Chapitre dix

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Al día siguiente, Dick y yo despertamos, nos preparamos un delicioso desayuno conformado por waffles, tocino, unos huevos fritos, pan tostado y frutos rojos, por supuesto había, para acompañarlos, un jarabe de maple, mermelada, crema de avellana y jarabe de chocolate junto a un café lleno de azúcar para despertar.

Una ducha por mi parte, un poco de tiempo para vestirme, maquillarme y arreglarme, antes de que, en esta ocasión, condujera mi auto hacia el local, llenando las estanterías vacías de la bodega con nuevos textiles y alistando la fachada de la tienda para abrir.

Para mi sorpresa, ya había alguien a la entrada de la tienda, una chica familiar, de cabello castaño y ojos avellana, que al verme corrió a abrazarme, tomándome por sorpresa por completo.

—Lo siento, lo siento... recién lo supe, vine a buscarte enseguida—Dijo Kitty Pryde, confundiéndome aún más por su extraña actitud y palabras.

—Eh... disculpa, pero estoy casi segura de que te estás confundiendo—Dije y Kitty me soltó, para tomarme de los brazos y mirarme a los ojos.

—Por favor, no... no puedes haberte olvidado de todo, de todos nosotros—Dijo con los ojos llenos de súplica, y yo quité sus manos de mis brazos con delicadeza.

—Señorita Pryde, el hecho de que le haya confeccionado un vestido no quiere decir que seamos cercanas—Le dije y ella me miró, un tanto consternada —¡Andrómeda Summers, no puedes decir eso! ¡Tú menos que nadie!—Me dijo.

Dick la apartó de mí y la miró —Estoy seguro de que está usted confundida, señorita, y le pediré, por favor, que se retire de aquí sin causar problemas—Le dijo y ella lo miró como si estuviera cometiendo un pecado.

Un hombre cubierto por miles de capas de tela y un sombrero llegó —¡Kitty! ¡Te dije que no corrieras así!—Dijo, abrazando a una desolada Kitty por los hombros, antes de inclinar un poco la cabeza y decir —Lamento la actitud de mi... hermana, ella... tuvo un accidente hace un tiempo y recién ha recuperado la memoria, está confundida en estos momentos, de nuevo, me disculpo—Dijo la persona.

Yo miré a ambos con sospecha, pero Kitty se puso a llorar en el hombro del hombre recién llegado, que le acarició la espalda a modo de consuelo —Vamos a casa, Kitty, debes descansar—Dijo el hombre en voz baja.

—Lamento las molestias—Dijo de nuevo mientras se alejaba de la tienda —Vendremos de nuevo en tu cumpleaños, Andy—Dijo antes de desaparecer al dar la vuelta a la calle.

Me sorprendí después de escuchar esas palabras —¿En mi cumpleaños?—Dije extrañada y Dick me miró —¿Cuándo es tu cumpleaños?—Me preguntó y yo me alcé de hombros —No tengo idea...—Dije.

El día volvió a pasar con normalidad, Dick estaba empezando a adaptarse muy bien a la hora de ayudar a las clientas a encontrar el vestido ideal, y lograba convencerlas de dejar una pequeña propina con el "encanto Grayson".

—Eso, definitivamente, lo aprendiste de Bruce—Dije —¡Oye! Eso me ofende ¿No notas acaso mi encanto natural?—Dijo y yo alcé una ceja, mirándolo de arriba a abajo y viceversa.

—¿Hay tal cosa? No lo he notado—Dije divertida, regresando al interior de la tienda.

El día estuvo bastante bien, para una boutique tan pequeña, y salimos poco antes de la hora correspondiente de cierre.

—¿No te apetece ir al cine? Sacaron una película que ansío ver—Dijo y yo sonreí.

—¿Es esto una cita?—Le pregunté juguetona y él sonrió —Sólo si tú así lo quieres—Dijo y yo sonreí —Si es así, tú pagas todo—Dije y él se rió —Mi jefa no me da un sueldo suficiente para ello—Dijo divertido y ambos nos reímos.

—Bien, vamos—Dije, encendiendo el auto y dirigiéndonos al cine, compramos los boletos y unas palomitas, antes de entrar a ver una película de detectives.

Dick ya me estaba dando una idea de qué regalarle en Navidad, y estaba segura de que le gustaría.

Aunque, tal vez, sólo tal vez, le compraría un regalo antes al ser tan buen empleado y lograr que la cuenta de la boutique superara los diez mil dólares.

Salimos del cine llenos de emoción, pues fue una película bastante entretenida, con momentos cómicos y momentos tensos, pero una muy buena película.

—Oh, dios, es tarde—Dije, viendo la hora, pues pasaba de la media noche, y no quería volver a desvelarme como el día anterior.

—No te preocupes, sólo abrirás un poco tarde, sabes que a esa hora nadie va a la tienda—Dijo Dick y yo negué con la cabeza —Tienes razón... pero igualmente apresuremos el paso, muero de hambre y de sueño—Mencioné.

Dick condujo de regreso a casa, y preparamos una cena sencilla con huevos, fruta y pan, acompañando todo con un té caliente para dormir bien.

Las semanas siguientes fueron bastante animadas, todo fue muy tranquilo, y debido a ello, nos olvidamos por completo de pedirle a Bárbara que buscara a mis padres.

Durante ése tiempo, Dick y yo convivimos más, descubriendo que teníamos cosas en común, pese a lo que creíamos: a ambos nos gustaba leer novelas fantásticas, ambos preferíamos el invierno al verano, nos gustaba el ambiente de la noche y éramos fanáticos del chocolate caliente.

Aún no creábamos una confianza absoluta en el otro, pero teníamos una amistad bastante buena, lo suficiente para hablar de las fallidas relaciones de Dick, que eran muchas, las suficientes para llenar un archivo de oficina entero.

Quiero decir, había estado con las mujeres más atractivas y poderosas del mundo, y aún así seguía soltero... ¿en qué diablos pensaba cuando terminó con Starfire? Quiero decir, en comparación a Starfire, yo era una horrible rata de alcantarilla.

—Eres de lo peor—Le dije, bastante molesta ante la forma en la que sus relaciones habían acabado.

Dick se rió de mi comentario y caminamos por el parque, era un domingo bastante soleado, era algo que detestaba del verano: hacía mucho calor y debía usar ropa menos abrigadora para evitar sudar y arruinar mi maquillaje.

Llegados a finales de Agosto, me decidí a comprarle a Dick una novela policiaca, que él recibió bastante gustoso, incluso besando mi mejilla por la emoción del momento, sorprendiéndome, pero a la vez me sentí feliz de que el regalo le gustara tanto como para tener ése pequeño desliz.

Un recuerdo se instaló en mi mente, de la nada, recordándome que sólo vivía la calma antes de la tormenta.

Se trataba de mi padre usando un visor bastante extraño, y un traje igualmente extraño, pero llegó con un vestido rosa para niña entre sus manos, un vestido que yo deseaba desde que lo vi en la tienda.

Me puse el vestido y no me lo quité hasta que dejó de quedarme, hasta que se acabó la brillantina en la falda por las constantes lavadas y el constante uso del mismo.

—Cíclope—Llamó el profesor al final.

Mis pasos se habían detenido al instante en que tuve ése recuerdo, pero cuando Dick se giró a verme, preguntando si estaba bien, sólo atiné a mirar a Dick con una sonrisa, fingiendo que no había pasado nada, cuando la realidad era todo lo contrario.

An "M" between heroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora