CAPÍTULO 17

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 Ella y yo nos mirábamos, sin decir una palabra

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Ella y yo nos mirábamos, sin decir una palabra.
Sabía que lo que pensaba cambiaba todo, pero no podía seguir evadiéndolo. Suspiré profundamente, convenciéndome a mí mismo.

Es algo que no podía prometer. No podía prometer llevarla a cenar como una pareja normal un viernes por la noche. No podía prometerle quedarme esta noche con ella, por más que yo lo quisiera. No podía permitirme hacerme ilusiones cuando sabía que en cualquier momento podría ser interrumpido por una llamada, diciendo que nos esperaba el trabajo, el trabajo que yo idolatro.

Ella me miró con una mezcla de tristeza y comprensión. Su respiración aún agitada, susurró:

-Esto... esto es mucho más de lo que esperaba.

Le devolví la mirada, sintiendo el peso de mis propias palabras.

-Yo también lo siento así -respondí, mi voz apenas un susurro- Pero no puedo evitarlo.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno perdido en sus pensamientos. Entonces, una idea cruzó por mi mente, una pequeña chispa de esperanza.

—Déjame llevarte a desayunar —propuse con una sonrisa tímida, tratando de aligerar el ambiente.

Ella arqueó una ceja, sorprendida por el cambio de tema.

—¿Desayunar? —preguntó, tratando de no reírse.

—Sí, desayuno. Un café, unos panqueques, tal vez hasta un par de croissants. Algo sencillo, pero especial. Algo que pueda prometerte sin que una llamada lo arruine.

Ella se quedó en silencio por un momento, luego una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Acabamos de desayunar, no creo que sea necesario, Spencer —respondió ella, riendo entre cada palabra, sus ojos brillando con diversión.

—Bueno, ¿qué tal una cena? —sugerí, tratando de sonar casual pero esperando una respuesta clara, una señal de que podíamos tener más tiempo juntos.

Ella se detuvo y me miró directamente, con esa mirada que siempre lograba atravesarme.

—Spencer, ¿te vas en qué, tres horas? —sus palabras retumbaron en mi mente. Exacto, me iba en tres horas, a Quantico, donde tenía una vida llena de responsabilidades y tareas interminables. —No es necesario, lo sabes, ¿no? —explicó con una mezcla de tristeza y resignación.

—Lo sé, pero... quiero pasar tiempo contigo —mi respuesta la dejó pensativa, sus ojos buscando algo en los míos. —¿Eso es demasiado? —pregunté, sintiendo la urgencia en mi voz.

Ella suspiró y se pasó una mano por el cabello, como si estuviera sopesando todas las opciones posibles. Luego, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

—No, no es demasiado —dijo finalmente, su voz suave pero firme—. Pero no puedo evitar pensar en la hora que queda, y en cómo podríamos aprovecharla mejor.

Lover, you should've Come Over. || Criminal Minds || Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora