Capítulo 8. ¡Yo soy tu dueño, tu eres mía!

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Emilia está preparada, vestida, maquillada y con el corazón latiendo tan fuerte como nunca

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Emilia está preparada, vestida, maquillada y con el corazón latiendo tan fuerte como nunca. Nerviosa por no saber lo que le depara la vida.

Al terminar ella se detiene frente a un espejo que le trajo la misma mucama para mirarse, no le gusta lo que ve.

—Estás hermosa. El príncipe Henry no tiene malos gustos.

—Si eres su sirvienta ¿Por qué me das consejos? — se giro para ver el rostro de aquella mujer cuyo nombre no sabe aún.

—Porque alguna vez fui como tú— sus ojos se volvieron brillosos, como si quisiera llorar—. Ahora vamos, no hay tiempo que perder.

Ambas se dirigen hasta la oficina del príncipe, (escoltadas por un par de guardias reales) el cual esperaba sentado en su escritorio pacientemente, fumándose una pequeña pipa con especias de sabor a canela.

La mucama toca la puerta y le dice que pase. Emilia se adentra con miedo a la oficina y la mucama se marcha, dejándole una última mirada de tristeza y nostalgia.

La puerta se cierra, Emilia se queda paralizada en medio de la oficina, mirando al suelo.

El príncipe se levanta y se acerca a ella.

—Estas encantadora, pero debes quitar esa cara de pocos amigos— le ordena.

Emilia no obedeció.

— ¿No vas a sonreír para mí? Odio pedir las cosas dos veces.

—No sé que malentendido ocasionó esto, pero no quiero casarme contigo, no quiero tener que ver con los negocios que hace mi padre y usted, yo...— el príncipe lanza la copa de vino que se estaba bebiendo al suelo, haciendo que Emilia tiemble un poco de los nervios.

— ¡Suficiente!— la tomó por el cuello y la arrinconó a la pared— ¿Qué acaso no entiendes que eres mía? ¿Debo decirte las cosas por las malas? A partir de hoy tú eres de mi propiedad, eres mía.

Emilia comenzó a llorar, temiendo por su vida, respirando rápido y con ambas manos sostenía la muñeca del príncipe. Fue un terrible error decir lo que dijo, la mucama tenía razón, el príncipe Henry está loco y es peligroso.

—S-solo quiero ir a casa...— súplica con la voz entre cortada.

—Esta es tu casa ahora, tu lugar está aquí siendo mi esposa, callada, tranquila y obediente— le dice mientras que con la otra mano le acaricia el cabello amarillo. — soy tu puto dueño, ¿entiendes?

— ¿Qué quieres de mí?— pregunto Emilia llorando.

El príncipe la soltó, haciendo que ella caiga al suelo de rodillas.

—Ahora si haces las preguntas correctas— tomó la botella de vino y la empino para beber un poco—no te moverás si ni te lo indico, no respiraras si no te lo indico.

Emilia miraba desconcertada al príncipe, ¿Cómo un hombre tan guapo, de ojos azules penetrantes, de cabello negro brillante y de piel blanca con perfecto rostro puede llegar a este punto para tener una esposa? No se lo puede creer.

—¿Por qué a mí? ¿Por qué no eliges a otra mujer? De seguro tienes un montón de chicas a las cuales les encantaría ser tu esclava...

El príncipe se coloca de pie frente a ella, la cual se mantiene agachada mirándolo desde abajo.

—Tu me encantas, Emilia, tienes algo que no puedo explicar que me fascina, ninguna mujer me ha obsesionado hasta que te encontré, le pague mucho dinero a un detective para obtener información de tu paradero... claramente eso es amor— se inclinó con ella para estar cara a cara— no me veas como el enemigo, mejor mírame como el hombre que haría lo que sea por tenerte cerca.

Emilia se sorprendió al escuchar esas palabras de ese príncipe que la tenía ahorcada hace un par de minutos.

No tenía sentido que alguien con tanto poder y tan agresivo de la nada le dijera esas palabras... Pero Emilia le creyó, irónicamente le creyó esas tontas palabras que el príncipe se rebuscó.

Emilia se sintió algo halagada, que ese príncipe guapo de la nada se haya enamorado de ella, o quizá no enamorado, tal vez solo se encaprichó un poco.

El príncipe Henry le quitó con el pulgar las lágrimas que tenía Emilia.

—Te presentaré a mi madre, debes ser lo mas callada y obediente que puedas, la boda debe ser pronto y si ella te acepta entonces seré rey pronto ¿De acuerdo?

Emilia volvió a sentir ese miedo, ¿Qué pasaba por la cabeza de ese príncipe? Es un demonio con corona.

El príncipe tomó por el brazo a Emilia y la llevo por todo el pasillo hasta llegara la torre principal, que es donde se encuentra la reina y todos los empleados principales.

Emilia está sorprendida, admirando la belleza del castillo y sus alrededores, caminando a paso apresurado junto al príncipe, el cual no la miró ni una sola vez.

Cómo si llevase a pasear a un perro.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora