que pudo entretenerme estos días de reposo absoluto.
Hoy por la mañana tuvimos que salir para hacer la prueba de ADN que nos pidió el juzgado, pero más allá de eso, no me han dejado moverme de esta casa.
Los dolores de cabeza cesaron gracias a los medicamentos que me daba Teo puntualmente cada día y lo único que quedó es el yeso y algún que otro rasguño, claro.
Hoy es la fiesta de despedida de Sofía y de Martín. Un nudo en mí pecho se forma al recordar que pasado mañana es su boda y unas entrañables ganas de llorar aparecen en mis ojos que automáticamente se llenan de lágrimas.
Por lo que me contó Teo, porque sin dudas Sofía no me invitó a su fiesta, es que en la de ella sería solo de chicas y la de Martín sería solo de chicos, donde estaban Teo y mi hermano incluidos.
Veo el reloj en mí celular y enarco una ceja cuando veo que son las ocho de la noche, por lo que los amigos de Martín estarán al llegar y yo no pensé en el tiempo que era para bajar a cenar.
— Genial, moriré de inanición esta noche — pienso en voz alta.
Me levanto de la cama, me pongo mis pantuflas y me dirijo al baño para tomar una ducha refrescante, la cual necesito con urgencia.
Me acerco al espejo y me quedo unos segundos mirando mí reflejo. Estoy pálida, no sé si por el hambre, por el no descansar bien o por el estrés de estos días. Mis ojos se ven mucho más apagados y las ojeras se marcan en demasía, dudo que el maquillaje pueda esconderlas, mí rostro luce cansado y mis labios resecos.
Enciendo la ducha, mientras me desvisto y me adentro en la bañera para poder sentir el agua caliente en mí cuerpo, que me reconforta en el instante en el que toca mí piel fría.
Cierro los ojos mientras enjabono mí cabello y pienso en lo deprimida que estoy en este momento. ¿De verdad podía haber cambiado todo en tan solo una semana? Tanto que el va a casarse con su ex pasado mañana.
Otra vez siento esas puntadas en mí pecho y mis ojos arden en señal de que las lágrimas están cerca.
Recargo mi frente en la pared de la ducha, alejándome un poco del agua y trato de parpadear para alejar el incontenible llanto que no tarda en llegar. Mí garganta empieza a cerrarse y entiendo lo que me está sucediendo: un ataque de pánico, otra vez.
Estos días, además del reposo, atravieso por una gran depresión que el médico explico el suceso cómo consecuencia de la contusión, pero yo se que no es eso, yo entiendo perfectamente a qué se debe mí depresión que lleva a mí mente a llegar al límite de la ansiedad.
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Lo que me une a ti
Teen FictionStefanía Scarpello tenía su vida resuelta. Un novio con el que planeaba mudarse a fin de año, unos amigos que la amaban y una pequeña familia que siempre la apoyaba. Pero llegará la traición, que cambiará todos sus planes, descubrirá secretos y enga...